jueves, 20 de junio de 2019

Historia Biografía de San Bernabé Apóstol


Historia Biografía de San Bernabé Apóstol
Monográfico Histórico de San Bernabe Apóstol 

Historia Biografíca de San Bernabé Apóstol 
San Bernabé
(Siglo I) Apóstol de Jesús de Nazaret. Presentó a San Pablo a los apóstoles y dio pruebas de la sinceridad de su conversión (Hechos 9, 27). 
Enviado a Antioquía para solucionar la cuestión planteada por los gentiles en la Iglesia, fue elegido junto con San Pablo para predicar la fe a los paganos. Más tarde, ambos se separaron y San Bernabé regresó a Chipre. Se le atribuyó sin demasiado fundamento la autoría de diversos escritos.


El apóstol Bernabé
Nacido en Chipre, su verdadero nombre era José; los apóstoles, sin embargo, le dieron el sobrenombre de Bernabé. Era primo de San Marcos, y entregó a la incipiente Iglesia el producto obtenido con la venta de un campo de su propiedad. 
Presentó a San Pablo de Tarso a los apóstoles, y, enviado a Antioquía, pidió la ayuda de San Pablo, al que acompañó en su primer viaje de evangelización. 
Más tarde se separaron porque San Pablo no quería llevar consigo a San Marcos, del que Bernabé no quería alejarse; ello no quebró la amistad entre ambos. Leyendas posteriores y carentes de autoridad sitúan al apóstol Bernabé en Alejandría, Roma o Milán como primer evangelizador, o bien hablan de su martirio en Salamina de Chipre.

Se le atribuyeron algunos textos: Tertuliano le juzga autor de la Epístola a los Hebreos, paulina en cuanto a las ideas, pero no precisamente por su forma; se habla también de un apócrifo 
Evangelio de Bernabé, y figura asimismo bajo su nombre una Epístola seguramente no suya, sino, con mucha probabilidad, de un autor alejandrino o sirio llegado a la fe cristiana desde el judaísmo y compuesta quizá después del 115 o no mucho más allá del 130, pero, en todo caso, antes del 140.

 En ella se muestra la humildad del autor y, al mismo tiempo, sus preocupaciones de pastor de almas; unas veces disminuye el tono y el fervor místico de las enseñanzas de San Pablo sobre las relaciones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, que en otros aspectos complica con la exégesis alegórica; finalmente, expone las advertencias morales referentes a la "doctrina de las dos vidas".


 11 de junio: san Bernabé, Apóstol

De la diáspora. Agregado tempranero al grupo de los primeros. 
Los datos neo-testamentarios apuntan su nacimiento en Chipre, no sabemos nada de su juventud, y está en Jerusalén cuando la primera comunidad cristiana balbucea en medio del mundo judío. 
¿Fue del numeroso grupo de los setenta y dos, enviados a una misión transitoria en el tiempo y restringida en lo geográfico? Quizá el apóstol Bernabé se identifique con José Haleví, el levita, llamado luego por los Apóstoles Bernabé; desde luego así lo pensaron Clemente de Alejandría y Orígenes; otros Padres lo hacen creyente cristiano a partir de Pentecostés.
El hecho es que, cuando los primeros cristianos viven la proximidad física y espiritual en donde echa sus raíces el mandato de amor del Señor característico de los discípulos, algunos tomaron al pie de la letra el consejo de Jesucristo al joven rico «vende lo que tienes, dalo a los pobres, tendrás un tesoro en el cielo, y ven, y sígueme».


 Bernabé lo hizo así, demostrando con obras su desinterés y su generosidad: «José, apodado por los Apóstoles Bernabé, que traducido es lo mismo que “hijo de la consolación”, levita, chipriota de linaje, tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los Apóstoles». Era un gesto absolutamente voluntario que tenía su origen en la caridad.
Aparecen también datos –transmitidos por san Lucas– que confirman el prestigio que el chipriota Bernabé tenía entre los fieles porque, una vez que se convirtió el perseguidor Pablo y quiso tomar contacto con los discípulos en Jerusalén, como estos esquivaban su trato por temor, tuvo que ser Bernabé quien lo presentara con su aval y gracias a ello fue aceptado.
Bernabé intervino en la fundación de la Iglesia de Antioquía; fue el que por encargo apostólico evaluó el movimiento proselitista antioqueno hecho por aquellos que se dispersaron después de la muerte martirial del diácono Estaban.
 Y Bernabé, «lleno de Espíritu Santo y de fe», lo hizo tan bien que se vio precisado a recabar la ayuda de Pablo para poder atender a tanto cristiano convertido, haciéndolo venir desde Tarso; allí estuvieron juntos alrededor de un año.
Precisamente en Antioquía fue donde comenzaron a llamarse «cristianos» los discípulos de Cristo. Y la misma Iglesia de Antioquía lo comisionó para que llevara a Jerusalén las limosnas que habían recaudado para los menesterosos, por la profecía de Agabo.


El mismo Espíritu Santo mandará: «Segregadme a Pablo y a Bernabé para la obra a la que les llamo». Así fue como se tomó la decisión trascendental y revolucionaria de dedicar parte de la energía evangelizadora a los gentiles.
La pareja Pablo-Bernabé embarcó, primero, para Chipre. La isla rica, feraz, con una colonia judía numerosa que había crecido desde que Augusto adjudicó la explotación minera del cobre a Herodes el Grande, que podía presumir de tener su propia sinagoga. Dejaron que se les uniera el primo de Bernabé, Juan Marcos, para el empeño misionero como ayudante.
 En la isla, se convirtió a la fe el procónsul Sergio-Paulo al ver la ceguera del mago Barjesús que les estorbaba en la aceptación del mensaje evangélico. Luego, el trío se fue a Perge de Panfilia, donde se les escapó el joven Marcos porque le debió dar miedo lo que se les venía encima. 

Pablo y Bernabé evangelizaron Antioquía de Pisidia, convirtiendo a muchos y consiguiendo que los judíos se enfurecieran hasta embrollar un tumulto; también en Iconio dejaron bautizados, pero tuvieron que salir huyendo. En Listra fue la apoteosis cuando Pablo curó a un paralítico de toda la vida; tiempo les faltó a los sacerdotes paganos para que decidieran ofrecerles 
un sacrificio, pensando que el gigantón y majestuoso Bernabé era Zeus y que Pablo era Hermes, encargado de llevar la palabra, como si fuera el portavoz del Olimpo; como aquellas gentes supersticiosas hablaban en licaonio, no se apercibieron de la trama hasta que vieron los pebeteros y los toros enguirnaldados para el sacrificio; los dos pusieron el grito en el cielo y rechazaron lo que hubiera sido una ofensa grave al único Dios.
 A pesar del buen comienzo, allí apedrearon de mala manera a Pablo y lo dejaron por muerto. Malo fue lo que pasó en Antioquía de Pisidia, donde los mismos judíos se enfadaron con Bernabé por haber abandonado los usos y costumbres judías y esto motivó que decidieran consultar la opinión de los Apóstoles de Jerusalén; allí expusieron el asunto Bernabé y Pablo y se dictaron normas prácticas.


Pablo y Bernabé pensaron un nuevo plan misional en el que entraba la visita a las comunidades fundadas previamente y ampliar el radio de acción. Pero el joven primo de Bernabé, 
Juan Marcos, fue el motivo de la separación de aquel par de mensajeros evangélicos. Bernabé quería llevarlo de nuevo, y Pablo se negó por el fracaso anterior; tomó a Silas para irse a Asia, y Bernabé con su primo embarcaron para Chipre.
Aquí termina la historia de Bernabé; ya no se sabe de él nada más con certeza. A partir de este momento, solo conjeturas con más o menos probabilidad; la Epístola de Pseudo-Clementino 
lo sitúa en Alejandría, Roma y Milán, con martirio en Chipre, y las Actas del apóstol San Bartolomé  escritas por el chipriota Alejandro dicen que murió en Salamina, lapidado por los judíos.
En cualquier caso, fue un apóstol conocidísimo y con una prestancia tal que le llegaron a atribuir la Carta de Bernabé, que tuvo una veneración importante en la antigüedad cristiana hasta el punto de que el Códice Sinaítico la incluye después de los escritos neo-testamentarios, 
dando a entender que, por algún tiempo, se consideró canónica por algunos Santos Padres que sí consideraron a Bernabé como uno más de los doce. También el Catálogo Gelasiano le atribuyó un evangelio que en realidad es rechazable por herético y por tener un pronunciado sabor gnóstico.

En el canon de la misa llamado romano, está incluido su nombre, dato demostrativo de la gran estima que siempre tuvo su figura en la Iglesia, la veneración de su recia personalidad abierta a la verdad, viéndolo entregado por entero a la causa del Evangelio entre los paganos.
Se cuenta de él que nunca quiso separarse del evangelio de san Marcos, que siempre llevaba consigo; por lo visto, solía aplicarlo a los enfermos consiguiendo múltiples curaciones milagrosas.

 Y es que la Palabra de Dios salva a las almas, sin menospreciar la salud de los cuerpos cuando conviene. De la leyenda que lo hace predicador de la fe cristiana en Milán sale que sea patrón de la ciudad italiana; del relato que lo hace morir lapidado nace que se le invoque como protector contra el pedrisco.


La Vida y Obra de Jesús y los Apóstoles 

Sin dudas Jesucristo es uno de los hombres que más profundamente ha influido en la historia de la Humanidad. Su predicamento en vida, se transformó tras su muerte y dando lugar a una nueva religión, que se extendió por buena parte del mundo occidental, a través de la evangelización llevada adelante por la Iglesia Católica. A tan sólo unos par de meses de Semana Santa, conmemoración de la Pasión de Jesucristo, repasaremos brevemente parte de su biografía: sus años como predicador y como líder espiritual.
La biografía de Jesús de Nazaret llega a nosotros a través de los evangelios, los libros sagrados escritos por aquellos que se acercaron mucho a Jesucristo y decidieron informarse y escribir sobre la vida de Él. En estas escrituras se describe a Jesucristo como un hombre pacífico y alejado de la violencia, una característica bastante común en los años de la dominación del Imperio Romano. Sin embargo su mensaje era conflictivo.
 Se contraponía al cumplimiento de la Torah que propugnaban los fariseos. También se distanciaba de las creencias de los esenios, y las otras religiones que allí se practicaban. Al provenir de un Imperio politeísta, no era de extrañar que los creyentes se dispersaran en diferentes religiones. Lo único que se salvaba era el Templo de un rol central en la vida espiritual y en donde nadie, en su interior, era juzgado por rezar.


Antes de conocerle como predicador, tenemos que conocer algo más de Él, cuando era un niño. Jesús de Nazaret nace hacia año 5 a.C. en un establo de Belén, en Judea, cuando dicha provincia pertenecía al Imperio Romano. Sus padres fueron  José (que era carpintero) y María la Virgen.
Según conocemos por las Sagradas Escrituras, Jesús fue «concebido por obra y gracia del Espíritu Santo«. Con esto, se quiere explicar la intercesión del Espíritu Santo, para que la joven María, Madre de Jesús, quedase encinta del Hijo de Dios. Y como el Hijo de Dios, no podía habitar en el cuerpo de una pecadora, ella nación sin pecado alguno. Llamándola así, Inmaculada Concepción, librándola del pecado original, con el que nacemos todos.
Además, a pesar de estar casada con José, ella se mantuvo sin conocer varón, que nunca yacieron en el lecho, como marido y mujer, por lo que si virginidad, se quedó intacta. De ahí la expresión, Virgen María.

Tras un tiempo en Egipto, escapando de las persecuciones del Rey Herodes, ya que escuchó hablar de este tan preciado niño y mandó a matar a todos los varones menores de un año, el niño Jesús por fin nace en el portal de Belén y pasa su infancia y juventud en Nazaret, en Galilea.
 Se dedicó a ayudar a su padre José en la carpintería y también pasó el tiempo estudiando las tradiciones judías de la época. Tal era su curiosidad, que queda reflejado en la Biblia, que acudía al Templo de manera asidua para poder hablar con su Padre e intercambiar ideas religiosas con los entendidos en la materia. Fue a los doce años, cuando desesperados, los padres de Jesús le buscaban y consiguieron hallarle en el Templo.
Al llegar a los 30 años, comienza su vida pública, según las Escrituras y es bautizado por Juan «El Bautista» en el río Jordán. Juan el Bautista le había señalado como su sucesor, que le reconoció, quiso darle su función en el mundo, que era bautizar a aquellos que se convertían a la fe en Dios, pero Jesús se negó y quiso que le dejara hacer, lo que venía a hacer a este mundo.
A los treinta años, se estableció en Cafarnaún, donde comienza  a predicar la “llegada del Reino de Dios«.


Jesús de Nazaret era un predicador ambulante. Tras sortear una serie de pruebas de ascetismo, entre la población que le rodeaba, aumentó su popularidad y, también, el número de sus seguidores. Entre estos seguidores, fueron apareciendo ciertas personas que destacaban entre las demás y que dejaron todo a un lado, para seguirle. Eran los doce hombres que conformaban el núcleo más cercano a Jesús. Eran quienes hoy conocemos como los doce apóstoles.
Jesucristo dedicó gran parte de su juventud (y de su vida) a predicar sus enseñanzas de Dios. Así, recorrió numerosos lugares de Palestina, consiguiendo que le escuchasen por todas las partes del mundo. ¿Cómo podía mover tantas masas? Jesús de Nazaret, hablaba y predicaba con parábolas, que eran hechos que llegaban al sentido del ser humano, para hacerles reflexionar.


Los más humildes se identificaban con la palabra de Jesús y sobre todo sumaba seguidores debido a los muchos milagros que decían que obraba. Tenemos un famoso ejemplo, como la resurrección de Lázaro o la transformación del agua en el mejor vino de la fiesta, durante las bodas de Canaán.
A pesar de la admiración de muchos, Jesús sufre acusaciones por hipocresía moral. Le acusaban de creerse mejor que sus dioses y de lavarles el cerebro a sus fieles seguidores, además, de meterles patrañas con los milagros. Veían en el predicador a una amenaza, que haría temblar los cimientos de sus creencias y su falta de humildad en sus religiones.
Hablaba de la venida del Reino de Dios y de su gobierno, con amor y justicia, en donde todos tendrán sitio para poder vivir en paz. De este modo Jesucristo es denunciado ante el gobernador romano, Poncio Pilatos por haberse proclamado Rey de los Judíos y Mesías, aunque cabe señalar que el Reino al que Él se refería mientras predicaba era el Reino de los Cielos, el Reino de Dios.


Ultima cena
El Imperio comenzó a cercarlo y no se podía dar marcha atrás. Jesús sabía que su final era inminente, entonces, reunió a sus discípulos para que juntos así, pudiesen celebrar la Pascua, en un mesón que habían reservado. Ésta reunión, era La última Cena. Después de la cena, Jesús, temeroso de lo que se venía encima, rezaba en el Monte de los Olivos, tratando de sacar las fuerzas que necesitaría en lo que se aproximaba. Le acompañaron dos apóstoles, para que rezaran con Él, pero se quedaban dormidos.
Más tarde, seguido de soldados del imperio, apareció uno de sus discípulos, Judas Iscariote, que por treinta monedas de plata, entregó a Jesús al Imperio, tras un beso con el que le traicionó. Esta situación da inicio a la Pasión de Cristo, proceso en el cual es sometido a durísimos padecimientos antes de ser finalmente crucificado en la cruz.

Los últimos días de Jesús
Como hemos explicado, la víspera de la Pascua judía, Jesús se reunió con sus apóstoles en la conocida “última cena”. En ella, predijo ante sus seguidores que habría de ser traicionado por uno ellos. Poco después, tras la traición del apóstol Judas Iscariote, Jesús fue capturado por los guardias del sumo sacerdote.
El consejo religioso judío, le declaró culpable de blasfemia, ante la afirmación de Cristo de que él era el Mesías. Se le condenó a la pena de muerte. Pero el sanedrín no podía aplicar dicha pena sin el consentimiento de las autoridades romanas que, recordemos, dominaban la región. Fue así que el gobernador romano de Judea, Poncio Pilatos, accedió a cumplir la pena que determinaron las autoridades judías. Jesús fue torturado y los soldados, rasgaron sus vestiduras, se apostaron su capa. Le incrustaron en la frente, una dolorosa corona de espinas, para que recorriera el camino, hasta el Monte del Calvario.
Poco después expiró a través de crucifixión, un método de ejecución utilizado en tiempos romanos. Cuando Jesús entregó su vida, el suelo tembló y el cielo tronó. Sus discípulos, se encargaron de recogerle, ungirle y velarle. Guardaron su cuerpo en una pequeña cueva, tapada por una gran roca. Al tercer día, cuando volvieron a verle, Jesús, había resucitado de entre los muertos.


El Jesús 
Tras su muerte, la vida y el legado de Cristo cobraron una relevancia como quizás nunca se había visto en la historia. Sus discípulos relataron el milagro de la resurrección. Los once apóstoles restantes presenciaron su aparición. En ellas Jesús les ordenó que predicaran su mensaje. Esta línea religiosa que sostenía que Jesús de Nazaret era el Mesías, hizo que las creencias cristianas se separaran aún más, de la tradición judía.
Resurrección
Posteriormente se desarrolló el cristianismo, como una nueva religión, que tuvo un comienzo de persecuciones y ocultamiento. Pero sólo algunos siglos después, llegó a ser la religión oficial del Imperio Romano, alcanzando su mayor poderío al dominar la espiritualidad de la Europa Medieval y luego del “Nuevo Continente” tras el Descubrimiento de América.

Además del Nuevo Testamento, que es la parte de la Biblia que habla de la vida humana de Jesús, existen otras fuentes que demuestran la existencia de Jesús y que han llevado a muchos expertos a admitir su existencia, como personaje histórico más allá de su dimensión religiosa. Esta aceptación prácticamente universal de la naturaleza histórica de la figura de Jesús procede del conocimiento que se tiene de su existencia por otras fuentes escritas ajenas a los Evangelios cuyos autores, además, no estaban directamente vinculados con el universo del cristianismo primitivo. Así, se considera que estas fuentes son más fiables que los escritos vinculados a la Biblia al ser consideradas más imparciales y no verse contaminada directamente por cuestionamientos de tipo religioso.
Las dos fuentes principales que se utilizan para demostrar la existencia de Jesús desde un punto de vista histórico son:

Ha pasado a la posteridad especialmente por los escritos, en los que relata los hechos vinculados a la Gran Revuelta Judía del año 66 d. C. Si bien no es exactamente contemporáneo de Jesús, al haber nacido alrededor del año 35 d. C., el hecho de que viviese en la época inmediatamente posterior a la vida y muerte de este personaje hacen de él una fuente bastante fiable a la hora de constatar su existencia.


 Histórico
Jesús específicamente en dos ocasiones en su obra “Antigüedades Judías”, donde hace referencia a un “hombre sabio” que fue seguido y considerado como el verdadero “Mesías” por muchos judíos y griegos y que fue crucificado. Asimismo, también habla de un hermano de Jesús, cuyo nombre han traducido los expertos de habla inglesa especialistas en la obra de este autor como “James” y de la muerte de Juan Bautista, relacionada también con las reivindicaciones judías del momento. Estas referencias, aunque breves, se consideran pruebas fehacientes de la existencia histórica de Jesús, documentada por un escritor ajeno al ámbito del cristianismo primitivo.

Tácito
En segundo lugar, nos encontramos con el historiador romano Tácito. Este autor, posterior a Flavio Josefo, cuyas obras se retrotraen ya al siglo II d. C., por lo que su distancia temporal de la época en que nació Jesús hace que su testimonio se considere menos original que el de Flavio Josefo. Sin embargo, la distancia ideológica que muestra respecto al cristianismo también hace que se le considere más independiente y menos contaminado por las ideas cristianas que otros escritos de la época. Así, Tácito, en sus famosos “Anales” describe la ejecución de Jesús por Poncio Pilatos mientras cuenta la persecución que Nerón hizo de los cristianos tras el incendio de la ciudad de Roma, hablando de su culto como mito y describiendo tal creencia como “vergonzante” y lamentándose de que hubiera llegado a Roma desde Judea. En todo caso, pese a su tono despectivo, el famoso autor romano testifica su existencia de forma fehaciente y considerada totalmente fiable por parte de los historiadores, que utilizan los escritos de Tácito para apoyar otros descubrimientos de tipo histórico.
Aunque existe la teoría del “mito de Cristo”, que defiende que Jesús nunca existió históricamente, la mayoría de expertos coinciden en que la existencia real de Jesús es indubitable. De hecho, ni los enemigos más encarnizados de los cristianos pusieron nunca en duda la existencia de Cristo, ni siquiera durante sus ataques más agresivos contra dicha fe, especialmente porque en ocasiones, esos perseguidores, al final , se convertían a la fe que tanto perseguían. Pese a que los expertos pueden no estar de acuerdo en los detalles y las cuestiones de tipo religioso, está aceptado a nivel general que durante el primer tercio del siglo I d. C., hubo un hombre en Judea llamado Jesús que fue bautizado por Juan “el Bautista” y fue mandado ejecutar por Poncio Pilatos, más allá de toda duda razonable.


Mito de Jesús de Nazaret
Jesús de Nazaret es el hijo de Dios y, por tanto, la figura en torno a la cual, giran gran parte de las creencias religiosas del cristianismo. Sin embargo, también hay una serie de corrientes de pensamiento que no comparten las ideas cristianas y ponen en duda los relatos de la Biblia y, en su mayoría, también niegan los hechos, vivencias o doctrinas que se le atribuyen a Jesús de Nazaret. A las teorías que defienden esto se les denomina como Mito de Jesús, y señalan que todo lo que se señala en la Biblia o en los documentos históricos que se han encontrado a lo largo de los años no es fruto de una intervención divina o niegan que los documentos históricos de verdad supongan una prueba clara de la existencia de Jesús de Nazaret. Según ellos, todo se trata de un sincretismo, es decir, un proceso mediante el cual se ponen en común las ideas de diversas culturas y tradiciones religiosas.
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Los que defiende la teoría del Mito de Jesús aluden a que todo es la invención de personas pertenecientes a diversas órdenes religiosas, que adoptaron las creencias de otros pueblos durante los viajes e intercambios culturales realizados entre diferentes culturas. Un ejemplo de sincretismo sería el Dios Serapis, que se convirtió en una deidad romano-egipcia como símbolo de la buena relación entre ambos pueblos.


En la actualidad, estos movimientos se han ido aglutinando en lo que se ha dado en llamar como la Nueva Era o también la era de Acuario. Según las movimientos que se adscriben a la Nueva Era, el sincretismo religioso es algo generalizado en el mundo, ya que todas las religiones serían básicamente lo mismo pero con otras ropas. Es decir, todas las religiones son similares (cambian los nombres de los dioses o las leyendas, pero se mantiene lo básico) porque todas se retroalimentan entre sí a través de las relaciones históricas y culturales entre diferentes regiones. Los que creen en esto de la Nueva Era suelen mezclar religiones sin importar de dónde provengan, para ellos lo importante es la revitalización espiritual y el misticismo.
Pese a las pruebas que puedan existir en ambos sentidos, está claro que la religión es algo que se vive tan internamente que tanto creyentes como religiosos siempre serán reticentes a admitir los argumentos del otro como ciertos, así que las pruebas valen de poco cuando se habla de religión.

Sea como sea, la vida de Jesucristo, ha inspirado a muchas personas a ser buena y a crear valores que e la vida actual, hacen falta. Muchas personas pondrán en entredicho estas palabras y otras las creerán, pero lo que sí es cierto es que esta biografía de Jesús de Nazaret, es un guiño a la historia, a la forma de pensar y  a los orígenes que a veces tenemos desvinculados.


Los doce Apóstoles

“En torno a Jesús había círculos concéntricos de personas. De dentro hacia afuera, podríamos señalar a Pedro, Santiago y Juan como los tres amigos más cercanos. Después estaría el resto del grupo de los doce apóstoles. Luego, otro grupo más amplio, el de los 72 discípulos”, detalla Julián Lozano, vicario parroquial de Santa María Magdalena, 
“La diferencia entre estos dos grupos es que los doce son elegidos por Jesús para que le sigan más de cerca. Los 72 son personas que eligen acompañar a Jesús en algunos momentos de su vida pública”, aclara.
El sacerdote comenta que los apóstoles a los que más vocación se profesa en la actualidad son “los tres más cercanos: San Pedro, San Juan Evangelista y Santiago Apóstol”.


PEDRO
El que hoy conocemos como Pedro era Simón, hijo de Jonás, un pescador del mar de Galilea que dejó su casa para seguir a Jesús cuando empezó a predicar.
El evangelio de Mateo cuenta que un día Jesús le dijo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”. Por eso, a Pedro se le suele representar con unas llaves en la mano.
Pedro es considerado el primer papa. Tras salir de Jerusalén, vivió en Antioquía y más tarde se estableció en Roma. Cuenta la tradición cristiana que allí fue crucificado cabeza abajo por orden del emperador Nerón. En su honor se erigió la basílica de San Pedro del Vaticano.


JUAN
Entre los apóstoles más venerados está, asimismo, Juan, el más joven de todos. Era hijo de Zebedeo y Salomé y hermano de Santiago, también apóstol. Juan era una de las personas más cercanas a Jesús, tanto que el evangelio cuenta que, estando en la cruz, le encomendó a su madre, María.
Juan fue una persona muy longeva. Se estableció en Éfeso y gozó de un gran respeto entre los primeros cristianos.
Cuenta la tradición que en tiempos del emperador Domiciano, Juan, ya anciano, fue torturado en Roma, donde le introdujeron en un caldero de aceite hirviendo. Sin embargo, sobrevivió y fue desterrado a una isla del Egeo. Más tarde, consiguió regresar a Éfeso, donde vivió sus últimos días.
Juan es uno de los cuatro evangelistas. Su evangelio narra la vida de Jesús desde el bautismo hasta la resurrección y la posterior aparición a los discípulos.
En muchas iglesias se puede contemplar lo que se conoce como tetramorfos, es decir, la representación de cuatro figuras que se corresponden con los cuatro evangelistas. Así, el hombre o el ángel se asocia a Mateo; el león, a Marcos; el toro, a Lucas y el águila, a Juan.


SANTIAGO
El apóstol Santiago, conocido como Santiago el mayor, es hermano de Juan. También dejó sus redes para seguir a Jesús y, junto a Pedro y Juan, estuvo presente en la oración del huerto de Getsemaní.
Fue una de las figuras más destacadas entre los apóstoles y, como tal, uno de los primeros en sufrir martirio. De hecho, murió degollado en Jerusalén, según se relata en “Los hechos de los apóstoles”.
Cuenta la tradición que Santiago viajó hasta la Península Ibérica para predicar. Algunas voces indican que allí falleció y que sus restos descansan en la catedral de Santiago de Compostela, en Galicia (noroeste de España).
Otras apuntan a que sus restos fueron trasladados a tierras gallegas desde Jerusalén. En cualquier caso, hoy el Camino de Santiago es una de las rutas de peregrinación más transitadas del mundo.

SANTIAGO EL MENOR
Entre los doce había otro Santiago, el hijo de Alfeo, conocido como Santiago el menor, al que se considera el primer obispo de Jerusalén.
Se cree que este Santiago era pariente de Jesús y se le presupone un gran parecido físico con él. Así, cuando Judas traicionó a Jesús, le dio un beso para que los soldados pudieran distinguirlo de Santiago.


FELIPE
El tres de mayo la Iglesia celebra el día de Santiago el menor y de San Felipe. Según el evangelio de Juan, Felipe estuvo presente en la multiplicación de los panes y los peces.
Jesús le preguntó dónde podrían comprar pan para tanta gente, a lo que Felipe respondió: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco”.
También es el apóstol que, durante la última cena, le pidió a Jesús que les mostrase al Padre.
Felipe se dedicó a predicar en las regiones de Frigia y Escitia, que se corresponden con los actuales territorios de Turquía y con Ucrania y el sur de Rusia, aproximadamente. Fue crucificado en la ciudad de Hierápolis (la actual Pamukkale turca).


BARTOLOMÉ
Fue Felipe quien llevó hasta Jesús al que sería el apóstol Bartolomé, también llamado Natanael.
Este apóstol predicó en la India y en Armenia. Sobre su martirio hay distintas versiones. La más extendida es que fue despellejado y así se le suele representar en la tradición pictórica.
De hecho, Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina a un impresionante San Bartolomé que sujeta con una mano un cuchillo y con la otra su propia piel.


JUDAS TADEO
Se cree que, como Bartolomé, Judas Tadeo predicó en Armenia. Asimismo, se le sitúa en otros lugares como Arabia, Mesopotamia y Persia.
Judas Tadeo era familiar, tanto de Santiago el menor, como del propio Jesús, a quien se parecía físicamente.
Se le suele representar sosteniendo un medallón con el rostro de Jesús y también con un palo en la mano, en alusión a su martirio.
Judas Tadeo es considerado el santo patrón de las causas imposibles y fieles de todo el mundo le rezan pidiendo su intercesión en los más variopintos asuntos.


SIMÓN
Cuenta la tradición católica que Judas murió junto con el apóstol Simón en Persia. A Simón se le conoce como Simón Zelote.
No se debe confundir con el apóstol Pedro, que también se llamaba Simón. Simón Zelote aparece en la iconografía con una sierra, el utensilio con el que le dieron muerte.


ANDRÉS
Por su parte, el apóstol Andrés fue primero seguidor de Juan el Bautista y después de Jesús, a quien le presentó a su hermano Pedro.
De hecho, Andrés y Juan fueron los primeros discípulos de Jesús. El día de la multiplicación de los panes y los peces, fue precisamente Andrés quien llevó ante Jesús al muchacho que tenía los cinco panes y los dos peces.
Cuenta la tradición que este apóstol fue martirizado en una cruz decusata, es decir, en forma de equis. De hecho, también se conoce a este tipo de cruz en aspa como cruz de San Andrés y está presente


MATEO
Junto a Juan, Mateo es el otro apóstol evangelista. Trabajó como recaudador de impuestos pero dejó su empleo y sus bienes para seguir a Jesús.
Según indican los expertos, su evangelio tiene como fin demostrar que Jesús es el mesías que anunciaron los profetas.


TOMÁS
Entre los doce apóstoles también estaba Tomás, conocido coloquialmente por su incredulidad, pues no creía que Jesús hubiera resucitado.
Según detalla el evangelio de Juan, cuando otros discípulos le dijeron a Tomás que habían visto a Jesús, él respondió: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.


JUDAS ISCARIOTE
Por último, está Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Jesús y lo entregó a los soldados a cambio de 30 monedas de plata. Según cuentan los textos bíblicos, después se arrepintió, devolvió el dinero y se suicidó.
El prendimiento de Jesús tuvo lugar tras la Última Cena, es decir, la noche del jueves. En su evangelio, Juan relata cómo Jesús durante esta comida lava los pies de los doce apóstoles, como señal de servicio y humildad, y les dice que eso deben hacer los unos con los otros.



LOS 12 APÓSTOLES
Ya hace un año y medio que Juan el Bautista identificó a Jesús como el Cordero de Dios. Cuando Jesús comenzó su ministerio público, algunos hombres se hicieron sus discípulos. Entre ellos estaban Andrés, Simón Pedro, Juan, puede que Santiago (el hermano de Juan), Felipe y Bartolomé (también llamado Natanael). Y, con el tiempo, muchos otros se hicieron seguidores de él (Juan 1:45-47).
Ahora ha llegado el momento de que Jesús elija a sus apóstoles, quienes colaborarán estrechamente con él y recibirán una preparación especial. Pero, antes de elegirlos, Jesús sube a una montaña, tal vez una de las que están junto al mar de Galilea cerca de Capernaúm. Allí pasa la noche entera orándole a su Padre, probablemente pidiéndole sabiduría y su bendición. Al día siguiente, llama a sus discípulos y elige a 12 de ellos para que sean sus apóstoles.
Jesús escoge a los seis que mencionamos al principio y a Mateo, el cobrador de impuestos. Los otros cinco son Judas (también conocido como Tadeo o el “hijo de Santiago”), Simón el Cananita, Tomás, Santiago hijo de Alfeo y Judas Iscariote (Lucas 6:16; Mateo 10:2-4).


Jesús orando antes de elegir a sus 12 apóstoles
Estos 12 hombres llevan tiempo viajando con Jesús, así que él los conoce bien. De hecho, algunos eran parientes suyos. Santiago y Juan seguramente eran sus primos. Si, como algunos piensan, Alfeo era el hermano de José, el padre adoptivo de Jesús, entonces el hijo de Alfeo, Santiago, sería otro primo de Jesús.
Está claro que Jesús se sabía los nombres de todos. Pero ¿y usted? ¿Se acuerda de cómo se llamaban los 12 apóstoles? Algo que lo puede ayudar es tener presente que había dos que se llamaban Simón, dos que se llamaban Santiago y dos que se llamaban Judas. Algunos apóstoles eran hermanos: Simón Pedro y Andrés, por un lado, y Santiago hijo de Zebedeo y Juan, por el otro. Con esto presente ya podrá acordarse de los nombres de ocho de ellos. Los cuatro que quedan son Mateo, el cobrador de impuestos; Tomás, el que más tarde dudó; Natanael, a quien Jesús llamó de debajo de un árbol, y Felipe, un amigo de Natanael.

Once de ellos eran de Galilea, la zona donde se crió Jesús. Natanael era de Caná. Felipe, Pedro y Andrés eran de Betsaida, aunque con el tiempo estos dos últimos se fueron a vivir a Capernaúm, donde al parecer vivía Mateo. Santiago y Juan también vivían en Capernaúm o cerca de allí, y tenían un negocio de pesca en la zona. Y Judas Iscariote, quien más tarde traicionó a Jesús, era por lo visto el único apóstol de Judea.


"ORACIÓN AL ACABAR EL DÍA"  
Se acaba el día, Señor.
Ha habido de todo:
momentos felices y momentos de dolor,
aciertos y equivocaciones.

A esta Hora quiero Acudir de Nuevo a Ti,
Para Dejar en Tus Manos Todo Mi Día.
Gracias por mis buenas obras.
Disculpa mis errores.

Todo lo pongo ante Tu Mirada de Padre.
Sé Que Me Amas Tal y Como Soy.
Sé, también, que mañana me Ayudarás
a que las cosas me "salgan" mejor.

A Tus Manos entrego mi Sueño y mi Descanso,
porque sé que Nunca me dejas Solo.
Buenas noches, Señor.

Dame, Señor,
un buen descanso en la noche
y un nuevo amanecer ilusionado
y comprometido con Tu Causa.


LA ORACIÓN DE JESÚS
Cuando leemos los evangelios con atención, podemos darnos cuenta de que la oración es un elemento de primera importancia en la vida de Jesús. Todos los acontecimientos centrales de su historia personal van acompañados de ella, así como sus decisiones más trascendentales, y de un modo muy especial su vivir de cada día.

Jesús ora y nos enseña a orar, porque siente en su corazón de creyente, que sólo con la oración y por la oración, en el contacto directo con su Padre que está en los cielos, tanto él como nosotros, podremos conseguir la fuerza que necesitamos para vencer el mal con el bien, y para vivir nuestra vida como Dios quiere que la vivamos.

En el Evangelio de Mateo lo escuchamos de sus propios labios, como una recomendación clave para fortalecer nuestra fe y nuestra práctica cristiana: “Velen y oren para que  no caigan en tentación; porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mateo 26,41) 

CUÁNDO Y CÓMO ORABA JESÚS

Jesús oraba en todos los lugares y en todos los momentos; es lo que podemos deducir de los relatos evangélicos,  aunque no tenemos datos concretos sino de los tres años escasos de su Vida pública. Sin embargo, la intensidad de su oración en estos tres años, nos hace pensar que una realidad tan clara en esta etapa de su vida entre nosotros, tuvo que tener como principio, un crecimiento gradual que se inició en Nazaret, al lado de sus padres, María y de José, y fue profundizándose y expandiéndose, a medida que Jesús “crecía en sabiduría y en gracia”, y tomaba conciencia de sí mismo y conciencia de Dios, a quien amaba y sentía como su verdadero Padre.

Jesús oraba con María y José, como cualquier niño israelita de su edad, y de su entorno social, pero  tuvo una  primera experiencia fuerte de oración personal, a los 12 años, cuando, según el relato de san Lucas, fue con María y José a Jerusalén, a celebrar la Fiesta de Pascua (Lucas 2, 41-50).


Después de ella vinieron seguramente muchas otras, que permanecen en el secreto de la historia; experiencias que lo fueron madurando espiritualmente, hasta llegar el día en que, habiendo tenido noticia de la predicación de Juan el Bautista, Jesús salió a su encuentro, para escucharlo y ser bautizado por él. Allí, mientras estaba en oración, “Se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo que dijo: “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado” (Lucas 3, 21-22).

Después, Jesús “llevado por el Espíritu”, se fue al silencio y la soledad del desierto, donde, según nos dicen los tres evangelios sinópticos,  permaneció durante 40 días en ayuno, y donde fue tentado por  Satanás.

Aunque no lo especifican los evangelistas, podemos suponer que este ayuno fue acompañado por la oración, y que fue precisamente ella la que le dio las fuerzas que necesitaba para vencer las tentaciones que pretendían desviarlo de la misión que el Padre le había encomendado, y del modo concreto en el que el Padre deseaba que realizara esta misión.

A partir de este momento, los cuatro evangelios refieren una y otra vez, cómo Jesús se alejaba periódicamente  de los discípulos y “se retiraba a orar”, “subía a la montaña” para entrar en intimidad con su Padre, y “pasaba la noche entera en oración”.  Esto sucedió a lo largo de toda su vida y hasta su muerte, porque aún estando en la cruz, en medio de horribles sufrimientos físicos y espirituales, Jesús fue capaz de elevar su corazón a Dios, para ponerse definitivamente en sus manos de Padre.



Una tecera experiencia singular de oración, la tuvo Jesús en el episodio de la Transfiguración,   en la que estuvieron como  testigos Pedro, Santiago y Juan, y que fue para ellos una prueba directa de su gloria. San Lucas nos narra este acontecimiento de la vida de Jesús, con gran precisión de detalles:

“Y ocurrió que mientras Jesús oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en su gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén… Se formó una nube y los cubrió con su sombra… Y vino una voz desde la nube, que decía: “Este es mi Hijo, mi Elegido, escúchenlo” (Lucas 9, 28-36)

También Pedro, Santiago y Juan, fueron testigos excepcionales de la Oración de Jesús en Getsemaní, que marca el comienzo de su Pasión, y que nos hace palpable su perfecta humanidad, sumida en el dolor y la angustia, y también el poder sanador y fortalecedor que el contacto con Dios Padre tenía para él.

cg171En la Última Cena, Jesús hizo una larga oración a Dios Padre, que san Juan llama La Oración Sacerdotal. En ella, Jesús manifiesta la disposición de su corazón en esta hora difícil de su vida, en la que va a consumar su su entrega a la voluntad del Padre, en el sacrificio de la cruz que ya se le anuncia, por los acontecimientos que están ocurriendo a su alrededor. Es una bellísima oración que podemos encontrar en el capítulo 17 del Evangelio de san Juan.


Y, finalmente, Jesús murió como vivió: sumergido en Dios, en constante y profunda comunicación con Él. En oración permanente, humilde y confiada: invocando a su Padre que lo había enviado al mundo con una misión que ya había cumplido a cabalidad; pidiendo perdón por sus enemigos; fortaleciendo la fe de Dimas, el discípulo de la última hora; entregándonos a María como Madre, e  invitándonos a seguirle con fidelidad.


Oración De La Mañana

Señor, en el silencio de este día que nace, vengo pedirte paz, sabiduría y fuerza.
Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor;
ser paciente, comprensivo, suave y bueno.
Ver detrás de las apariencias a tus hijos, 
como los ves Tú mismo, para así
poder apreciar la bondad de cada uno.
Cierra mis oídos a toda murmuración,
Guarda mi lengua de toda maledicencia.

Que sólo los pensamientos que
bendigan permanezcan en mí.
Quiero ser tan bien intencionado y justo
Que todos los que acerquen a mi, sientan tu presencia.
Revísteme de tu bondad; Señor, y haz que durante éste día yo te refleje.


Al comenzar el día

Señor Dios todo poderoso, gracias te doy por este nuevo día, ya que con este nuevo día tengo la oportunidad de acercarme mas a ti, y de servirte mejor que ayer.

Gracias te doy por mi familia, mis amigos y por todas las cosas  que ya has puesto enfrente de mí para mi bien.

Santifica Señor por medio de tu Santo Espíritu, cada paso que yo de, para que a través de ellos de muestra de tu gloria y poder a los que encuentre por el camino.

Bendice Señor Jesucristo mis labios para que den testimonio de tu misericordia y amor; unge Señor Jesucristo mis manos con el perfume de tu Santa Obediencia a la Ley, para que estas bendigan mi labor; abre mis ojos para que vean tu esplendor y así poder tenerte como luz que de claridad a todas las decisiones que hoy tome.

Que por tu gracia mi corazón se regocije dé tal manera que todo el universo sepa que soy tu siervo, y así humildemente servir como instrumento de tu Divina Paz.
Te entrego mi corazón, mis pensamientos y todo mi ser para que los transformes a tu Imagen, y así poder yo ser mas como tu por el bien de tu pueblo, y para la gloria de tu Santo Nombre. Te pedimos esto en el Santo nombre de Jesucristo nuestro Señor.


Comienzo Del Día
Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día: danos tu ayuda para que no caigamos hoy en el pecado, sino que en nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandatos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, quién contigo vive y reina en unidad con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

Salmo 5
Al tocar la luz del dia mis ojos, Señor,
mi corazón se levanta hacia tí en busca de tu mirada.
Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo,
y estate atento, Señor; cercano a mi mano abierta,
Dá respuesta a mi pregunta; ayúdame en mi inquietud,
tú que eres mi Señor, en quién yo confío.

A tí abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar;
de mañana en tus manos pongo mis miedos, mis ilusiones;
de mañana, en tus ojos pongo la pureza u sinceridad
de mi búsqueda.
de mañana en tu camino, quiero dirigir mis pasos.
Oye mi voz, Señor, tu que eres bueno y compasivo
y alienta mi vida que busca en tí luz y calor.

Mira, Señor, mi corazón pobre, que como un gorrioncillo
busca abrigo en tus manos, toma mi arcilla
y moldéala según los proyectos que tienes para mí este día
Quiero estar ante tus ojos y dejarme penetrar por tu mirada;
delante de tus ojos, Señor, me siento pequeño y frágil.
Derrama al comenzar la mañana tu ternura y tu bondad
para que mi corazón se sienta fuerte y animoso.

Señor, aparta de mi camino el mal que me rodea,
y no dejes que este día la mentira se adueñe de mí.
dame mansedumbre y humildad para que mi corazón, Señor,
no sea hoy violento ni haga juego sucio a nadie.
Confío en la abundancia de tu amor y camino hacia tí
firme de que me acoges en tu casa. Haz. Señor,
que camine hoy en tu presencia y que tema apartarme de tí.

Guíame, Señor, tu que eres bueno y santo;
guíame hacia la luz y que camine como hijo de la luz;
guíame y allana mi camino para que sea fiel a tu ley.
y tu camino, Señor, Sea hoy la pasión de mi corazón joven,
y que tu Espíritu Santo me ayude en cada paso.

Que mi boca, Señor, sea hoy la expresión de mi interior;
que mis palabras arranquen de lo profundo y sean verdaderas.

Señor, dame un corazón limpio para que te pueda ver,
Señor, dame un corazón de pobre para que viva hoy tu reino,
Señor, dame un corazón misericordioso, para que derrame misericordia,
Señor, dame un corazón lleno de paz, para que sea hijo tuyo,
Señor, dame un corazón que tenga hambre y sed de justicia
para que sea saciado y haga tu voluntad;
Señor, dame un corazón manso para que posea la tierra,
Que mi corazón se alegre y se regocije hoy,
porque todo lo espero de Tí Dios mío.

A tí me acojo, Señor, al comenzar el día, protégeme.
En tí pongo mi confianza como un niño en su made, ayúdame.
A tí abro mis proyectos y los planes de este día, acompáñame
A tí ofrezco lo que soy y lo que tengo, acógelo.
A tí que eres Dios de la vida, te pido fuerza, anímame.
Mi corazón te ama y, lleno de gozo exulta en tí.

Bendíceme , Señor, guíame por el camino justo;
como un gran escudo defiéndeme, sé mi fortaleza.
Que tus alas, Señor, me cobijen y guarden
mientras yo voy viviendo el día de hoy.


Historia de Las Heroinas de Brunete

Historia de Las Heroinas de Brunete


Las Heroinas de Brunete Historia de la Batalla 

Memoria histórica 
Los orígenes del pueblo, aun hoy, siguen siendo fruto de controversia y discusión. Muchos siglos han pasado y los legajos o testimonios que podrían alumbrarnos en este dilema se han perdido. Pero hay, eso sí, una historia oficial y será esta la que, por el momento y mientras no se demuestre lo contrario, contaremos.
Brunete aparece en las crónicas de la época como un modesto, aunque próspero, villorrio. Los vecinos, ya desde entonces veneran con gran devoción al Santo Cristo del Patrocinio, al que aún hoy pasean a mediados de septiembre.
Cuentan que en su fundación era puro abolengo castellano, aunque bien es cierto que en tiempos donde la Santa Inquisición practicaba con gran severidad la limpieza de sangre, todos los pueblos castellanos se enorgullecían por ser cristianos viejos, aunque tal extremo no estuviese del todo claro y hacían votos de no tener entre sus antepasados a hebreos o mahometanos.



Según ese relato, la villa, como muchas de las vecinas, sería fundada por nómadas segovianos, optando por un magnífico emplazamiento en una extensión conocida como las Brunetas. Allí comenzarán a prosperar, trabajando los productos de la cabaña merina española, en concreto ciertos paños oscuros denominados brunetas.
Pero llegaron los musulmanes y en su rápido avance conquistaron la península hasta la cornisa Cantábrica. Los territorios que hoy forman parte del término municipal de Brunete no fueron la excepción, pasando a manos de un sarraceno llamado El Morillo y que tenía su residencia en el castillo de Villafranca. Toda la zona suroeste de Madrid se tutelaba entonces, sin demasiados problemas, por las leyes musulmanas. Había pocas tropas musulmanas garantizando ese dominio, y sus caudillos solían ser tolerantes con el resto de confesiones.
Poco después el territorio fue reconquistado por las soldadescas cristianas. En 1452 se da lugar un hecho que pone bien de relieve el carácter de los antiguos brunetenses. Por entonces la comunidad, formada por 56 vecinos, andaba algo revuelta por un asunto de tierras. Un día, la campana de San Antón repica llamando a todos a concejo. En el atrio de la iglesia acordarán pedirle a Enrique IV, heredero de la corona, hermanastro de Isabel la Católica y entonces Príncipe de Asturias, la posesión de la Dehesa Boyal. Una zona de tierras fértiles e imprescindibles para acrecentar la agricultura del municipio y que aún hoy resulta un placer pasear.

A mediados y finales del siglo XV la zona quedó bajo el gobierno de las cortes de Castilla y Los Reyes Católicos, que cedieron el pueblo a los condes de Chinchón, Don Andrés Fernández de Córdoba y Doña Beatriz de Boadilla, como compensación a su apoyo en la reconquista de los últimos reinos infieles. Los condes se hacen con una gran marca, en lo que hoy es el sur de la Comunidad de Madrid, y con 1.500 vasallos. Aquella "donación" muy discutida por los vecinos que querían pertenecer a los ricos sexmos de Segovia, dará lugar a una pugna que durará más de 100 años y que finalmente favorecerá a los dos próceres de Chinchón.
Los condes serán dueños y señores del municipio hasta el siglo XVIII, cuando sus descendientes deciden transmitir sus derechos al Marqués de Francavilla. Si bien el pueblo conservará la picota de Chinchón hasta 1869. Los telares y tenerías que habían caracterizado hasta entonces al pueblo, desaparecerán, cediendo todo el protagonismo a la agricultura. Un paso que notarán, sobre todo, los bosques que rodeaban la villa, ya que muchos de ellos desaparecen.
Resulta curioso saber que en su día, en el centro del pueblo, donde hoy encontramos el Parque Luis Martín y la piscina, había una laguna de cierta magnitud. Aunque parece probable que fuese una gran charca de unos 300 o 400 pasos, más que un idílico estanque de aguas claras. Las lluvias que caían sobre el pueblo y formaban torrente por sus calles iban a morir a este marjal, asentado sobre tierras poco permeables. 

Brunete siempre ha tenido un gran nivel freático, tanto que en zonas de la plaza y aledaños han tenido que hacerse drenajes para evitar la humedad. Ese acuífero sumergido lo encontramos a escasos 5 o 6 metros de profundidad, facilitando la construcción de pozos. Tal abundancia de agua se hacía visible en esta balsa vecinal. Las aguas estancadas servirán de refresco para los ganados y para algún que otro vecino acalorado. Desgraciadamente y en épocas de gran calor, la humedad traerá mosquitos y estos, ya se sabe, son buenos compañeros de las enfermedades. Por lo tanto se hacen frecuentes entre los naturales los tabardillos y los dolores de costado. Algunos vecinos aún hoy lo recuerdan, pero más tarde aquel rincón acogió una escombrera que afeaba el lugar y que afortunadamente hace tiempo que desapareció.
En tiempos, el abastecimiento de agua resultaba algo complicado, estando el mejor abastecimiento a casi un kilómetro de distancia, y haciendo frecuentes las peregrinaciones de vecinos en su busca. El camino del agua era el que hoy llamamos camino viejo a Boadilla, por el que, en pocos minutos, se llegaba al río Guadarrama y a sus entonces límpidas aguas.
El Siglo XIX. En aquel tiempo toda España sufre la revolución encabezada por los generales para derrocar a Isabel II. Son tiempos turbulentos en la capital de España que afectaran a Brunete, donde continúa el talado de los bosques y del poco arbolado superviviente. Hoy en día resulta difícil imaginarse que los campos de Brunete estuvieron en su día cubiertos por grandes bosques de encinas y algún que otro pinar.


La batalla de Brunete
Tras capturar las provincias vascas el ejército nacional tomaba un respiro antes de entrar en Santander. Esta situación convenció al ejército republicano, en especial al ala comunista, de que había que distraer la atención del enemigo.
 Brunete fue el lugar elegido para hacerlo y resulta harto curioso, aunque desgraciado, puesto que nuestro pueblo no disfrutaba de gran importancia estratégica. Allí se habían reunido dos cuerpos de ejército republicano, con un total de 85.000 soldados, apoyados por 40 carros blindados, 300 aviones, 130 tanques y más de 220 piezas de artillería de campaña.
Por entonces Brunete estaba en el lado de los sublevados, contaba con una población de 1.556 habitantes y una discreta importancia respecto a las comunicaciones y al cerco que los nacionales mantenían alrededor de Madrid. 
La idea era romper ese asedio y quitar presión a la capital. Para ello se ideó un plan que el general Matallana se encargaría de poner en marcha. Por entonces, en junio del 37, el frente estaba establecido en una línea que unía Navalagamella, Villanueva del Pardillo, las Rozas y Madrid, siendo la parte norte territorio republicano y la sur, zona nacional.

El avance del ejército republicano cogió por sorpresa a los nacionales que defendían el lugar con muy pocos efectivos. Los restos de la División 71, formada en su mayoría por falangistas y 1.000 marroquíes, se encargarían de esa inútil defensa. El 6 de julio se coordinó el ataque de la aviación y la artillería y a las pocas horas Brunete estaba rodeado. La alarma corrió entre las filas de los nacionales, aquella era una zona que no se podía perder. El interés de Brunete, más que estratégico, era político y, según decían los mandos, el ejército Nacional no podía permitirse una derrota justo allí. Por eso, no tardaron en disponer la marcha de varias divisiones desde el norte, artillería pesada y la Legión Cóndor, formada por pilotos alemanes, y tristemente célebre por el bombardeo de Guernica 3 meses antes. Mientras, en Quijorna, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo y Villafranca pequeñas guarniciones nacionales resistían el asedio de los republicanos.

En la zona se concentraron enormes efectivos de uno y otro bando. La contienda continuó sin descanso y de forma sangrienta, luchando a campo abierto, con ofensivas constantes de tanques e infantería. Los campos y las casas del pueblo no tardaron en llenarse de fuego, con grandes columnas de humo que podían verse desde la sierra. Además los soldados sufrían grandes penurias en el abastecimiento de agua pese a estar a pocos kilómetros del Guadarrama. En los cielos el combate era igualmente encarnizado. Los aparatos de la Legión Cóndor (los Messerschmitt y Heinkel 111) al mando del Wolfram von Richtofen, se enfrentaban en inferioridad numérica a los chatos rusos, aunque la pericia de sus pilotos y la capacidad técnica de la industria alemana pronto los situó como señores del aire en toda España. Sus Messerschmitt, con una velocidad de casi 600 kilómetros por hora y capaces de cargar 500 kilos de bombas, fueron determinantes.




El 13 de julio y tras 7 días de cruel batalla concluía la ofensiva del ejército republicano, que se aprestaba a defender las posiciones conquistadas, unos 12 kilómetros al sur de Brunete, por la carretera de Navalcarnero. 
Pese a los refuerzos, el ejército nacional que defendía Brunete había sufrido una gran derrota y el cerco a Madrid se había distendido ligeramente. 
Se cavaron trincheras, se curaron heridas y se enterró a los caídos. Aquellos días surgieron buena parte de los fortines que podemos ver en el pueblo. Un total de 14 bunkers nacionales.
Los especialistas, aun hoy en día, no se explican como el ejército Republicano detuvo el avance, cuando tenía los medios para haber conquistado mucho más terreno.
Mientras, el ejército nacional reunía efectivos para la conquista del pueblo y su comarca. El 18 de julio divisiones al mando de los generales Sáenz de Buruaga, Asensio y Barrón atacaban Brunete desde el sur.

 En los cielos la Legión Cóndor se mostraba invencible, habiendo derribado cerca de 21 aparatos republicanos, en su mayoría pilotados por aviadores soviéticos. La batalla se prolongó hasta el 22 de julio, con temperaturas asfixiantes y los conocidos problemas de abastecimiento de agua. Barrón, que atacaba por el centro entró en el pueblo tras romper las líneas republicanas. Los campos que rodean el pueblo ardían y se ocultaban tras el humo. Por todos lados había muertos, trincheras, tanques calcinados o movimientos de pequeñas tropas que atacaban y se replegaban.
La contienda se trasladó a las calles o a lo que quedaba de ellas, haciendo que el avance fuese aún más lento. Con el pueblo ya perdido la división de Líster se atrincheró en el cementerio y resistió tres días más. Pero la lucha era desesperada y poco había que hacer.
Brunete había sido reconquistado, no así las localidades vecinas de Quijorna, Villanueva de la Cañada y Villanueva del Pardillo, que permanecerían en manos republicanas algún tiempo o en tierra de nadie.

La batalla se zanjó con un balance espeluznante. Del lado republicano se contaban 20.000 bajas y cerca de 100 aviones derribados. Del lado nacional 17.000 bajas y 23 aviones. Los primeros, además de llevarse la peor parte, perdieron gran cantidad de material que más tarde echarían de menos en la defensa de Madrid. Las Brigadas Internacionales que habían participado estaban exhaustas y el golpe en el ánimo de los republicanos sería mortal.
El batallón Lincoln (formado por norteamericanos de raza negra) casi desapareció en el corazón de Brunete, el batallón británico quedó reducido a 80 hombres, que en palabras de sus mandos "se mostraban indecisos a la hora de ir al frente". Una brigada polaca se amotinó, negándose en plena batalla a volver al frente. Por el otro bando un batallón de marroquíes fue hecho prisionero y fusilado al completo. Hubo algunas deserciones importantes y se reconoció el enorme papel que habían jugado los tanques en la conquista de Brunete y en los campos que rodean el municipio.
Es una lástima que esta tierra, pasados 65 años, sea recordada en toda España por los 40.000 bajas en esa cruel batalla. Casi todo el pueblo fue destruido por la artillería y la aviación de uno u otro bando. Hoy en día quedan varios testigos vivos de aquellos tristes días y varios fortines que advierten de un terrible pasado, para que nunca vuelva a ocurrir.


La Reconstrucción Tras numerosos bombardeos, incendios y pillajes el pueblo queda destrozado. Su restauración correrá a cargo de Regiones Devastadas, una institución del régimen que dará un aire similar a todos los lugares reconstruidos. Sus señas de identidad, que son las del estado, vienen a rememorar el conocido estilo herreriano, tan acreditado en Madrid y que podemos disfrutar en el Escorial o en el Palacio Real de Aranjuez. Se caracteriza por la pureza de las líneas, con una cierta elegancia matemática y con pocos ornamentos. Vemos capiteles de pizarra y decoración geométrica formada por pirámides y esferas o bolas. Es, sin duda, un estilo clásico, poco espectacular pero limpio y elegante.
La mayoría del pueblo había quedado arrasada con lo que las obras tomaron todas las calles y solares del pueblo. Aún así, fueron la Plaza Mayor y la Iglesia los lugares de mayor trabajo. La primera se había perdido casi en su totalidad en los bombardeos, quedando un gran solar compartido entre la nueva plaza y la línea de la carretera que rodea el pueblo en dirección a Villanueva de la Cañada.
En la Plaza observaremos con facilidad esas líneas maestras que conforman el llamado estilo herreriano. En el centro quedará la fuente, que tantas aguadillas y bromas ha presenciado a lo largo de los años. En ella, una gran bola de piedra sustenta unos brazos de hierro sobre los que se asientan cuatro faroles. La plaza se asentaba en un terreno irregular, lo que obligó a poner varias alturas, salvadas con numerosos escalones. Unas obras y un aspecto que hoy en día le confieren cierta agilidad, originalidad y gracia. El suelo se parte simétrico con una inmensa cruz, en cuyo centro nace la fuente.

Junto a la Plaza, y formando un bello conjunto, se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Una larga escalinata la une a la Plaza Mayor. El aspecto que vemos hoy en día tiene poco que ver con el que formó parte del perfil brunetense en varios siglos. Pocos legajos hay que nos hablen de ella, y la mayoría de ellos están fuera de nuestro municipio. Pero sí sabemos que fue edificada en el siglo XVI y restaurada en 1772 tal y como podemos leer en una de sus portadas. Su apariencia se mantendrá hasta 1836, cuando un terrible incendio la devaste. 14 años más tarde empieza su laboriosa reconstrucción, concluyendo en 8 años. La recolecta de fondos para estas obras será larga y complicada, necesitando finalmente el apoyo de los fondos públicos. En el siglo XIX también se derrumbará la torre que le da prestancia y que podía contemplarse desde las localidades cercanas. En la torre, anterior a la restauración, puede verse que poco o nada tiene que ver con la que podemos contemplar hoy en día, puesto que su tejado circular ha sido sustituido por un techo de pizarra muy al gusto escurialense.


Era conocida entre los vecinos la frialdad que se sufría entre sus muros, siendo frecuentes las corrientes de aire y haciendo de la oración un tormento y una penitencia mayor de la debida. Para evitar esa molestia quiso en su día construirse una cancela.
Las tallas que decoran su interior tienen escasa importancia y es que el verdadero patrimonio del templo fue destruido en la Guerra Civil. Pero eso sí, podemos disfrutar de algunos trabajos correctos, entre los que destacan un altar mayor dedicado a Nuestra Señora de la Asunción, encuadrado entre varias columnas. En la parte superior veremos un dosel con una imagen del Cristo crucificado y en lo alto una paloma que representa el Espíritu Santo. También encontraremos unos sagrados corazones, con las cabezas de los apóstoles Pedro y Santiago, este último como recuerdo del fin de la batalla de Brunete, que se dio en el día de Santiago y que tantos sinsabores trajo a la localidad.
Paseando por entre sus naves observamos también un altar dedicado al Cristo del Patrocinio, patrón del pueblo desde el siglo XVIII. Pero la imagen es posterior a la batalla y tan solo se guarda un brazo de la anterior. La parroquia se engalana los días 14 de septiembre, en honor al Cristo del Patrocinio, y el 20 de Enero haciendo lo propio con San Sebastián.


Historia de Las Heroinas de Brunete 

Hijas de los Marqueses de Marzales, Pablo Larios y Sánchez de Piña y de María Josefa Fernández de Villavicencio y Crooke, I Marquesa de Marzales, que tuvieron nueve hijos: Pablo, Natalia, Mercedes, Irene, José, Margarita, María Isabel, María Luisa y Fabiola. Trataremos de María Isabel, María Luisa, Irene y Margarita. Eran naturales de Algeciras, provincia de Cádiz.
María Isabel (Maribel) y María Luisa (Marilú) Larios 
 María Isabel, conocida familiarmente como Maribel, y su hermana María Luisa, llamada Marilú, fueron militantes falangistas de primera hora. Eran Enfermeras Voluntarias de Falange ambas, durante la Cruzada Nacional de Liberación. En plena Batalla de Brunete, se recibió orden de evacuar un Hospital de Campaña. 
Las hermanas Larios tenían bajo su cuidado a un Alférez y a cuatro Soldados cuyo estado era gravísimo y no podían ser trasladados, por lo que decidieron permanecer con ellos cuidándolos. Cuando los rojos de la 11ª División de Líster entraron en el Hospital, las hicieron prisioneras y las llevaron a Valencia, de donde pudieron ser canjeadas por presos enemigos y volvieron a la España Nacional. Recordemos un poco de historia, consultando lo que publicaba la revista Blanco y Negro el 4 de julio de 1959:

  “Julio de 1937, las Brigadas Internacionales, mandadas por Líster y el Campesino presionaron el frente de Brunete. Los defensores del pueblo resisten el formidable ataque, y en el Hospital de Sangre de primera línea, dependiente de la Jefatura Nacional de “Enfermeras y lavaderos” de la Sección Femenina, dos muchachas muy jóvenes, Marilú y Maribel Larios y Fernández de Villavicencio, hijas de los Marqueses de Marzales de Algeciras, permanecen en sus puestos negándose a ser evacuadas… Brunete termina por caer en manos del enemigo al filo de la madrugada. Las dos enfermeras son apresadas… sin darles el trato de prisioneras de guerra y tener en cuenta su condición de mujeres dedicadas al sagrado oficio de curar, son conducidas a pie y bajo un sol terrible, con los soldados apresados, desde Brunete a Torrelodones, donde el propio Líster, que se dice paisano suyo como natural de San Roque, las somete a un interrogatorio.


 Al anochecer de aquel mismo día, extenuadas por el cansancio, son enviadas en coche al Canto del Pico, cuartel general de Miaja, donde de nuevo se les interroga, ordenando que sean conducidas en Madrid. Es este un momento sumamente peligroso para las muchachas. Los que van a llevarlas a la capital deciden darles muerte en el camino.
 Un oficial de la escolta de Miaja interviene a su favor, y son llevadas aquella misma noche a la cárcel de Valencia, donde permanecen incomunicadas por espacio de diecinueve días. Ambas son tratadas como presas comunes, nunca como prisioneras de guerra; pero mientras Maribel permanece encerrada con dos asesinas, Marilú es sacada de la cárcel a medianoche diciéndosele que la van a fusilar. En realidad la traen a Madrid para que hable por la radio y diga al mundo que recibe un trato de favor
 A su regreso a Valencia se levanta la incomunicación a las dos hermanas y son llevadas a la prisión de Alacua, que funcionaba muy bien y que los rojos enseñaban, como parte de su propaganda, a la Prensa extranjera. El cónsul de Inglaterra en Valencia se ocupa de ellas, y las muchachas son canjeadas al cabo de tres meses. Marilú y Maribel Larios son de una familia de Algeciras cuyas mujeres hicieron mucho por España…”

   Al ser liberadas volvieron a prestar servicios como Enfermeras, esta vez en el Hospital de Villaviciosa de Odón. Se les otorgó la Cruz Roja del Mérito Militar obtenida en el Hospital de Sangre de Brunete (BOE del 13 de diciembre de 1937), concedida por su elevado espíritu y caridad hacia sus heridos y enfermos que las impulsó a no abandonarlos y por ello fueron hechas prisioneras. María Isabel se casó con Carlos Domínguez.
 María Luisa, por su parte, años después, se enroló en el grupo de Enfermeras que partió con la División Azul al Frente del Este, prestando Servicio en los Hospitales de Porchow y de Vilna, regresando a España con sus camaradas en el año 1942, primero a Madrid y posteriormente, el 28 de julio de 1942, a Algeciras. 
El 15 de octubre de 1943, por su Sacrificio y Abnegación ofrendados a los ideales del Movimiento en el desempeño de su labor, la Delegada Nacional de la Sección Femenina, Pilar Primo de Rivera, a propuesta de la Junta Permanente de Recompensas y de conformidad del Secretario General de FET y de las JONS, le concedió la “Y” de Plata Individual. Contrajo matrimonio en febrero de 1954, en la Capilla del Asilo de San José de Algeciras, con Luis Peralta España, con el que tendría dos hijas: María de Lourdes y Beatriz. Falleció en Málaga el 31 de Agosto de 1997.



 Irene: nació en Algeciras, Cádiz, el 26 de abril de 1908. Militante falangista de primera hora. Condesa de Revertera. Fue Enfermera Voluntaria de Falange durante la Cruzada Nacional de Liberación. Organizó en 1938 los Hospitales-Enfermerías de Villaviciosa de Odón, Sevilla la Nueva, Getafe, Villaverde y Seseña. Se le concedió la Cruz Roja al Mérito Militar por su labor humanitaria. Se casó en Algeciras, el 9 de julio de 1932, con Johann Revertera Aldobrandini, Conde de Revertera, y tuvieron dos hijos: Lorenzo e Isabel.
 Margarita: Militante falangista de primera hora. Se casó en Madrid, el 24 de marzo de 1933 con Miguel Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, hermano del fundador de Falange José Antonio y, por consiguiente, fue cuñada de José Antonio. No tuvieron sucesión. Los tres fueron juzgados al mismo tiempo en el juicio-farsa que montó el Frente Popular en Alicante, a resultas del cual José Antonio fue condenado a muerte.
 Sin embargo, en su último acto como Abogado, José Antonio pudo salvar la vida de sus hermanos: Miguel fue condenado a cadena perpetua y Margarita, a seis años y un día de cárcel, además de a una multa de cinco millones de pesetas cada uno. Al llegar el final de la Cruzada Nacional de Liberación quedaron en libertad. No tuvieron descendencia.


Brunete

Brunete de Bruneta, término occitano ‘bruno’, oscuro; de ahí ‘Bruneta’ paño oscuro, relacionado con la actividad ganadera, ya que el municipio lo cruzan cañadas.
Realmente no se poseen datos sobre los orígenes y fundación del pueblo, las primeras informaciones se sitúan en las últimas décadas del siglo XV bajo el reinado de los Reyes Católicos, que otorgaron por Decreto estos señoríos por servicios prestados en las contiendas, y cuya jurisdicción correspondía a Segovia.
Brunete durante la Edad Moderna constituyó una villa señorial, jurisdicción de los Condes de Chinchón, cuya economía fue la labranza y las viñas
El acontecimiento histórico del Brunete es sin duda la Batalla de Brunete, durante la Guerra Civil, 1937, nombre del propio municipio, tras la cual fue prácticamente destruido por la artillería. Su posterior restauración fue realizada por La Dirección General de Regiones Devastadas, con su estilo herreriano, que se caracteriza por la pureza y elegancia de las líneas, con escasa ornamentación.
En su honor tomó este nombre la división acorazada creada en 1943, actualmente llamada División Mecanizada Brunete núm. 1, que se consideró la más potente de las grandes unidades del ejército español.





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