jueves, 14 de noviembre de 2019

La Pintura y Biografia de Vincent van Gogh





La  Pintura y Biografia de Vincent van Gogh


Vincent van Gogh
1853-03-30-1890-07-29
Vincent van Gogh 
Pintor holandés
Uno de los artistas más populares del postimpresionismo
Obras. Los girasoles, La habitación de Arles, Los comedores de patatas.
Periodos. Realismo artístico, Posimpresionismo, Impresionismo.


Género. Pintura del paisaje y bodegón
Padres. Anna Cornelia Carbentus y Theodorus van Gogh
Nombre.Vincent Willem van Gogh
Altura. 1,7 m
Vincent van Gogh nació el 30 de marzo de 1853 en Groot Zunder.


Hijo de Anna Cornelia Carbentus y Theodorus van Gogh, un pastor protestante holandés. Tuvo cinco hermanos: Théo, Cornelius Vincent, Elisabetha Huberta, Anna Cornelia y Wilhelmina Jacoba.
Fue alumno en el Instituto Hannik Tilburg, donde permaneció hasta que abandono los estudios a los 15 años.
Con veintisiete años había trabajado en una galería de arte, en una librería y había dado clases de francés. En 1877, quiso hacerse teólogo aunque fue rechazado por no saber ni latín, ni griego.


 Dos años más tarde fue enviado como misionero a la región de Mons entre los mineros de Borinage, en Bélgica.
Sus experiencias como predicador se pueden observar en sus primeras composiciones sobre campesinos, de las cuales la más conocida es la tosca y directa Los comedores de papas 1885, Museo Vincent van Gogh, Amsterdam, Holanda, uno de los diez únicos grabados que el pintor hizo a lo largo de su carrera.


Oscuras y sombrías, a veces descarnadas, sus primeras composiciones ponen en evidencia el intenso deseo de expresar la miseria y los sufrimientos de la humanidad tal y como él los vivió entre los mineros de Bélgica.
En 1886 viaja a París para vivir con su hermano Théo van Gogh, que era marchante de arte, y allí, se familiarizó con los nuevos movimientos artísticos que estaban en pleno desarrollo.
Recibió gran influencia de la obra de los impresionistas y de la de los grabadores japoneses como Ando Hiroshige y Hokusai, comenzó a experimentar con las técnicas de la época. Más adelante adoptó los brillantes matices pictóricos de artistas franceses como Camille Pissarro y Georges Seurat.


En 1888, Vincent van Gogh abandono la capital francesa para trasladarse al sur de Francia con la esperanza de atraer a algunos de sus amigos y fundar con ellos un Taller del Mediodía. Bajo el sol ardiente de la Provenza, pintó escenas rurales, cipreses, campesinos y otras características de la vida de la región.
Durante el periodo que pasó en Arles, empezó a utilizar las pinceladas ondulantes y los amarillos, verdes y azules intensos relacionados con obras tan conocidas como Dormitorio en Arles 1888, Museo Vincent van Gogh y Noche estrellada 1889, Museo de Arte Moderno, Nueva York, Estados Unidos. Son también de esta época Descargadores en Arles 1888 y Les Vessenots en Auvers 1890, ambas en el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid España.


Para él todos los fenómenos visibles, los pintara o los dibujara, parecían estar dotados de una vitalidad física y espiritual. Logró contagiar su entusiasmo al pintor Paul Gauguin, al que había conocido en París, para que fuera a verle a Arles.
Tan solo les duró dos meses la paz y la armonía ya que después empezaron a tener violentos enfrentamientos que culminaron en una pelea en la que Van Gogh, fuera de sí, amenazó a Gauguin con una navaja; esa misma noche, sumido en un profundo remordimiento, Van Gogh se cortó parte de la oreja.


Pasó algún tiempo internado en un hospital de Arles y un año en el manicomio de Saint Rémy, situado en esa misma región. Durante ese periodo siguió trabajando entre los varios ataques de locura que sufrió. Más tarde pasó tres meses en Auvers atendido por un médico cuyo retrato pintó El doctor Paul Gachet,1890, Museo de Orsay, París. Vincent van Gogh padeció de muchos problemas físicos debido, en parte, a la pobreza y a la desnutrición.
Vincent van Gogh fue adicto a la caña de ajenjo, peligrosa bebida narcótica popular a finales del siglo XIX. Parece ser que padeció sífilis, tinnitus, envenenamiento por plomo, síndrome de Meniere y de epilepsia. Sus dos hermanos murieron jóvenes y su hermana, Wilhelmina, pasó la mayor parte de su vida en un asilo mental.


Inmediatamente después de acabar su inquietante Cuervos sobre el trigal 1890, Museo Vincent van Gogh, se disparó un tiro en el estómago el 27 de julio de 1890. A pesar de su herida se arrastró de vuelta a la casa en Auvers-sur Oise, donde murió dos días después en brazos de su hermano Theo.
"Yo arriesgué mi vida por mi trabajo, y mi razón siempre fue menoscabada": estas son las palabras de Vincent en su última carta encontrada en su bolsillo el 29 de julio.
Realizó cerca de 900 cuadros y 1600 dibujos. En 1973 fue inaugurado en Amsterdam el Museo Vincent van Gogh.


Obras seleccionadas
La cosecha, 1888
El huerto blanco, 1888
El dormitorio, 1888
El puente de Langlois, 1888
La casa amarilla, 1888
La noche, 1889
Los girasoles, 1888
Lirios, 1890


Campo de trigo con cuervos, 1890
El puente de Langlois en Arles, 1888
El Moulin de la Galette, 1887
La italiana, 1887
Retrato del artista, 1887
El salón de baile en Arles, 1888
Retrato de Eugène Boch, 1888


La noche estrellada sobre el Ródano, 1888
La habitación de Arles, 1889
Campo de olivos, 1889
Autorretrato, 1889
Retrato del doctor Gachet, 1890
Campos en Cordeville, 1890


Pinturas  de Vincent van Gogh

Vincent van Gogh 1853-1890 es un pintor neerlandés que, junto con Gauguin, Cézanne y Matisse, es considerado una figura fundamental del postimpresionismo. Adelantado a su tiempo, durante su vida nunca conoció el éxito artístico.
Tras su muerte, una exposición retrospectiva en 1890 lo puso en la mirada del público. Desde entonces, se ha convertido en uno de los artistas más influyentes del arte contemporáneo.
Conozcamos algunas de sus obras más importantes y descubramos también la evolución de su trazo artístico.


Los comedores de patatas, 1885
Acostumbrados como estamos a los populares cuadros coloridos de Van Gogh, Los comedores de patatas nos sorprende. Con una paleta terrosa y casi barroca, Van Gogh representa la escena de una familia de campesinos compartiendo en la cena las papas que ellos mismos han cultivado. Ha hecho lo que no hicieron los artistas previos: ha “desmaquillado” a los personajes, los ha mostrado en su rudeza y en su diferencia.
Con esto le ha dicho que no a la mirada burguesa que se conforma en el pintoresquismo para no hacerse cargo de la brecha social. Este cuadro corresponde a la primera etapa del pintor, que algunos llaman etapa negra, que tuvo lugar durante su estancia en Nuenen.


Calavera con cigarrillo encendido, 1885-1886
Una clave de humor se esconde en este lienzo dentro de una atmósfera oscura y terrosa, con una paleta semejante al primer lienzo de esta lista. Un esqueleto lleva entre sus dientes un cigarrillo encendido en aire burlón. Las formas son logradas por medio de pinceladas gruesas y burdas que dan carácter expresivo a la representación.
Japonaiserie: Puente bajo la lluvia después de Hiroshige, 1887
El arte japonés ejerció gran influencia en los movimientos artísticos finiseculares del XIX, tanto así que, en 1872, Jules Claretie acuñó el término japonismo en su libro L'Art Francais para identificar esta tendencia convertida en una auténtica fuente de creatividad.
Vincent van Gogh se dedicó a estudiar, copiar y versionar las obras más emblemáticas del arte nipón, al que consideraba provisto al mismo tiempo de sencillez compositiva y capacidad expresiva. Admirador de Utagawa Hiroshige, Van Gogh desarrolló esta versión de El puente Ohashi en Atake bajo una lluvia repentina.


El dormitorio, 1888-1889
En la obra El dormitorio Van Gogh comienza a mostrar el estilo por el cual lo conocemos mejor. Dejando atrás la etapa pictórica vivida en Nuenen e instalado en Arlés, el pintor comienza a replantear el color desde un enfoque simbólico. Lamentablemente, durante una inundación el cuadro original sufrió algunos daños, lo que motivó al pintor a realizar la segunda versión. Luego haría otra más pequeña para su madre y su hermana Wilhemina.
De acuerdo a sus propias palabras expresadas en una carta a su hermano Theo, Van Gogh quería expresar en su cuadro la tranquilidad y el reposo propios de una habitación austera. Combina la noción de la perspectiva occidental con la ausencia de volumen en los objetos del arte japonés.


El sembrador, 1888
El tema del sembrador es recurrente en la obra de Van Gogh, acaso por su sensibilidad ante la vida campesina, acaso por su sensibilidad cristiana recuerda a la parábola del sembrador. Aunque no nos queda clara su intención, lo cierto es que en este cuadro Van Gogh vuelve a inspirarse, por un lado, en el pintor francés Millet; por el otro, en el arte japonés, especialmente en lo que toca a la vegetación.
Dentro del lienzo destaca el tratamiento del disco solar, en el que las pinceladas se presentan concéntricas, trazo único del pintor. Van Gogh pinta la escena de memoria bajo la motivación recibida por su entonces amigo, Gauguin.


El viñedo rojo, 1888
Van Gogh representa con gran realismo la escena de una vendimia. Su trazo es grueso y se deja al descubierto. Las figuras humanas son destacadas con contornos debidamente delimitados. La nerviosidad del trazo le brinda textura a los campos, que yacen bajo una luz otoñal rojiza. El sol, nuevamente, repite las pinceladas concéntricas.
Este fue el único cuadro vendido por Van Gogh en vida, que no fuera a su hermano Theo. Fue adquirido por Anne Boch, la hermana de Eugène Boch.


Retrato El cartero Joseph Roulin, 1888
El cartero Joseph Roulin conversaba frecuentemente con Van Gogh, quien intercambiaba correspondencia de forma asidua con su hermano Theo y Emile Bernard. El cuadro destaca por el uso de la técnica conocida como cloisonismo, en la que colores planos, como el azul del traje del cartero, se cierran con contornos delimitados y evidentes.
Distinta suerte corre el rostro y, en particular, la barba, que ha sido resuelta por medio de pequeñas pinceladas que crean un efecto casi boscoso. El resultado de piernas y manos al nivel de dibujo resulta ciertamente extraño.


Terraza del café en la noche, 1888
Van Gogh crea una atmósfera contrastante con dos ambientes: el amarillo y luminoso café, y la noche expectante que se abre al fondo de la calle. Así, el amarillo y el azul dominan la escena como complementos perfectos. En el cielo, las estrellas como lámparas artificiales anuncian lo que llegará a ser el estilo encontrado en La noche estrellada. El empedrado lo logra con líneas curvas que asemejan escamas. En el medio de la penumbra, este café vibrante y difuso reclama una cuota de alegría.


Girasoles, 1888-1889
Los girasoles fueron un motivo muy desarrollado en la pintura de Vincent van Gogh. Hizo muchas versiones. En cada una de ellas, Van Gogh logra transmitir una gran fuerza expresiva por medio de recursos como el color vibrante, el trazo nervioso, el caos de los pétalos y el uso de la luz. Hará grupos con tres, con cinco, con doce y hasta con quince flores.


La noche estrellada, 1889
Este es, sin duda, el cuadro más emblemático del autor. El cielo de aquella noche estrellada se fija en la memoria de quien lo ve. Es una fantasía luminosa, una realidad móvil, distorsionada, dinámica, que más que flotar, parece avanzar en líneas ondulantes sobre la verticalidad y geometría constructiva que habita la ciudad.
La verticalidad es subrayada también por un ciprés, pero este, elemento natural, emerge de la base como una llama vegetal que busca arder en ese fuego celeste. Al lado del firmamento encendido, la realidad construida por el hombre luce diminuta. El cuadro fue pintado durante su estancia en el sanatorio de Saint Rémy de Provence.


Lirios, 1889
En este cuadro, que Van Gogh pintó durante su reclusión voluntaria en el sanatorio, el pintor representa los lirios del jardín en primer plano, dando uso a la técnica del cloisonismo, al menos en el plano principal. A medida que el foco se aleja, el pintor opta por una mayor indefinición de las formas, jugando con la psicología de la percepción del color.


La piedad, 1889
Van Gogh realiza una versión propia del cuadro La piedad de Eugene Delacroix a partir de una litografía impresa en diagonal opuesta al óleo original.
De allí que la versión de Van Gogh tenga otra orientación. La coloración será también hecha a partir de su propia imaginación, ya que la litografía de referencia era en blanco y negro. ¿Pero por qué acudir a este tema.


Algunos piensan que el artista holandés rivalizaba por entonces con Gauguin y Bernard, volcados ahora a las escenas místicas, a quienes acusaba de no poner “nada de verdad” en sus trabajos. Pero la religiosidad también es un tema presente en los pensamientos de Van Gogh. En ella, intermitentemente, el artista encuentra algún consuelo.
Van Gogh acudía con frecuencia a las litografías que su hermano Theo le enviaba. En una oportunidad, le escribe a su hermano:
Esta última vez, durante mi enfermedad, me sucedió un desafortunado incidente; la litografía de la Pietá de Delacroix y algunas otras hojas, se cayeron sobre aceite y pintura y se deterioraron. Me afligí, pero luego me ocupé en pintarla, y ya la verás algún día. Hice una copia de tamaño 5 ó 6, y creo que tiene sentimiento.


Almendro florido, 1890
En esta obra, Van Gogh deja ver, una vez más, los ecos de la influencia japonesa presentes en el trazo de las flores, que contrastan con el cloisonismo de las ramas delineadas. Este fue dedicado a su sobrino recién nacido, a quien pusieron el nombre de Vincent Willem en homenaje al pintor.


La iglesia de Auvers-sur-Oise, 1890
Agotado de Arlés, sus últimos meses los pasó Vincent van Gogh en Auvers-sur-Oise. Será ese el escenario de inspiración de este nuevo cuadro. Una vez más, surge un azul intenso y misterioso coronando la composición en el cielo.
El tema principal será la catedral que, a pesar de su volumetría vertical, rompe la rigidez de la línea por medio de un trazo nervioso, haciéndola lucir deformada, casi onírica. En la base, dos caminos se abren formando una especie de “v” que rodea la catedral. En el vano que se forma, yace la sombra del edificio sagrado.
Una mujer recorre el camino de la izquierda. Ella le da vida y sentido a un paisaje tan hermoso como perturbador. Su técnica mezclará el puntillismo impresionista con el cloisonismo de Gauguin y Bernard.


Retrato El doctor Paul Gachet, 1890
Van Gogh fue atendido por el doctor Paul Gachet, quien además era amante del arte y aprendiz de pintor. Gachet aceptó posar para Van Gogh, quien hizo de él dos retratos. El primero de ellos es el que presentamos aquí.
El artista lo representa con un traje azul y boina blanca, con el rostro apoyado sobre la mano y el codo hincado sobre la mesa. Un aire pensativo y melancólico invade el rostro. Sobre el mantel, se ven dos libros y un ramillete de planta digital, un tipo de planta de uso medicinal. Estos objetos completan los atributos del doctor, como si de un santo se tratase.
La técnica acude a la superposición de colores unos sobre otros, trazos separados, manchones, sombras logradas con tonos verdosos, trazos concéntricos alrededor de la cabeza del doctor, todo ello para construir una atmósfera nerviosa y viva, donde predomina el azul en contraste con la paleta de amarillos.


Trigal con cuervos, 1890
Este es el último lienzo que pintó Vincent van Gogh. El pintor representa un campo de trigo bajo un cielo inquieto, debido a la fuerza de las pinceladas de azules variados. Algo como unas luces celestes se vislumbran sin mayor claridad y se fusionan con la atmósfera.
En la franja inferior, el trigal está dividido por tres caminos de tierra. Estos caminos son ramificaciones de lo que parece un camino unificado, y se abren como una pata de gallina. 


Entre ellos, al igual que el cuadro anterior, se forman dos “v”. En esos vanos en forma de “v”, el trigal aparece en tonos amarillos vibrantes interceptados por manchas de castaños, negros y ocres que muestran un cierto caos y dinamismo. Parece que el viento sopla con fuerza.
De los trigales sale volando una bandada de pájaros asociados a los cuervos. Van Gogh ha esquematizado su representación al máximo: los cuervos son apenas sugeridos por trazos negros casi infantiles. Sobre su trabajo ha dominado la expresión simbólica por medio del color y los elementos plásticos llevados al mínimo indispensable.


El Cine en la Pantalla de el septimo Arte 

Van Gogh en la puerta de la eternidad
El pintor holandés post-impresionista, Vincent Van Gogh, huye de París y se refugia en un pequeño pueblo de Francia.
Allí es tratado amablemente por algunos pero muy mal por otros, que no lo entienden y no tienen compasión hacia él.
El pintor Paul Gaugain llega un tiempo a vivir con él, pero acaba yéndose porque no es fácil convivir con Van Gogh.
Nos muestra la relación que tuvo con su hermano Theo, la persona más importante en su vida, y da giros a la historia que ya se conoce sobre la vida de este gran pintor.


No es la primera vez que se hace una película sobre Van Gogh, pero nunca sobran películas que nos hagan aprender más sobre el mejor pintor de todos los tiempos, y que mientras vivió jamás vendió un cuadro. Por qué fue así.
Hace muy poco nos deleitamos con Loving Vincent 2016, cinta que necesitó de seis años de producción para hacer todas sus escenas pintadas al óleo en 2018 fue nominada a Mejor Película de Animación, Sed de vivir 1956, Sueños 1990 del director japonés Akira Kurosawa y Van Gogh: Painted with Words 2010, con Benedict Cumberbatch.


Van Gogh en la puerta de la eternidad, nos lleva a Arles y Auvers-sur-Oise en donde Van Gogh pintó sus cuadros más emblemáticos, buscando la mejor luz, el mejor amanecer, jamás cansándose de la naturaleza, con su gran hipersensibilidad que fue la que lo hizo un gran pintor, pero a la vez la que le causó problemas de poca empatía con la gente, de no poder pertenecer a la sociedad, de ser considerado un loco.


El Van Gogh de las pinturas se parece mucho a Willem Dafoe y esto es porque el propio director de la película, que también es pintor, realizó los cuadros y añadió rasgos de Dafoe a Van Gogh.
Dafoe, el actor que hace de Van Gogh aprendió a pintar para la película y hace algunos trazos en los lienzos para darle mayor realismo a su personaje.
Lo que vale la pena de esta cinta es que logra que el espectador empatice con Van Gogh y logre despertar emociones, eso es lo realmente importante en una cinta, generar emociones, y el director Schnabel siempre lo hace, logra que suframos, nos alegremos, lloremos, y lo que él quiera.


Van Gogh sufría de padecimientos mentales, eso es un hecho, pero esa misma “locura” lo hizo querer pintar y pintar, y perfeccionarse y observar la luz, los amaneceres y la naturaleza con otros ojos y lograr esos cuadros que nadie más lograba y pues sí, hay que reconocer que un gran artista necesita un toque de locura.
El sacerdote que sale en la película, es de alguna manera las voces de esa época y de esta época, en donde todo lo juzgamos con una sola mirada y punto de vista, el materialismo, el éxito económico, la aceptación de los demás, y puede existir una mirada mucho más profunda y humana, y la gran mayoría puede no tener la razón.
Van Gogh siguió su vocación a pesar de todo, y cuando pintaba era feliz. Cuántos de nosotros seguimos nuestra verdadera vocación.


Dirigida por el estadounidense Julian Schnabel La escafandra y la mariposa su ópera prima fue la biografía del fallecido artista neoryorquino Jean Michel Basquiat 1996. Antes que anochezca 2001, sobre el novelista cubano Reinaldo Arenas.
Schnabel dirige a la perfección esta nueva versión sobre la vida de Van Gogh y logra simplemente emocionarnos.


William Dafoe nació en Estados Unidos y es Van Gogh, nos muestra lo que un gran actor puede llegar a hacer, por ejemplo, olvidarnos que tiene 63 años y que la edad de Van Gogh cuando murió era de 37 años, Dafoe simplemente es el pintor.
Así como Van Gogh no tiene edad en sus cuadros Dafoe tampoco.


Tuvo que prepararse leyendo cartas y biografías del pintor.
Una de sus películas más notables fue La última tentación de Cristo, uno se preguntaría cómo es posible que un mismo actor pueda personificar a dos personajes tan diferentes entre sí, pero Dafoe puede, este año está nominado al Premio Oscar como Mejor Actor.


Jean  Claude Carrière, fue colaborador del director de cine Luis Buñuel, él es el guionista de Van Gogh en la puerta de la eternidad. 
El guión es ágil, ameno y polémico.
La cámara se coloca en primer plano mientras Van Gogh pinta, también tiene tomas en blanco y negro, en varias ocasiones nos lleva a ver a la naturaleza con los ojos de Van Gogh.

La Pintura y Biografía de Vincent van Gogh



miércoles, 13 de noviembre de 2019

Las Biografías de Nuestro Mundo





Las Biografías de Nuestro Mundo
Se denomina biografía a un recuento de los eventos más importantes de la existencia de una persona ordenados cronológicamente. Las biografías constituyen un género con entidad propia, sosteniendo una determinada estructuración del discurso que la hace fuertemente identificable.
 En general se centran en personajes cuya vida tuvo algún grado de trascendencia social, ya sea de modo positivo como de modo negativo. En el caso de que una determinada biografía sea sobre una persona que todavía esté viva, suele pedirse su permiso y participación en la recolección de datos; si la respuesta es afirmativa puede decirse que se trata de una biografía autorizada, caso contrario se considerará una biografía no autorizada.


Es quizá digno de saberse en qué momento se comenzó a realizar un recuento y examen de la vida de una persona. Puede decirse que algunos rasgos de lo que hoy puede definirse como biografía estaban presentes en la antigüedad, pero no fue sino hasta la invención de la imprenta y la consecuente proliferación de obras novedosas, que el discurso se tornó frecuente.
 Hoy en día se ha convertido en un discurso que puede tomar un trabajo considerable, sobre todo considerando que los detalles de la vida de una persona que vivió hace medio siglo constituyen todo un problema difícil de resolver, aun para personas especialmente capacitadas para la tarea. No obstante, si el género aun florece es porque sin lugar a dudas hay lectores para ello uy una demanda sostenida de conocimiento de los eventos que pudieron rodear a un personaje relevante de la historia.


Es la biografía una historia de vida, o lo es la autobiografía Claro que no es lo mismo que cada uno de nosotros cuente su vida, que alguien la relate a partir de nuestro testimonio directo, preferentemente oral, o que años después de nuestra muerte, décadas, siglos, algún curioso erudito realice una biografía detallada, sobre la base de un siempre supuesto rigor y sobre una documentación estricta de nuestro paso por la Tierra.
La segunda etapa de reflexión señala que la voluntad de objetividad que se le requiere al biógrafo involucra una etapa de documentación y, cuando se trata de un artista plantea la interrogante de interpretar la obra con lo que puede informar sobre la vida del biografiado. La contribución de este personaje aporta un material nutrido cartas, entrevistas, memorias, textos autobiográficos que el biógrafo va a contextualiar.
 Este enfoque de la biografía en cuanto género viene completado por las definiciones de subgéneros ligados a ella: relato de vida, testimonio, autobiografía, memorias, y por un factor decisivo, la presencia de otra persona, la que escribe.


La biografía es una historia de vida, o lo es la autobiografía Claro que no es lo mismo que cada uno de nosotros cuente su vida, que alguien la relate a partir de nuestro testimonio directo, preferentemente oral, o que años después de nuestra muerte, décadas, siglos, algún curioso erudito realice una biografía detallada, sobre la base de un siempre supuesto rigor y sobre una documentación estricta de nuestro paso por la Tierra.
Cada uno de estos tres rangos biográficos tiene su credibilidad diferente: que nosotros mismos embellezcamos o afeemos, según nos convenga, nuestros actos vitales de interés público,  que le relatemos a otro nuestras vidas, también edulcorando pasajes o eliminando otros, o reinterpretando el ayer, que un tercero indague hasta la saciedad y asegure que algo fue tal y como lo narra, porque un documento legal, carta manuscrita, o hasta correo electrónico, demuestre fehacientemente en el futuro que tal o más cual suceso tuvo efecto de la forma en que lo relata el autor.


Y esta última palabra nos detiene: el autor. No se trata del «autor» o autores de nuestras vidas que deben ser suficientemente interesantes como para ser narradas a otros por algún carácter relevante que ella ofrezca, pues ¿quién  pued  ser tal  autor  sino la conjunción de padre y madre, o en sentido trascendente el mismo Dios en persona
Así pues, cuando aquí nos referimos a un autor, entendemos que se trata de quien escribe, del escritor, el que no sólo cuenta lo factual sino que lo interpreta, adorna, eleva, rebaja, deja pasar o afirma sucesos que no pasaron en la legítima realidad: la realidad-real. Y este último concepto lo enreda todo de nuevo, será que nuestras vidas contadas se convierten, por el hecho de ser contadas, en ficción, en objeto de narrativa, cuento o novela, según el patrón de un género literario. Una biografía convierte a alguien en un personaje tan real como Alonso Quijano o Sancho Panza. Será que el hecho de narrar una vida interesante la hace aún más trascendente, en la batalla humana contra el olvido.



Y qué diferencia puede haber cuando soy yo quien teje esa redacción que me retrata en letras, o cuando ofrezco lo que se ha dado en llamar un testimonio, como obra de terceros que tercian, tuercen o mienten sobre mi vida Claro que hay diferencias, claro que no es lo mismo contar como sujeto que ser contado como objeto. Pero aún el asunto se puede complicar más si elegimos referirnos sólo a lo que canónicamente entendemos por biografía, texto redactado por un escritor o equipo redaccional sobre la vida de alguien de interés social suficiente como para que ella sea divulgada, leída y comentada, para ejemplo moral o diversión de los lectores.


Esas complicaciones se refieren al punto de vista elegido por el biógrafo, quien narra toda una vida desde el nacimiento a la muerte, o sólo selecciona dentro de lo que Pascal llamaba la vida entre dos puntos, un segmento, una etapa de esa vida, el momento crucial, el punto cimero.
Entonces, biografiar es narrar, y de cierto modo también es novelar, y de hecho hay hermosas y valiosas biografías noveladas, como las de Stefan Sweig sobre Fouché, la decapitada reina María Antonieta o Magallanes. 


Sin embargo, la biografía se diferencia de la novela, de toda ficción, en que una biografía debe apelar a la realidad-real de una vida vivida objetivamente, y por tanto el hecho de biografiar nos enfrenta a un acto de escritura no ficcional. Debe diferenciarse, por ejemplo, de la Aurelia de Nerval, del Werther de Goethe o del Demian de Hermann Hesse, por sólo aproximarnos a ficciones que se disputarían valores semi-biográficos. Tampoco sería una biografía lo que podemos entender por novela sin ficción, como aquella A sangre fría de Truman Capote, tan diferente de cualquier biografía de santo, político, poeta, artista o deportista en sus momentos vitales sumamente exitosos.
Si el diario puede considerarse una autobiografía, una buena biografía debe tener por excelente materia prima un diario. Hay que tomar por objetiva, precisa y real toda anotación en él. La biografía, para ser verídica, debe gozar de una documentación de primera mano, que la distinga de las novelas de una Marguerite Yourcenar sobre personajes históricos, que en verdad la inspiraron para la libre invención de una vida otra, posible, pero no estrictamente real.


La biografía carga un poco la mano sobre esa no ficción a lo Truman Capote, pero ha de tener cierto grado de estructuración ficcional para agarrar al lector y conducirlo por los hilos del testimonio, a la manera en que el cubano Miguel Barnet convirtió en novelización lo que le dijo un anciano de interesante vida de lo que ha sido llamado el mundo marginal, en este caso el Cimarrón. 
Y el testimonio parece ser la biografía de los sin biografía, el relato de la gente común que de pronto descubrimos cuán valiosa es su historia de vida. Una historia de vida puede ser la biografía legítima de las gentes sin historia, de los que no son héroes, genios, figuras públicas de grandes o medianas dimensiones sociales. La historia de vida supera el esquema del dossier o del currículo.


Pero el llamado testimonio tiene como centro lo factual. El personaje biografiado importa, porque él fue protagonista, o es el sobreviviente de algún acontecimiento histórico: la esclavitud, una guerra, la conquista de un territorio, la fundación de un sitio de interés trascendente… La pura biografía, como género propio, centra la mirada en una vida, o en un pasaje meridiano de esa vida, y narra, trata de reproducir el paso de una personalidad de relieve por la existencia. Importan los hechos que realizó, pero el hombre o la mujer biografiados nos interesan como centros del acto suyo de vivir, único y relevante.
No creo caer en exceso de perogrullada, si digo que la biografía como género literario ahonda más y requiere a la vez de mayores quilates estilísticos, que la historia de vida y que el testimonio, tratando de no confundir estas dos variantes o visibles modalidades del género biográfico.
Las biografías totales, que cuentan toda una vida, y las biografías parciales, que relatan sólo un pasaje de ella, suelen tener connotaciones literarias, y ese factor estético, ese matiz de literaturidad, pueden hacerlas riquísimas o aburridas, según el rango que en ella se alcance. Se conocen notables biografías puntillosamente.


 Históricas de la vida, obra y casi milagros del mayor de los cubanos, José Martí, son labores de historiadores e investigadores tenaces, que han descubierto hasta la manera en que el Apóstol de la independencia cubana se abrochaba los zapatos, qué tipo de levita usaba o hasta cuál era el tono de su voz para lanzar al aire aquellos discursos políticos que pueden pasar por verdaderas piezas de poesía épica, o por odas en prosa sin par por entonces en la lengua española. Sin embargo, la biografía Martí, el Apóstol, de Jorge Mañach, plena de recursos propios de la narrativa poetizada, ha sido insuperable, o por lo menos no ha encontrado el gran Martí una más vibrante e interesante hasta la fecha.
No sabemos entonces si biografiar es contar hasta la saciedad los momentos de alto relieve y los más intrascendentes de la personalidad que se exalta o si más bien lo que interesa es el alto o bajorrelieve de una vida ejemplar en sentido negativo o positivo. 
Siempre sería interesante saber de las manías de un Einstein, y no sería muy biográfico por cierto, que quien escriba su biografía se detenga a explicar con pelos y señales la teoría de la relatividad junto al proceso que siguió el genio para desarrollarla. En el lado negativo de la ejemplaridad humana, una biografía de Hitler podría «humanizar» a lo monstruoso de su personalidad, cuando el biógrafo relate, por ejemplo, su inclinación a veces infantil hacia el esoterismo. 


El biógrafo tiene en sus manos la posibilidad de hacer simpático o antipático a un César o a un Bruto, a Cristo o a Judas, a Baudelaire o a Oscar Wilde, a Cristóbal Colón o a la reina decapitada por excelencia, la casi canonizada María Antonieta por obra y gracia de la belleza con que ha sido descrita su muerte y lo simpáticas que puedan resultar sus orgías, si por fin las tuvo.
He leído varias biografías de uno de mis poetas preferidos, Rainer María Rilke. El punto de vista de los biógrafos pasa desde la exaltación del genio poético y la santificación de su itinerante vida, hasta creerlo un cínico vive bien, explotador de la nobleza, refugiado como lumpen en sus castillos, y se ha llegado a decir que era un vago, un haragán, alguien parásito de la riqueza ajena, sin tener en cuenta que escribir es trabajar, como mismo.


Hace el crítico o biógrafo denostador, y que en materia de escrituras Rilke justificó sobradamente su vida. Nadie llamó jamás explotadores a Virgilio, Horacio u Ovidio, porque supieron agenciarse cuidadosamente un Mecenas. También he visto algunas biografías interesantísimas de Ovidio, en las que no poca imaginación y vuelo poético asisten a los biógrafos que, a falta de datos precisos, suponen, subjetivizan.


Y he aquí otro concepto clave: la subjetividad del escritor, del biógrafo. Se debe suponer que una biografía es un relato objetivo, una versión fidedigna de la vida de un tercero, o de una tercera. Es notorio que Juana de Arco no ha escapado de las más disímiles biografías, que la retratan al modo de la vida de los santos, por haber sido canonizada, o que la hacen elevarse incluso más allá de ella misma y de su circunstancia, como una iluminada. Dónde está la verdad última de esa vida.Quizás si esa verdad minuto a minuto vivida, sólo pueda ser contemplada por Dios.


 Los mortales terminamos sólo por interpretar, ver en lo que es, lo que queremos ver o no ver, y la biografía como género puede ser entonces mi mentirosa vida de verdades  mi verdadera vida de mentiras, según dos bellos versos del Premio Nobel mexicano Octavio Paz, quien, por cierto, escribió la mejor y más documentada vida de la gran poetisa barroca novohispana sor Juana Inés de la Cruz, que no pasa por biografía, sino por subjetivísimo ensayo interpretativo, y que es uno de los mejores libros que él nos legara.
La biografía, pues, tiene el don del ensayo, el trasfondo narrativo de la novela, el flujo del drama y la gracia lírica de la mejor poesía escrita. Con estos elementos, una biografía se convierte en un hecho literario de relieve, a la par que de relieve sea la figura que en ella se exalta. No basta acumular datos y ser tan exacto como el precio de las patatas, tan precisos como una balanza que da el fiel en kilógramos de la mercancía en oferta.


 Una biografía no debe ser un recuento factual, sin gracia y seso, del día a día del biografiado. Incluso no debe convertirse en un diario, ni enredarse en excesos descriptivos, ni detenerse en una estricta valoración sociopolítica o sociocultural del medio en que la personalidad se desenvuelve, ni pasar a psicoanalizarla, ni emborronar páginas y páginas sobre los sucesos eróticos circunstanciales de alguien que no se distinguió sino como héroe o como poeta, que es otra manera de ser héroe en el mundo contemporáneo. A veces son simpáticas aquellas biografías de corte frívolo que se detienen en cuántas esposas o amantes tuvieron Napoleón, Bolívar, José Martí o más recientemente Fidel Castro.
Hay supuestas biografías que quieren sacar partido al morbo, a lo a aquello que la personalidad viva cuidó con más celo: su intimidad. El biógrafo que va en busca del escándalo, quiere dinero para su cuenta bancaria.


 El arte de biografiar, como toda arte, se va más allá de cualquier intento espúreo, de toda narración de vértigo. Se le puede sacar mucho partido al escándalo en nuestras sociedades acostumbradas a todo tipo de affaires, sobre todo políticos, de corrupción o de sexo, a las revistas del corazón  ese que tiene razones que la razón no conoce, y a los enredos periodísticos que hacen cortar la respiración cada mañana cuando leemos en la prensa amarilla los asesinatos del día. Pero no podrán engañarnos con cuentos de hadas sin hadas, de brujas de pacotilla, que en el fondo no son en verdad biografías, sino denostaciones contra alguien, loas interesadas a favor de terceros o simples sartas de cotilleos, chismes, enredos e intrascendencias que no pueden robar el espacio a la verdadera obra de arte de la palabra que es una legítima biografía.


Qué es, pues, una biografía Las definiciones de diccionarios y enciclopedias se quedan cortas si no ofrecen el relieve del valor testimonial, y a la par estilístico, artístico, que la obra de referencia ofrezca. Una buena biografía debe vivir tanto como la memoria social de su biografiado. En ocasiones ella es obra de recuperación, de justicia histórica, de rescate necesario de alguien a quien el tiempo feroz y disgregante había sometido a un injusto olvido. 
Y la buena biografía no teme a la subjetividad, porque toda vida humana es también, amén que una serie de sucesos objetivos, una secuencia de subjetividades, como decían de manera sutilmente diferente José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno, somos: el que creemos ser, el que creen que somos y el que somos en realidad. Una gran biografía debería agrupar en una sola descripción de personalidad, esos tres seres básicos que solemos ser en la vida. Y no por tejerse con hilos psicológicos se logra en una sola obra alcanzar el significado último de una existencia. Sin embargo, quizás sea ese el propósito mayor de toda biografía seria, creíble y con derecho a la sobrevivencia.


Algunos poetas han dicho que ellos no son sus actos, sino que su obra es su verdadera y legítima vida. José Lezama Lima apenas tiene biografía personal más allá de su propia escritura, de sus libros, de su errancia estática, moviendo información y aventándola, trabajando subjetivamente la objetividad del dato histórico, de la frase magistral o de la obra maestra. Podía muy bien decir Lezama Lima que yo no soy más que mis obras. Y en todo caso, ya es bastante con Paradiso para conocerle como artista. De todos modos, la expresión podría quedar ambigua,de cuáles obras se habla Sobre todo porque Lezama era un hombre católico y habría leído aquel pasaje novotestamentario en que Cristo decía que «por sus obras los conoceréis.


Claro que el término biografía, definitivamente, sirve para señalar un género, pero dentro de él hay tantas variantes de escritura, a semejanza de como ocurre con la poesía. Debe distinguirse entre las de intereses histórico, político, de estudio crítico literario o artístico a modo de ensayo, de corte científico profusamente documentadas, de extrema subjetividad novelada, de un instante de vida, de los hitos que resaltaron esa existencia humana, de todos los detalles desde el nacimiento hasta la muerte, las que hacen hincapié más en las obras que en los hechos vitales del biografiado, aquéllas que se detienen sólo a testimoniar el suceso, la circunstancia, la época u otros avatares y el biografiado resulta sólo un pretexto. 


De escritura, las que se basan o estructuran en forma de diarios o de secuencias de cartas biografía epistolar, las que sólo dan fe de que alguien ha existido y terminan siendo una historia de vida, aquéllas que en el fondo son memorias o autobiografías con diversos enfoques, porque la autobiografía, como ya anotamos al principio, es una modalidad genérica particular, suele ser muy frecuente y la escribe el propio interesado, la dicta u ofrece los datos básicos a la manera de coautor, cuando no deja que la redacte completamente otro y el biografiado acude entonces al papel de censor, revisor, o a ofrecer su veto o su visto bueno.


La biografía al modo de un ensayo de interpretación de la vida y la obra, son muy frecuentes, por ejemplo, el poeta cubano radicado en Miami Emilio de Armas publicó en Cuba, antes de emigrar, una muy valiosa biografía del poeta modernista Julián del Casal, en la que agrupa tanto el trayecto vital del biografiado, que vivió sólo veintinueve años, más la génesis y valoración de su obra poética, el análisis de su ubicación tempoespacial y de la corriente literaria hispanoamericana a la que se integró como uno de sus fundadores.
Cuántas biografías de Rubén Darío nos abruman con la experiencia de suciedad y borrachera de este poeta exquisito.La biografía de Rubén Darío está escrita en las alas de los cisnes. La vida de Paul Verlaine es un verdadero drama frente a su extraordinario don para la poesía. Nada menos que Paul Valéry decía que si vieras su alma, no podrías comer.


 Entonces una biografía del alma, puede ser un revulsivo Una biografía que se detiene en lo sórdido de los pasajes vividos por su biografiado, puede resultar pantagruélica: tenemos necesidad de la exageración y a veces los grandes hombres y las grandes mujeres, son exageraciones de la especie humana. La biografía también debe respetar la más sutil intimidad de los seres humanos.
 Pero esta afirmación es contradictoria, pues para qué nos serviría una biografía que sólo exalte el valor y no las flaquezas que hacen del biografiado un legítimo e imperfecto ser humano arando en el mar, haciendo camino sobre el océano del tiempo.


Difíciles son los hilos de la sabia biografía. El biógrafo también ha de merecer ser biografiado.
Para finalizar, debo detenerme en someras precisiones de cómo utilizo los términos historia de vida, testimonio, memoria y autobiografía, de los que ya he dicho que considero como variantes del género biográfico con matices distintivos, cuyas fronteras son a veces sutiles, algunos teóricos no les ofrecen rangos subgenéricos y se ha dado en defender sobre todo al testimonio como género aparte.


 Diría aquí que una historia de vida trata sobre el trayecto vital de la gente sin historia, del llamado ciudadano común, que vive y padece en su medio social una vida llamémosle corriente. El testimonio apela a lo factual, el personaje biografiado o autobiografiado se somete al imperativo de una circunstancia muy destacable de la que es protagonista, antagonista, testigo presencial o sobreviviente de ese hecho que probablemente ilumine toda su vida. La memoria se reserva para las personalidades de intensas relaciones sociales, quienes relatan sus vidas en función de los hechos relevantes en los que han tomado parte y de las otras personalidades distinguidas que han conocido. La autobiografía puede sumar matices de la historia de vida, el testimonio y la memoria y revestir formas de diario o de relato pormenorizado de la existencia del narrador como protagonista principal de su propia vida.


Una biografía propiamente dicha usa todas estas posibles fuentes: historias de vida, testimonios, autobiografías, memorias, diarios, cartas, relatos de interés periodístico… y termina siendo un texto de corte integral que aspira a ser reflejo del biografiado, ya sea, como he dicho, sobre toda su vida o sobre los segmentos temporales más relevantes de ella.
 La equidistancia entre objetividad y subjetividad puede quebrarse a favor de la segunda, cuando la biografía intenta adoptar el tono de una novela. 
De cualquier manera, toda biografía es una versión, una lectura de una vida, por lo que de cada personalidad cabe armar muchas y hasta muy diferentes y a veces contradictorias biografías.

 

Si Harold Bloom nos ha hablado de «la mala lectura», referido a la crítica literaria, quizás toda biografía sea eso: una mala lectura, una interpetación de una vida que, al apartarse inevitablemente de lo estrictamente factual, al valorar o narrar con énfasis, al exaltar o denostar, se desvía la atención o se falsea de alguna manera la más legítima realidad de la personalidad biografiada, que puede quedarnos en una saga idealizada para su bien o para su mal. Una biografía, por muy verídica que sea, no escapa al destino de la subjetividad del biógrafo, a la etapa histórica en que interprete el ayer. 


El matiz elegíaco que entraña una obra de esta naturaleza, contribuye a la subjetividad que luego se ha de reforzar en manos del receptor, quien a su vez hará una mala lectura de una mala lectura.
Es ése el destino final de toda biografía. Su propio valor de literaturidad, la gala lexical que emplee el biógrafo y su garra de escritor, pueden contribuir a esa subjetivización. 
Una biografía resulta en última instancia también una obra literaria, y ha de sufrir los avatares propios de las divisiones genéricas y de la escritura como ejercicio de arte de la palabra.






El Mundo en que Vivimos: El Horóscopo de Mariela la Pitonisa

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