domingo, 3 de mayo de 2020

Los Grandes inventos de la Ciencia de Nuestro Mundo




Los Grandes inventos de la Ciencia de Nuestro Mundo

Qué es un invento Por definición, una invención es una máquina o pieza de trabajo nueva y útil. Las invenciones pueden cambiar la forma en la que vives. Muchos inventos comenzaron como defectos, pero con el tiempo mejoraron y dieron paso a otros inventos y descubrimientos. Estos inventos les han dado a las personas un mundo nuevo para vivir, y seguro que tú conoces muchísimos.


Pero para hablar de inventores debemos hablar y comprender primero la ciencia. Y, ¿quiénes son los científicos Pues son aquellas personas que estudian el mundo que nos rodea y el de más allá utilizando el método científico y realizando experimentos para descubrir cómo funciona la naturaleza.
Aunque a veces decimos mucho la palabra “científico” a secas, lo cierto es que un científico puede serlo de muchas cosas diferentes, y esto se debe a que la mayoría de los científicos estudian y se convierten en expertos en un campo específico de la ciencia.


En términos generales, un científico es una persona que estudia la naturaleza y hace teorías y descubrimientos sobre cómo funciona utilizando el método científico. Un inventor toma las leyes y teorías de la ciencia y las pone en práctica para conseguir cosas que puedan cambiarles la vida a las personas. Esto quiere decir que muchas personas que son científicas pueden ser también inventoras, como ocurrió por ejemplo en el caso de Isaac Newton, que era científico cuando escribió sobre la teoría de la gravedad y que también fue un inventor cuando hizo el primer telescopio reflector capaz de funcionar.


Los inventos que cambiaron nuestro Mundo
Cosechadora
Supuso un avance para la mecanización en los procesos en la agricultura y permitió que los trabajadores del campo tuvieran las manos desocupadas para otras tareas.
Línea de ensamblaje
Supuso el paso de una economía artesanal a una de mercado con la llegada de las fábricas durante la Revolución Industrial.
Palanca
Fue el primer paso para la mejora de la forma de construir, permitiendo, por ejemplo, levantar las pirámides egipcias.
Clavo
Al igual que el tornillo, una verdadera revolución en la construcción tanto de edificios como de infraestructuras públicas, sin olvidar su uso a nivel cotidiano.
Anestesia: Permitió las intervenciones médicas sin agonía ni dolor.


Televisión
En su momento se dijo que unía frente a ella a las familias todas las noches. Desde luego, fue a nivel popular uno de los grandes inventos del siglo XX que, desde entonces, ha variado en su forma, en aquello que proporciona. Es casi impensable una casa sin una televisión.
Aira acondicionado
He hecho la vida más fácil a países con temperaturas elevadas, ya sea durante la temporada de verano o a lo largo de todo el año. Debido al cambio climático, su uso es cada vez más frecuente.
Papel moneda Simbolizar el dinero mediante el papel moneda permitió el desarrollo de la economía de manera masiva. Para muchos, además, comenzaron también un sinfín de problemas. Pero, desde luego, se trata de un invento esencial para la evolución del mundo.
Cohetes
Uno de los sueños del hombre fue volar y el aeroplano ayudó a conseguirlo. 
Otro, el poder ir más allá de nuestro planeta, y los cohetes lo permitieron. A unos pocos, por ahora, eso es cierto, pero su desarrollo permitió avances y conocimientos hasta el momento casi impensables.
Bote de vela
 Invento que cambió de manera radical la manera de viajar, transformando el movimiento humano, acelerándolo, acercando culturas y, por tanto, modificando en gran medida la manera de ver y percibir el mundo.


Excavación petrolera
A través de ella se cambió las fuentes de energía y, como consecuencia, la economía mundial y el clima.
Cemento
Sobre él se ha levantado la civilización. Los romanos lo inventaron y desde entonces se ha convertido en esencial para la construcción de edificios e infraestructuras.
Turbina de vapor
Un dato da sentido a la gran importancia de su invención: genera el 80% de la energía eléctrica del mundo.
Refinado de petróleo
No había otra manera de extraerlo, pero la perfección a la que se llegó permitió una rápida expansión, para lo bueno y lo malo, del negocio del petróleo.


Calendario gregoriano
 Unificó la percepción de tiempo y la adecuó a las estaciones. Una forma de ordenación temporal que llega hasta nuestros días.
Pasteurización
 Supuso un auténtico avance de cara a la salud pública mundial y alimentaria, eliminando riesgos y enfermedades.
Desmontadora de algodón
Masificó la producción de algodón creando una industria que, entre otras cosas, amplió la industrial textil y de la ropa.
TornilloFue fundamental para la industria y la construcción, y gracias a él se pudieron concebir algunas otras invenciones, como la primera bomba de agua.
Arado
 Sin su aparición la agricultura tal y como la conocemos hubiera sido imposible, así como el desarrollo que supuso para ámbitos como la economía y la alimentación.


Fotografía
Cambió el curso de la pintura, también de la cultura y de la forma en la que vemos y representamos tanto el mundo como a nosotros. Esencial durante finales del siglo XIX y a lo largo del XX en un sentido. Ahora, con la telefonía móvil, la fotografía es cosa de todos. Por eso hay quien asegura que ya no existe como tal.
Radio
Gran invento que supuso el primer medio masivo de comunicación instantáneo y que llegaba a todas las casas.
Reloj mecánico: El tiempo, de una manera u otra, siempre ha organizado la sociedad, por eso cuando apareció el reloj mecánico todo cambió debido a una manera diferente de concebir el tiempo y, sobre todo, de gestionarlo.


Telégrafo
Hasta su aparición, la información se movía tan lenta o tan rápida como el ser humano que la transmitiera mediante un viaje, ya fuese largo o corto. Con su irrupción, todo se volvió mucho más rápido para que la información se moviese.
Alfabetización
Supuso que se pudiese transmitir el conocimiento y que perdurara, que se rompieran barreras, que las clases sociales que hasta entonces habían estado privadas de educación pudiesen llegar hacia ella. Un invento esencial.


Teléfono
Otro invento que parece que nació con nosotros, pero fue un avance extraordinario al conseguir hablar con alguien lejano. A partir de entonces, su evolución es enorme. Y sigue avanzando. La historia del teléfono es también la historia de la comunicación.
Sextante
 La historia del ser humano, en cierta manera, es la historia de sus viajes o, mejor dicho, de cómo la mejora de la forma de viajar ha ayudado a la evolución social y humana. El sextante abrió a una nueva dimensión la exploración durante los viajes.
Revolución verde
Cambió la producción de comida al combinar la manipulación genética y el uso de los fertilizantes.



Fisión nuclear
Un invento tan polémico como otros pero que, sin duda alguna, cambió muchas cosas al introducir nuevas fuentes de energía, aunque también un gran poder de destrucción.
Píldora anticonceptiva: Fue fundamental para la llamada revolución sexual y, sobre todo, para la emancipación de la mujer dentro de ella.
Producción industrial de acero
Porque a su vez permitió el mejor desarrollo de otros procesos industriales modernos.


Automóvil
 Lo transformó casi todo. El transporte, desde luego, pero también la configuración de las ciudades, que tuvieron que cambiar su fisionomía para permitir su circulación. La cultura, la economía y la vida diaria en general, dieron un salto con su aparición.
Brújula: Tanto en tierra como en el mar, un invento que ayudó a una mejor orientación. Volando, andando, navegando, la brújula ordenaba viajes y movimientos.
Computadora personal
 Herramienta que parece impensable no usar en la actualidad y que respondió a un intento de ayudar a las capacidades intelectuales del hombre, así como a superarlas.
Aeroplano: Cuando los hermanos Wright realizaron el primer vuelo en 1903 eran conscientes de que estaban regalando a la humanidad un avance soñado durante siglos, la posibilidad de volar para el ser humano. 
Evidentemente, para ello necesitaba del aeroplano, pero lo consiguió. Y de esa manera, además, se creó una forma de viajar mucho más rápida, permitiendo viajes más largos y, con el paso de los años, masificando los movimientos humanos por el planeta.


Pólvora
No es quizá el mejor invento si se tiene en cuenta lo que ha ayudado a la industria del armamento y lo que conlleva, pero sin duda alguna fue decisiva para los conflictos armados. También para el desarrollo de la minería.
Refrigeración
Supuso la posibilidad de conservar y manejar mejor los alimentos, así como prevenir enfermedades provenientes de alimentos en malas condiciones.
Sistema sanitario
 Es casi simple, cada generación vive más tiempo gracias a ello.
Motor de vapor: Nació de la mano del desarrollo industrial, tanto que el uno sin el otro es incomprensible. Tanto para el transporte como para la evolución de las fábricas, el motor de vapor fue esencial.


Internet
Nace en los años sesenta del pasado siglo, cuando Estados Unidos crea una red exclusivamente militar para, en caso de ataque soviético, poder tener acceso a información desde cualquier lugar de país. Ya en los años ochenta, Tim Berners 
Lee y científicos de la MIT, crean el HTTP y, después, el World Wide Web, convirtiéndose en la infraestructura esencial de la era digital.
Vacunación
Base de la llamada medicina preventiva, y a la que todavía mucha población no tiene acceso. A lo largo de los años, se puede asegurar que ha salvado innumerables vidas.
Motor de combustión interna: El motor de vapor fue esencial, tanto como su eliminación cuando se creó este motor que convierte el aire y el combustible en energía.


Papel
Con los papiros como referente, se cree que la invención del papel sucedió en el 105 a.C y se atribuye a Ts’ai Lun, en China. Su desarrollo y perfección ha sido larga y fue esencial para la imagen y la palabra, para su difusión y su permanencia. Lástima que, a su vez, el papel haya contribuido a talas de árboles.
Lentes ópticas
Su masificación fue esencial para permitir el acceso a la lectura y al estudio a muchas personas, aumentado así el incremento de la cultura en la sociedad. Pero también ayudó a un mejor desarrollo del día a día, así como permitió la fabricación del telescopio y el microscopio.
Penicilina
Sir Alexander Fleming, bacteriólogo británico, la descubrió el antibiótico más utilizado del mundo en 1928 logrando que muchas enfermedades mortales hasta entonces dejasen de serlo.


Electricidad: La electricidad no se inventó, porque es un fenómeno natural que el ser humano usa para su beneficio. Se descubrió, en realidad, así como los diferentes usos que se podían dar y que se dieron desde entonces. Lo hizo en 1752 Benjamin Franklin.
Imprenta: La letra impresa permitió que el conocimiento pudiese llegar a todas las clases sociales y que se expandiera con mayor velocidad y riqueza.
La rueda
 Sin ella no se puede concebir nuestra civilización industrializada. Tardó en aparecer, pero cuando lo hizo fue esencial para el transporte, para el trabajo y para la vida cotidiana, convirtiéndose claramente en uno de los inventos que cambiaron el mundo.
La tarjeta de crédito: Surge en la década de los años cincuenta del siglo XX de la mano del norteamericano Ralph Schneider, el fundador de Diner’s Club, y con ello cambió el devenir de la economía doméstica.


El robot
 La palabra data de 1921 y se debe al escritor checo Karel Capek al referirse a humanos artificiales orgánicos. Desde entonces han experimentado un desarrollo enorme que no conoce por ahora límite.
La historia de los inventos es en sí misma, la historia de la humanidad. Una gesta que va desde las necesidades primarias del "homo sapiens", tales como comer, situarse bajo un techo protector y defenderse de sus enemigos, hasta este mundo electrónico y sorprendente en que hoy vivimos.
La generalización es entonces el tributo obligado a un relato que abarca miles de años y que debe condensarse en ochenta y tantas paginas. Pedimos disculpas por esta inadvertida pretensión.
No obstante, creemos no estar defraudando a quienes nos favorecen con su interés. Aunque planteada con rasgos generales, esta historia del cerebro y el músculo del hombre enfrentados con la naturaleza es acuciosa. 
Pueden haber quedado rezagados en el empeño hombres y realizaciones que merezcan el agradecimiento del mundo, pero las líneas generales cruzan puntualmente por los paralelos y los meridianos de este cosmos sorprendente que es la historia del genio y el ingenio humanos.


Muchas veces, además, tuvimos que meter en el mismo costal a inventores y descubridores, ya que la historia los presenta, muchas veces unidos en forma casi indivisible. Por lo demás, los son, en último análisis, notables inventores, ya que en la mayor parte de los casos para ordenar un fenómeno o una ley preexistente han dado muestra de la misma clarividencia, sentido práctico y tenacidad que los más notables inventores. En el hecho, entonces, nuestra tarea ha sido aun mas compleja.
Y de entre las muchas conclusiones a que necesariamente lleva la labor de síntesis, hay una que sirve para asentar el concepto de que nada hay de nuevo bajo el sol.


 Detrás, y no demasiado, de cada uno de los mas increíbles productos nacidos de la capacidad inventiva del hombre aparece nítidamente la influencia de otra mente lúcida anterior que ha prestado su pensamiento 
organizado en leyes físicas o matemáticas y que aparece como precursor quizá si sirva como medida de este aserto el hecho que Demócrito, 500 años antes de Cristo, ya había hablado de átomos y soportado los anatemas de los sabios de su tiempo por sostener que la materia estaba compuesta de pequeñísimos corpúsculos rodeados de espacios vacíos.
Esta apasionante epopeya blanca, que no es otra cosa, repetimos, que el desarrollo del hombre en la tierra, es la que presentamos hoy con ánimo de entregar una historia esquemática pero completa.


Siglo XXXV a. de C. La civilización mesopotámica inventa la rueda.
Siglo V a. de C. Demócrito enuncia su teoría sobre el átomo.
Siglo II a. de C. Arquímedes plantea y resuelve el problema de calcular el volumen de una corona por la cantidad de agua desplazada.
121 a. de C. Los chinos crean la brújula.
1440. Gutenberg inventa los caracteres móviles de metal para la imprenta.
1665. Newton enuncia la teoría sobre la gravitación universal.
1752. Franklin formula la teoría sobre existencia de electricidad en la atmósfera.
1782. Watt construye la máquina a vapor de doble efecto.
1783. Los hermanos Montgolfier elevan su primer aeróstato
1788. Fulton aplica el vapor a la navegación.
1800. Volta inventa la pila eléctrica que lleva su nombre.
figura07-01.jpg1838. Morse patenta el telégrafo.
1875. Bell realiza la primera conversación telefónica.
1877. Edison inventa el fonógrafo.
1885. Daimler prueba con éxito el automóvil con motor de explosión a bencina.
1888. Hertz descubre las ondas electromagnéticas, fundamento de la radio.
1895. Marconi realiza su primera transmisión radio. Roentgen obtiene la radiografía de una mano de su esposa.
1896. Becquerel descubre la radiactividad.
1898. Los esposos Curie descubren el polonio.
1903. Wilbur y Orville Wright hacen volar el primer aeroplano con motor.
1905. Einstein publica su teoría sobre la relatividad.
1924. Baird realiza la primera transmisión de televisión. Goddard lanza el primer cohete propulsado con combustible líquido.
1942. Es probada con éxito la pila atómica ideada por Fermi.
1957. El Sputnik I, en órbita, inaugura la era espacial


Durante incontables millones de años la gigantesca esfera que hoy llamamos Tierra giró en el vacío, tu superficie cubierta de aguas y rocas. Edades sin cuento hubieron de pasar antes de que apareciese la primera célula viva, el primer pez, el ave, el insecto, los mamíferos. 
Entre monstruosos cataclismos nacían volcanes y se hundían mares y lagos, se elevaban cadenas montañosas y se abrían paso los ríos, rugían las tempestades y ardía el inmutable sol. El planeta giraba y rondaba al gran astro llameante, y en su superficie tomaba forma un mundo rico en especies animales y vegetales, jugosas frondas verdes y grandes saurios hambrientos, bosques espesos e inmensas llanuras desiertas.
Después vinieron los hielos. Una y otra vez los glaciares avanzaron y retrocedieron, empujando hacia el cinturón ecuatorial la verde línea de vegetación, ligando con inmensas tundras y estepas la esbelta franja arbolada y los interminables páramos de hielo polar. Durante incontables siglos pareció que todo signo de vida moriría bajo los hielos que avanzaban implacablemente. 


Pero llegó un día en que los glaciares detuvieron su marcha, y nuevos milenios transcurrieron, mientras una vez más se cubría de verdor la zona temporada del globo. Y durante esa primera pausa, ese primer respiro entre la primera y la segunda invasión de los glaciares, apareció sobre la superficie de la Tierra un ser que caminaba erecto, sobre sus extremidades traseras, equilibrando apenas el tosco cuerpo velludo y la gran cabezota de mono: el Australopiteco, primer indicio de una nueva raza que dominaría la Tierra.
Desde entonces ha transcurrido un millón de años. Pero fue esa criatura tan lejana en el tiempo, ese Australopiteco a quien los hombres de ciencia no saben si definir aún como mono o ya como hombre, el que aprendió a matar a sus enemigos, los babuinos, no mediante su fuerza muscular o sus garras, sino empleando un instrumento: una piedra astillada.


 La encontró en algún claro de la selva, o la "construyó" golpeándola con otro objeto para darle la forma requerida No importa: el Australopiteco fue el primero de todos los seres aparecidos sobre el planeta quien, moviéndose en un universo de cosas desconocidas, vio ese objeto y decidió valerse de él para aumentar la fuerza o el alcance de su brazo. 
Había inventado la primera arma.
Desde ese remoto instante se inició la cadena que hoy ha permitido al hombre explorar los continentes, los mares y el espacio interplanetario; transformar la distancia y someter el tiempo; crear ciudades y navíos, aviones y armas atómicas, máquinas y herramientas, vehículos y obras de arte. La larga cadena de inventos y descubrimientos, mediante los cuales el ser humano ha plasmado para sí un mundo que se transforma vertiginosamente, se estira desde esa piedra astillada cogida por el Australopiteco hasta las últimas novedades tecnológicas de hoy.


EL HOMBRE INVENTOR
Entre todos los animales, el hombre es el único capaz de inventar, es decir, de modificar el orden de la naturaleza mediante el empleo de instrumentos.
Es verdad que los castores y las golondrinas construyen sus habitaciones con materias extrañas, que las abejas y las hormigas crean verdaderas ciudades y el gusano de seda o la araría "inventaron" la fibra textil: pero su manera de hacerlo no ha cambiado desde que aparecieron en el escenario del mundo.
 El hombre, en cambio, empuñó una piedra para defenderse de un animal salvaje; luego buscó mejorar ese instrumento primitivo, y terminó construyendo herramientas que le servirían para fabricar nuevas herramientas.
Además, no sólo ha inventado objetos; también ha descubierto las propiedades de los fenómenos naturales, las leyes que los rigen y los factores que los alteran.


 Pero ambas cosas, los inventos y los descubrimientos, le sirvieron en primer término para dar mayor potencia a su propio cuerpo, a sus manos, brazos, piernas y pies, ojos y oídos. Para golpear mejor, mazas y martillos; para coger mejor, tenazas y pinzas; para recoger mejor, redes y recipientes; para rascar mejor, raspadores, peines y rastrillos, para lanzar más lejos un proyectil, lanzas, hondas y arcos; para alargar el brazo, el hacha y la hoz; para trasladarse allí donde sus pies no pueden llevarle, la barca y el carro.
La historia de los inventos no es más que la historia del hombre y sus relaciones con la naturaleza, con todo el mundo que le rodea. Un mundo hostil al que hubo que figura03-01.jpgdomeñar ya en esos inimaginablemente lejanos albores de la prehistoria, en ese amanecer del espíritu humano, simbolizado en el guijarro trizado, aferrado por la mano oscura y de un ente a quien le faltaban aún incontables milenios para llegar a ser, en toda la extensión de la palabra, un ejemplar de esa especie zoológica definida por Linneo como Homo Sapiens.


LOS GENIOS OLVIDADOS
La historia, tal como la conocemos, data de menos de seis mil años atrás. Fue sólo a mediados del cuarto milenio antes de Cristo, que los anónimos habitantes de Sumer aprendieron a marcar, con ayuda de una cuña, una superficie húmeda para grabar una serie de signos permanentes, los que transmitirían su pensamiento a las generaciones futuras.
Allí, entre los sumerios que habitaban el fértil valle que se extiende a los pies de las montañas curdas, entre los ríos Tigris y Éufrates, nació la escritura y con ella la historia. Casi simultáneamente, algún anónimo genio súmero descubrió que era más fácil arrastrar una carga si bajo la plataforma que la sostenía se colocaban dos discos de madera unidos con un eje, la rueda, al igual que la escritura saltó como una chispa del genio humano y ambos inventos marcaron la frontera entre la larguísima preparatoria y la acelerada marcha de la civilización actual.


Fue ese largo período que desembocó en el doble descubrimiento, ese interminable amanecer de la inteligencia humana que se prolongó hasta el año 3500 antes de Cristo, el que constituyó la prehistoria. Poco sabemos de quienes habitaron la Tierra durante esos mil milenios: pero podemos estar seguros de que hubo entre ellos genios comparables a Arquímedes y Leonardo da Vinci, Newton y Einstein. 
Fue durante ese millón de años ignorados que vivieron los anónimos inventores de las primeras armas, viviendas, herramientas agrícolas, vasijas y embarcaciones: los que aprendieron a cocinar el alimento, fabricar trajes de piel, arar la tierra y pintar hermosas imágenes en las paredes de las cuevas de roca.
Después del Australopiteco, el conocimiento del hombre se abre en un largo paréntesis que abarca cerca de medio millón de años. Alrededor del año 500.000 antes de Cristo aparecen el Pitecántropo, primer ser vivo considerado verdaderamente humano, y el llamado "Hombre de Java".


 Conoce el fuego, pero aún no lo usa para endurecer la madera ni para cocinar los alimentos; se guarece bajo rocas salientes o en el interior de cavernas naturales y se sirve de piedras astilladas como único instrumento de caza o defensa.
Las excavaciones demuestran que después de la aparición del Pitecántropo, un nuevo descenso de los glaciares apagó toda vida en extensas, regiones que antes fueron habitadas. Debieron transcurrir nuevos milenios antes de que una vez más retrocediesen los hielos y un nuevo período de clima cálido hiciera aparecer nuevas especies animales, como el rinoceronte, el hipopótamo y el antepasado de nuestro actual elefante. 
En esta segunda época interglaciar que se extiende aproximadamente entre los años 450.000 y 250.000 antes de Cristo, aparecen el Hombre de Heidelberg llamado así, porque parte de un esqueleto fósil de este tipo humano fue hallado en 1907 en la localidad de Mauer, cerca de la ciudad alemana de Heidelberg y el Sinántropo u Hombre de Pekín, cuyos restos fueron encontrados en un gran depósito fósil cerca de la capital china, entre los años 1927 y 1943.


El Sinántropo poseía gran abundancia de herramientas y se cree que fue caníbal: gran cantidad de los cráneos encontrados han sido rotos violentamente y los huesos largos, partidos como si antes de ser inhumados alguien hubiese tratado de extraer la médula y los tejidos cerebrales.
Tanto el Sinántropo como el Hombre de Heidelberg habían inventado las raederas o raspadores de piedra, simples trozos de roca de borde afilado con que raspaban las pieles de animales que les servían para cubrirse.
 Se alimentaban de la caza y de la pesca, empleando herramientas en extremo rudimentarias y toscas trampas; se cree que ya habían aprendido a producir artificialmente el fuego, golpeando trozos de sílice o pirita. Esta habilidad, que indica cierto grado de civilización, no es, como podría pensarse común a todos los pueblos, ni siquiera hoy. Cuando el antropólogo A. R. Radcliffe-Brown investigó la cultura de los aborígenes de las islas Andaman, en 1908, descubrió que no sabían hacer fuego; conservaban durante largos períodos trozos de madera encendidos y traspasaban la llama de un tronco a otro, sin permitir que se extinguiera. 


En cuanto a los pigmeos que habitan las márgenes del río Epilu, en el Africa Central, no saben hacer fuego basta el día de hoy: lo "compraban" forma de teas encendidas, a mercaderes congoleses que visitan sus remotas aldeas.
El Sinántropo que vivió trescientos mil años o más antes de Cristo conocía, entonces, inventos que ignoran algunos salvajes primitivos de nuestros propios días. Quienquiera fuese el genio anónimo que previera las ventajas que daría al hombre el dominio del fuego, es innegable que su brillante intuición le sitúa a la altura de todos los grandes inventores que vinieron después.
Entretanto, los habitantes de Europa habían alcanzado un nivel de desarrollo conocido como "período chelense", el que se caracteriza por el uso de la clásica piedra, amigdaloide o en forma de almendra; un trozo de sílice ovalado, astillado por ambos costados para darle filo y terminado en una tosca punta, que servía de hacha, cuchillo, raspador y punzón. Entre los años 250.000 y 150.000 antes de Cristo, el tercer período glaciar volverá a cubrir de hielo gran parte del mundo conocido, para ser seguido por un nuevo florecimiento de la civilización durante una larga época de clima temperado y veranos calurosos: el tercer período interglaciar, cuando aparece el Hombre de Neanderthal.


EL HOMBRE DE NEANDERTHAL
El tipo humano llamado Neanderthal se distingue en primer término por su gran capacidad craneana, que permite presuponer un avanzado desarrollo cerebral: aproximadamente 1.450 centímetros cúbicos, comparados con los 1.350 del hombre moderno. No es de extrañarse que entre los miembros de esta estirpe humana surgieran los desconocidos inventores que hicieron dar un gran paso adelante a la todavía vacilante civilización prehistórica.


PROGRESOS
Los rasgos del antropoide van desapareciendo en la medida en que su mente se desarrolla, exigiendo mayor cabida para su cerebro. Una vez armado y en poder del fuego, su predominio sobre el medio fue indiscutido.
El Hombre de Neanderthal aprende, en primer lugar, a introducir sus filudas piedras amigdaloides en mangos de madera endurecida, creando así una valiosa herramienta: el hacha.
También fabrica afiladas puntas de piedra y las amarra a largos caños de madera endurecida, obteniendo así la lanza que le permitirá cazar animales de cada vez mayor tamaño. Ha aprendido a usar el fuego no sólo para defenderse del frío, sino para cocinar sus alimentos.


 HERRAMIENTAS
 La acción de coger una rama o una piedra aguzada y utilizarla para la defensa o el ataque o para remover la tierra en busca de alimento pudo ser un accidente, pero también fue el primer paso del genio humano. En el grabado, una concepción artística de ese momento decisivo.
Cuando sobreviene el cuarto período glacial durante el lapso de cien mil años que separa la cultura musteriense (del Hombre de Neanderthal) de la auriñaciense aprenderá a refugiarse en profundas cavernas de roca y a confeccionar gruesas indumentarias de piel con hebillas de hueso.
Su sucesor será el Hombre de Cromagnon, llamado también "el Apolo de la Prehistoria": una raza humana cuyos ejemplares alcanzaban una estatura medía de 1,75 metro, caminaban muy erguidos, poseían una capacidad craneana de 1.660 centímetros cúbicos y fabricaban los bellísimos implementos de hueso característicos de la cultura auriñaciense (de Aurignac, localidad francesa donde se encontraron los primeros fósiles de este tipo).


EL Hombre de Cromagnon es, sin duda alguna, un hombre moderno, un verdadero Homo Sapiens. Durante el florecimiento de su cultura, la paleolítica superior, la población se multiplica y surgen las primeras viviendas subterráneas: nacen las cocinas que emplean carbón a leña, los primeros recipientes, conchillas de animales marinos, cráneos, piedras huecas, la aguja de hueso y el taladro.
El hombre de este período, que se extiende entre los años 60.000 y 10.000 antes de Cristo, es un artista: fabrica buriles de hueso para grabar en madera, hueso o piedra, esculpe pequeñas estatuas y figuras, adorna con dibujos y colores las paredes de sus habitaciones y el rostro de sus muertos.
 Ya el Hombre de Neanderthal había aprendido a sepultar a sus cadáveres con cierto ceremonial, lo que permite adivinar la existencia de algún tipo de religión primitiva; ahora, el hombre crea las primeras grutas-santuarios y celebra en ellas ritos mágicos que han de proporcionarle fecundidad y éxito en la caza. Hacia el fin de este período, aproximadamente en 15.000 antes de Cristo, las anónimas manos de un gran artista pintan los célebres bisontes policromos en las oscuras profundidades de las cuevas de Altamira y de Lascaux.


Ya no basta el humeante fuego a la entrada de la caverna: el hombre busca horadar la oscuridad de la noche, y fabrica las primeras lámparas, primitivos candiles de piedra, en las que quema trozos de sebo animal. Un trozo de sílice dentada hace de sierra; otro más arqueado le servirá de arpón. Con un trozo de roca machacará los pigmentos minerales en un tosco mortero; más tarde, el mismo principio le servirá para moler los granos, pero para que eso ocurra, para que la agricultura reemplace a la caza y a la pesca como fuente de alimento, faltan aún varios milenios.
Alrededor del año 8.000 antes de Cristo, el período paleolítico cederá a la cultura mesolítica, verdadera etapa de transición hacia las últimas edades prehistóricas. El clima templado termina de dar a la superficie del globo el aspecto que tiene actualmente; los hielos polares se han retirado por cuarta y última vez a partir del año 50.000 antes de Cristo. Paulatinamente desaparece la amenaza de nuevas invasiones de glaciares, y el Horno Sapiens se convierte en amo del planeta.


EL AMANECER DE LA CIVILIZACIÓN
Aproximadamente 12.000 años atrás, el hombre domesticó por primera vez a un animal salvaje: el perro, quien sería su fiel compañero hasta nuestros días. Al comienzo el perro era, en primer término, un eficaz ayudante en la actividad primordial que alimentaba al ser humano: la caza. 
Al mismo tiempo, los milenios transcurrían acelerando cada vez más el progreso del hombre y aguzando su inventiva: el arco y la flecha con punta de piedra, así como las boleadoras le convertirán en un cazador cada vez más eficiente, mientras la canoa y el anzuelo de madera, al igual que las redes tejidas de fibras vegetales, le darán acceso a la fauna que puebla los ríos y lagos. En las regiones nevadas, el trineo ayuda a transportar todos los bienes de la tribu nómade: bienes que son mínimos y han de ser siempre livianos, porque la familia que vive de la caza ha de recorrer constantemente grandes extensiones, buscando nuevas presas. 
Las viviendas son transportables: carpas, ligeras construcciones desarmables le ramas o pieles que se erigen a nivel del suelo. Mientras el hombre sale a cazar, la mujer recoge semillas, frutos y raíces silvestres. Será ella quien, durante esas actividades de recolección, observará la relación entre la semilla y la germinación de la nueva planta, y creará la agricultura; y con ella, la vida sedentaria, la sociedad estable, la civilización del futuro.
Los primeros agricultores aparecen en el período que media entre los años 5.000 y 3.000 antes de Cristo. El trigo se siega con hoces de sílice pulida, se trilla y tritura; más tarde surgirá el arado, apenas un bastón curvo empujado y arrastrado por varios individuos para romper los duros terrones de tierra virgen, cuya forma esencial no cambiará durante milenios.


EL PALEOLÍTICO
 Una de las fases del desarrollo humano en que se crearon todos los medios elementales para sobrevivir: el trabajo para convertir piedras, huesos y maderos en armas y herramientas con participación del grupo, único camino para imponerse a condiciones hostiles. Más tarde aprendió a hilar paro protegerse del frío. Todo el esfuerzo desplegado lo transformó de animal en Homo Sapiens.
El período Neolítico trae el invento de la piedra pulida: simultáneamente aparecen las primeras aldeas, y los hombres comienzan a construir palafitos o viviendas definitivas. La artesanía progresa a pasos
agigantados: la greda da nacimiento al arte de la alfarería, las fibras textiles cosechadas en los nuevos sembrados se hilan y tejen, se trenzan cuerdas, se domestican los primeros animales, y la agricultura conduce al hombre al culto de la fértil Madre Tierra y, con ello, a una estructura matriarcal de la sociedad.
Aparecen las primeras piedras preciosas y joyas, aunque ya varios siglos atrás se conocían los alfileres para los cabellos, y alrededor del año 3000 antes de Cristo el hombre comienza a trabajar los metales: primero el cobre, el oro y la plata, para seguir con el bronce y el hierro.
Termina la larga y prehistórica Edad de Piedra, para dar paso a la Edad de los Metales: comienza la historia.


LAS VARIANTES
Dentro de este esquema general, es necesario recordar que algunos términos como "Edad de Piedra", "Mesolítico", "Neolítico", '"Edad de Bronce", etc., no tienen un significado cronológico preciso: se refieren a diferentes etapas de la civilización humana, que surgieron más temprano en algunas regiones y más tarde en otras. 
A partir del año 10.000 antes de Cristo, el progreso varió profundamente en las diferentes regiones de la Tierra, y por eso es imposible fijar el comienzo de la Edad de los Metales en tal o cual fecha, ya que no sobrevino de golpe en todo el mundo habitado.
Es así como la Edad de Hierro se inicia en Asia Menor alrededor del año 1.200 a.C.; en Italia, en el año 1.000 a.C.; en China, en 700 a.C.; en Japón, en el siglo II de nuestra era; en las islas Fiji, en el año 1872, hace menos de un siglo.


Ello explica por qué se suele fijar el comienzo del Neolítico y la aparición de la agricultura en el año 5.000 a.C., pese a que ya 20 siglos antes un pueblo agrícola vivía en forma sedentaria en las cavernas del Monte Carmelo, en Wadi-el-Natuf, en Palestina. Dos milenios antes de tiempo, por decirlo así, los habitantes de las cavernas de Natuf usaban hoces de sílice pulida con mango de hueso, habían domesticado al perro y utilizaban recipientes y morteros de piedra.
Por otra parte, los arqueólogos descubrieron no hace mucho una aldea en Jarmo, en las vertientes meridionales de los montes de Kurdistán, en Irak. Quince siglos antes de la fecha aceptada generalmente como el comienzo de la domesticación de otros animales fuera del perro, los habitantes de Jarmo vivían en una aldea de chozas de barro, poseían cabras, cerdos y ovejas domesticados y cercaban sus tierras: por otra parte, sus instrumentos eran de piedra tosca y no pulida, correspondiendo así a una cultura anterior al Neolítico.


Pero tal vez el descubrimiento más asombroso, y el mejor destinado a hacernos comprender que dentro del devenir histórico siempre surgieron islas de civilización que se adelantaron a su época, fue el que realizaron los arqueólogos en 1956, al descubrir a los pies de la antigua y bellísima ciudad de Jericó una completa ciudad con casas de piedra, calles empedradas, habitaciones alhajadas con muebles de madera y lujosos santuarios, que data del año 9.000 antes de Cristo. 
Los 2.000 habitantes de esa antiquísima urbe se habían anticipado en varios milenios al nivel cultural de su tiempo, pero ignoraban la alfarería, típica de los comienzos del Neolítico. Sin embargo, poseían una religión compleja, en la cual se adoraban cráneos humanos, y realizaban intercambio comercial con otros pueblos que han desaparecido sin dejar huella: entre las ruinas se encontraron turquesas, conchas marinas y piedras labradas correspondientes a zonas lejanas, donde hace 11.000 años tienen que haber existido focos de civilización de los cuales no tenemos ninguna noticia.


LOS ALBORES DE LA HISTORIA
La cultura Neolítica con todas su características, agricultura, domesticación de animales, alfarería, uso de textiles, llegó al valle del Nilo hace cosa de 60 siglos. Una vasija del año 4.400 antes de Cristo nos muestra un telar idéntico al que se usó hasta la invención de telares automáticos en el siglo XIX; las fibras de lino, la lana de los rebaños de ovejas se transformaba en telas que eran teñidas y estampadas.
Con otras fibras se fabricaban redes, canastos, bolsas. Los rebaños eran a menudo objeto de asalto: por consiguiente, fue necesario perfeccionar las armas y dedicarlas no a cazar animales, sino a defender la propiedad amenazada. A veces, el ladrón no era muerto, sino capturado: pagaba su delito entregando su vida y sus fuerzas al servicio del ofendido. Junto a la propiedad privada nacía la esclavitud.
Plantar y cosechar, antes tarea de mujeres, se convirtió en labor varonil: ahora la tierra proporcionaba alimento y riquezas. 


La irregularidad del tiempo hizo que espíritus prudentes planearan guardar los excedentes de un año de buenas cosechas, para prevenir una sequía o una inundación: nacieron los graneros. Las periódicas salidas de agua del Nilo que cubrían sus márgenes de un limo fertilizante comenzaron a ser observadas y contabilizadas: apareció el calendario, y con él la división del tiempo en años y meses y las primeras observaciones astronómicas.
Mientras los valles del Nilo y de la Mesopotamia servían de escenario de un acelerado desarrollo que pronto conduciría a la invención de la escritura, numerosos pueblos dispersos en los cinco continentes continuaban llevando una vida similar a la que llevaran sus antepasados durante los incontables milenios paleolíticos: sociedades nómades en que el hombre cazaba y la mujer recogía frutos silvestres.
Hasta hoy, hay sociedades que se encuentran en esa etapa de la evolución: los esquimales, los aborígenes australianos, los pigmeos del Africa Central, los habitantes de las islas Andamán, los onas de Tierra del Fuego. Estos últimos, que habitan los canales de la Patagonia austral desde 9.000 a.C., ni siquiera usan vasijas para cocinar: asan su alimento sobre un fuego abierto, como lo hiciera el Hombre de Neanderthal hace casi cien mil años.


Pero mientras el progreso se detiene en algunos rincones del globo, en otros se anticipa. Sumeria, la vieja capital del fértil valle iraquí, vive en 3.500 a.C. una verdadera revolución, de la cual nadie, ni sus propios habitantes, se percata. Un desconocido peón discurre colocar una rueda bajo la carga que arrastra mediante cables de fibra vegetal: el roce desaparece, y se ha inventado una de las bases de la civilización moderna.
Pero nadie parece captar la importancia de la rueda; sólo será conocida fuera de Mesopotamia, en la tierra de los faraones, veinte siglos más tarde, alrededor del año 1.650 a.C. 
La escritura cuneiforme, sin embargo, inventada en el mismo período, es rápidamente imitada y los sacerdotes del valle del Nilo inventan los jeroglíficos. El hombre registra sus pensamientos, sus ideas, su historia, en trozos de piedras indestructibles: después de un millón de años de oscuridad viene la luz.
Y con ella, una nueva serie de inventos que transformarán el rostro de la Tierra y la vida de sus habitantes. Es ésa la historia que les relatamos en el presente número de nuestra revista.


 PAREDES Y UN TECHO
El arte de la guerra, sin embargo, acaparó sólo en muy pequeña medida la inventiva del hombre. Si bien debió defender sus posesiones, desde el nacimiento de la propiedad privada, simultáneo, como se ha visto, con el gran cambio que volvió al hombre sedentario y agricultor, fueron innumerables las generaciones que pudieron vivir en paz, dedicando sus energías a alimentar y proteger a su prole.
Uno de los primeros frutos del ingenio humano, destinado a ponerle a salvo de los elementos naturales, fue la vivienda. En su esencia, las casas que habitamos hoy se basan en los mismos principios que las primeras chozas del Neolítico, adaptaciones, a su vez, de los refugios transportables que usaba el cazador de la Edad de Piedra cuando se alejaba de la caverna que le servía de vivienda en invierno.
Para el nómade era esencial contar con un refugio cuya armazón o estructura fuera desarmable: ese "esqueleto" de su hogar transitorio lo cubría de ramas, pieles, capas de musgo o barro. También las primeras viviendas estables presentan esa armazón o estructura que rodea una excavación, generalmente redonda, en cuyo centro se situará el hogar o fogata: un techo cónico protege al habitante de la lluvia y del frío.


Posteriormente, la base de la estructura vertical se reforzará con un zócalo de tierra: será el nacimiento de la pared. Al agrandarse la vivienda, el techo se hará demasiado pesado para que lo soporten las paredes, y habrá que afirmarlo con un pilar de madera interior: así se originará la columna, que también iniciará la separación de diferentes ambientes dentro la choza.
La vida sedentaria traerá consigo la construcción de habitaciones más amplias, más complejas, más resistentes: comienza a emplearse la piedra, primero para tumbas y templos, después para la vivienda de los más acaudalados.
Por otra parte, una reunión de varias chozas rodeadas por un muro vertical y cubiertas por un solo techo dará origen a la casa formada de varias habitaciones, dispuestas en torno a un patio, forma clásica de arquitectura fue desde Grecia pasará a Roma y a toda Europa, alineándose especialmente en España y, por consiguiente, en América latina.


En una época no precisada, tal vez a fines del Neolítico, se descubrió que si el carbonato de calcio o piedra caliza se cocinaba y se mezclaba con agua, era posible obtener un producto que se endurecía irreversiblemente. Fue el origen de la argamasa o mortero, que se emplearía para unir los ladrillos, conocidos, ya desde los tiempos de Babilonia y usados también en el antiguo Egipto.
Una pintura tebana del año 1100 a.C. atestigua que en Egipto se conocía también el nivel de agua y el hilo a plomo, indispensables para las construcciones de cierta importancia.
Más tarde los griegos perfeccionan nuevos instrumentos, como la roldana, para facilitar la elevación de pesados materiales; pero serían los romanos quienes innovarían decisivamente la técnica de preparación y transporte de materiales, usando montacargas, sistemas de poleas e instalaciones mecánicas hidráulicas. 


La unificación política del mundo antiguo bajo la hegemonía de Roma aseguró la rápida difusión de todos los nuevos medios mecánicos, que permitían economizar la fuerza muscular del hombre y reemplazarla, en parte, por los nuevos dispositivos mecánicos. La técnica de albañilería y construcción permaneció prácticamente inmutable desde los días del Imperio Romano hasta la invención del concreto armado.
También fueron los romanos los inventores de la calefacción central: en los subterráneos de edificios públicos, termas y viviendas de los más ricos, se mantenía hirviendo una gran caldera de agua cuyo vapor era repartido mediante cañerías de plomo o greda cocida bajo los pisos de las habitaciones. Asimismo, datan de este período las primeras cloacas o sistemas de alcantarillado, los primeros puentes de arco y las primeras cúpulas o bóvedas características de la arquitectura romana.


METAL A LA PIEDRA
Alrededor del año 4000 a. de C., en plena edad neolítica, algún anónimo habitante de lo que es hoy el Irán encontró una extraña "piedra roja", que podía moldear a martillazos: un trozo de cobre metálico, como a veces se encuentra en estado puro en la superficie de la tierra. Tendrían que pasar siglos antes de que el hombre aprendiera a extraer el metal de los minerales, a fundirlo y refinarlo, a alearlo con el estaño para lograr ese material duro y relativamente indestructible, el bronce, que reemplazaría a la piedra pulida como materia prima de instrumentos y herramientas.


El uso del cobre, oro y plata primero esporádico y limitado a las regiones ricas en depósitos minerales, se extendió gracias al comercio; ya en el año 2000 a.C. el bronce, producido al comienzo sólo en aquellos lugares en que se encontraban depósitos minerales de cobre y estaño, se fabricaba intensivamente en numerosos centros de producción que empleaban estaño importado desde las lejanas islas Casitéridas o de lo que ahora llamamos el Cercano Oriente. Además de servir para la fabricación de cuchillos, lanzas, leznas, buriles y todo tipo de instrumentos, el bronce podía ser pulido, convirtiéndose así en material para hebillas, alfileres, anillos, pulseras y hasta espejos.
La extracción de los metales dio origen a la nueva ciencia de la metalurgia. Sus comienzos son materia de conjetura, es probable que para adornar su hogar, el hombre neolítico haya buscado las bellas "piedras de colores", azul, verde, rojizo, que contenían, sin que él lo supiese, una alta proporción de mineral cuprífero. Al encender una fogata encima de un piso forrado con trozos de mineral, éste se fundía y dejaba entre las cenizas una sustancia relativamente plástica, que podía moldearse a golpes, sin necesidad de astillaría como la piedra: una forma impura de cobre. Fue así como desde el comienzo el hombre adivinó que necesitaría la ayuda del fuego para extraer los metales de sus minerales.


Nació así el primer horno metalúrgico; pero pronto quedó en evidencia que la leña, único combustible conocido, producía sólo con mucha dificultad la cantidad requerida de calor. ¿Quién fue el artífice anónimo que descubrió que a menudo la leña semiconsumida dejaba entre las cenizas de un fuego apagado trozos de una materia negra y porosa que ardía produciendo un calor mucho más intenso? Nadie lo sabrá jamás: sólo podemos llamarle "el inventor del carbón de leña".
Soplando sobre el fuego era posible activar las llamas; este principio, conocido desde los albores de la Edad de Piedra, condujo a la creación de numerosos dispositivos de ventilación forzada, diseñados para producir un viento artificial que avivase la combustión. 


Cañas y primitivos fuelles de membranas animales sirvieron para completar el proceso de extracción mineral. Y durante los milenios siguientes la metalurgia no requeriría de nuevas innovaciones esenciales: el primitivo horno de piedra se transformó en horno de crisol, y sólo después del Renacimiento creció para tomar la forma del cubilote y del alto horno actual; el carbón de leña se reemplazó sólo alrededor del año 1700, ¡hace menos de tres siglos! por carbón de origen mineral; la introducción de la energía motriz agrandó las instalaciones, aumentó y facilitó la producción de metal. Pero, hasta hace muy poco, la metalurgia se basaba en los mismos tres principios conocidos en el Neolítico, horno, carbón, ventilación, y en la aleación, que ya conocían los artesanos egipcios y sumerios, hace más de cuatro mil años.


Muy pronto se agotaron los depósitos de minerales situados en la superficie de la tierra, y el hombre debió cavar entre rocas para buscar nuevos yacimientos, aprender a reconocer el mineral buscado, alumbrar los recovecos de sus galerías subterráneas, eliminar de ellas el agua Y sostener artificialmente el frágil techo de sus excavaciones. Nació, en suma, la compleja técnica de la minería.
 Intuitivamente, los primeros mineros apuntalaron las paredes de sus corredores subterráneos con sólidos maderos unidos por vigas horizontales o, a veces, curvados hacia el centro para formar una ojiva. Siguiendo la caprichosa huella de las vetas minerales descubrieron también que era más conveniente extraer el mineral por la vía más corta, o sea, la vertical, en vez de sacarlo, carga por carga, desandando el largo camino de acceso. Se perforaron pozos por los cuales subida el mineral, auxiliado por no tronco horizontal alrededor del cual se envolvía la cuerda de la que colgaba la carga: fue el primer cabrestante.


Para dar forma al metal, surgió el moldeado y la fundición. Esta última técnica, conocida ya por los caldeos, pasó a Egipto y luego se expandió por el Mediterráneo, gracias al gran centro comercial de Micenas, productor de maravillosas figuras de bronce. Después, los griegos, los etruscos y finalmente los romanos perfeccionarían el proceso, reemplazando por yeso la cera de los moldes en que se daba forma a las diversas partes del objeto, uniéndolas enseguida. Un gran progreso fue el complejo procedimiento de fundición "a la cera perdida", inventado en Samos, en el siglo VII a. de C., al que se deben las grandes obras maestras de la escultura antigua y, más tarde, del Renacimiento.
Durante la Edad Media, los árabes introdujeron la técnica de la "forjadura en paquete", soldando capas alternadas de acero duro y dulce, obteniendo un material muy elástico y muy resistente, que hizo famosas las hojas de espada de Damasco y de Toledo. Diversas innovaciones perfeccionaron la metalurgia del hierro, después del Renacimiento, y a mediados del siglo XIX aparecería el inventor que transformaría la artesanía del metal en gran industria: Enrique Bessemer, cuyo convertidor haría posible la producción masiva, económica y fácil del acero, material indispensable para los ferrocarriles, barcos y máquinas a vapor.


 TRANSATLÁNTICO
Desde los tiempos más remotos, el agua fue, para el ser humano, condición indispensable de vida: y los primeros vestigios del hombre, siempre aparecen a orillas de ríos, lagos u océanos.
 Antes de inventar recipientes para transportar el indispensable liquido, Homo Sapiens no podía alejarse de sus fuentes; pero como sus cacerías le obligaban a recorrer grandes distancias, comenzó a utilizar los propios ríos como vías de comunicación.


Los comienzos de la navegación se pierden en las oscuridades de la Prehistoria. El hombre del Paleolítico conocía ya el bote formado de un tronco, la balsa, y también el primitivo kayak de cuero usado hasta hoy por los esquimales. Más tarde aprendería a cavar con el hacha o mediante el fuego el tronco del árbol, dando nacimiento a la canoa.
Restos de remos y balsas anteriores al Neolítico se han encontrado en depósitos fósiles, cerca de Lübeck, en Alemania, y Perth, en Escocia. Además, el hecho de que desde tiempos muy remotos estuviesen habitadas islas y archipiélagos a menudo alejados del continente, Creta, Cerdeña, las Islas Británicas, Heligoland, sugiere la existencia de sólidas balsas, capaces de afrontar el oleaje marino.


Por otra parte, ya en el cuarto milenio precristiano, Egipto conocía la barcaza, usada para el tráfico fluvial por el Nilo, y junto con los primeros faraones apareció el velamen sobre estas embarcaciones. Alrededor del año 2500 a. de C., numerosos navíos de carga surcaron el Mediterráneo, iniciando así una época de exploración e intercambio comercial que daría nacimiento a la civilización.
Hasta el siglo XIV a.C. predominó la potencia naval cretense; más tarde, los fenicios le arrebatarían su antigua hegemonía.
El primer navegante fue, sin duda, un hombre aferrado a un madero. Más tarde comprendería que era más cómodo viajar a horcajadas sobre su "embarcación", y que mediante una gruesa rama que tocara el fondo podría acelerar o cambiar de dirección. Después aplicaría sus conocimientos de fibras vegetales y mimbres, que ya le servían para forrar, entretejidas, el techo de su choza, y con ellos ligaría varios troncos construyendo una balsa. Muy pronto descubriría, sin embargo, que el ancho de la proa encontraba resistencia en el agua, y daría a su bote la clásica forma de huso, para aumentar la velocidad.


Hacia el año 1500 a.C. aparece el timón, que al comienzo no fue más que un remo fijo a la popa; en el siglo VI a. de C., el marino griego Eupalamos inventa el ancla de un solo brazo, la que es perfeccionada algunos decenios más tarde por el escita Anacarsio dándole la forma que conserva hasta hoy. Ya desde el siglo anterior han aparecido en el Mediterráneo naves que agregan a la vela una hilera de remos, y alrededor del año 700 a.C. un estratega anónimo inventa el navío de guerra impulsado por 200 remeros dispuestos en tres filas: el trirreme.
Bordeando las costas, sólo los fenicios osaron afrontar el mar abierto, los navegantes de la Antigüedad exploran un mundo desconocido, entran en contacto con pueblos lejanos, transmiten conocimientos insospechados, buscan nuevas fuentes de riqueza, crean el intercambio y el comercio internacional. 
Vasijas y copas, joyas y esclavos, telas fenicias y ungüentos egipcios, vino y aceite, ánforas de greda y jarras de cristal atraviesan el mar para ser canjeados por trigo, minerales, lana y cuero. Técnicas y conocimientos se expanden por las márgenes del Mediterráneo, y la proa de las galeras avanza, cual vanguardia civilizadora, desde las costas palestinas y los archipiélagos egeos, hasta Gibraltar, tejiendo una nueva red comercial que unirá el mundo.


DE LA RUEDA DE UR AL ANTEPASADO DEL AUTOMÓVIL
Del reloj a la turbina, de la locomotora al monopatín, la rueda y el engranaje rotatorio forman parte tan intrínseca de nuestra vida que resulta difícil pensar en la existencia de una civilización que desconociera el principio de este instrumento esencial del movimiento. Y sin embargo, muchas grandes civilizaciones indoamericanas jamás llegaron a descubrirla y son innumerables los inventos, el arco, el tomo, el telar, el horno, el barco, el taladro, el trineo, el arado, creados por el hombre antes de la rueda.
Cómo se las ingeniaba el hombre para transportar objetos pesados antes de que el desconocido filósofo súmero utilizara por primera vez la moda.
Comenzó llevándolos sobre sus espaldas, para emplear más tarde cestas o angarillas que permitían repartir el esfuerzo entre dos o más pares de brazos. Ya alrededor del año 2500 a. de C., los pueblos primitivos de Escandinavia conocían el trineo, empleado también, mucho más tarde, en Mesopotamia y en Egipto, especialmente para el transporte de obeliscos, estatuas y grandes bloques de piedra.


 Los esquís, pese a que las primeras evidencias que poseemos datan sólo dei tercer milenio antes de Cristo, fueron, probablemente, inventados mucho antes entre los pueblos nórdicos; y los rodillos para transportar cargas pesadas, datan del tiempo de las pirámides. Pero la rueda, que aparece alrededor de 3500 en Mesopotamia, no se emplea al comienzo para el transporte; se aplicará para “mecanizar" la alfarería y para facilitar el riego, transformándola, respectivamente, en rueda de alfarero y rueda de agua provista de cubos que recogen el agua del río y la vuelcan sobre la tierra.
Mil años después de su invención, la rueda de carro aún se compone de tres sectores sólidos, rodeados por un aro de cobre. Entre los años 2000 y 1500 antes de Cristo aparecen en Persia oriental, ruedas de rayos, que muy pronto se dan a conocer en Egipto (hay una en un bajorrelieve de una tumba tebana, del año 1600 a.C. y un siglo más tarde, en Cnosos y en Micenas. Alrededor del año 1000 a.C. ya se han difundido en toda Italia los carros de dos ruedas con el auriga de pie, y en los últimos cuatro siglos de la era precristiana aparecen carros cada vez más grandes y sólidos, para el transporte de carga y pasajeros.


En el año 45 a.C. se promulgó una ley destinada a solucionar un problema que nos parece muy característico de nuestros tiempos: el atochamiento de calles y avenidas urbanas, causado por la excesiva cantidad de carruajes que circulaban por el centro de Roma. La Lex Julia Municipalis limitó las horas en que los vehículos podían ocupar la calzada, permitiendo sólo peatones durante los períodos de mayor movimiento.
Más tarde el carro sería modificado para darle mayor velocidad y comodidad. En el siglo XIII reaparece la carroza, para uso de los nobles, mientras los constructores de las catedrales inventan la carretilla; doscientos años más tarde aparecen en Francia los primeros vehículos con la cabina de pasajeros suspendida mediante correas, primer intento de amortiguar las asperezas del camino. Pero continuamente, inventores y mecánicos buscan la posibilidad de construir un vehículo que prescinda del caballo y se movilice por sus propios medios: un automóvil. El sueño sólo se hará realidad después de la invención del motor de combustión interna.


Como etapa previa de la generalización de la imprenta se produjo el perfeccionamiento del papel. Como en muchos otros campos del saber, también aquí los chinos se adelantaron a Occidente; en el primer siglo de nuestra era, mientras Occidente todavía escribía sobre gruesos pergaminos, los súbditos del Celeste Imperio ya habían aprendido a obtener de las fibras de la morera o el bambú una pasta que se extendía y alisaba sobre armazones de caña, formando hojas flexibles y lisas. Una vez más los árabes hicieron de transmisores de nuevos logros culturales: aprendieron la técnica china, la perfeccionaron utilizando trapos de lino en vez de fibra vegetal, y en el siglo XI establecían sus primeras fábricas de papel en España.
Cien años después, el invento había pasado a los países de Occidente y en Italia se comenzaba a manufacturar un papel de excelente calidad.
El progreso de los conocimientos astronómicos permitirá perfeccionar este instrumento primitivo: ya en el siglo VIII a. de C., el rey Achaz hará construir en Jerusalén un cuadrante solar, inventado por los egipcios o los babilonios, más de un milenio antes de nuestra era.
 Este instrumento, compuesto por una aguja rígida y una base esférica o cilíndrica, permite precisar con gran exactitud las horas del día, sea cual sea la estación del año o la ubicación geográfica; y aun después de la invención del reloj mecánico es costumbre regular el nuevo artefacto según un cuadrante, a fin de controlar su exactitud.


Más tarde, en la Edad Media, encontramos el "reloj de cera", o vela dividida en segmentos, cada uno de los cuales requería un tiempo determinado para consumirse.
También se difundieron, desde la Antigüedad, las clepsidras o relojes de agua: recipientes provistos de un pequeño orificio por el cual se vaciaba, a un ritmo constante y mensurable, el agua que contenían.
El sencillo principio sirvió de base a aparatos más complejos y lujosos, como el reloj de agua del célebre Ctesibio de Alejandría s. III a.C., provisto de un sistema de ruedas dentadas, o la lujosa clepsidra de cobre y oro enviada por el califa Harun-al-Raschid al Emperador Carlomagno, que al dar cada hora dejaba caer el número correspondiente de bolitas metálicas sobre un platillo, dando así los golpes debidos. También el reloj de arena data de la Antigüedad, y siguió usándose hasta el siglo XVIII.


Muy pronto, el ingenio humano comprendió que era posible dividir el fluir del tiempo en segmentos iguales, así como era posible dividir el espacio, gracias a un ritmo fijo, producido por un "organismo regulador": el péndulo o balancín. Pero el roce del aire va frenando el movimiento pendular, y es necesario proporcionarle una nueva fuente de fuerza: un peso o un resorte. Y finalmente se requiere un indicador o aguja que traduzca en movimiento espacial las mediciones temporales, recorriendo un círculo subdividido en horas y minutos; o, mejor todavía, dos agujas que se muevan simultáneamente, con diferente velocidad.
El descubrimiento de todos estos principios del reloj moderno se extendió a lo largo de varios siglos. La forma más primitiva, el reloj de pesas, primó a lo largo de la Edad Media: se le menciona por primera vez en el "Libro del Saber de Astronomía" escrito en la corte de Alfonso el Sabio, en el siglo XIII. De los primeros años del siglo siguiente datan varias referencias a relojes provistos de sistemas de ruedas dentadas, existentes en Italia y en Alemania, y ya a mediados del siglo XV aparecen los primeros relojes de resorte.


 El más antiguo que se conserva perteneció a Felipe III, el Bondadoso, de Borgoña, y fue construido entre los años 1429-1435, por el relojero Pierre Lombart y el orfebre Jehan Pentin; su mecanismo constituye una etapa previa para la invención de máquinas, cada vez más pequeñas, que menos de un siglo más tarde permitieron la fabricación de los primeros relojes portátiles o de bolsillo.
Alrededor de 1510, el orfebre alemán Peter Henlein creó los "huevitos" de Nuremberg, verdaderas maravillas de orfebrería: pequeños relojes, que los gentileshombres comenzaron a llevar consigo, ya que el resorte volvía obsoletas las voluminosas pesas que antes hacían funcionar los relojes de pie o sobremesa.
En cuanto a los relojes de uso público, se remontan al siglo XIV. Ya en 1324, Richard Wallingford, abate de Saint Albans en Hertford, Inglaterra, hizo construir un gran reloj astronómico con planetario, que fue llamado "Albiod". Del año 1328 data el gran reloj de pesas colocado en la torre de la iglesia de San Gottardo de Milán, por Guglielmo Zelandino, y en 1344, la ciudad de Padua hizo instalar uno semejante. La maravilla mecánica más elaborada de la época fue un reloj con carillón de campanas y figuras alegóricas, instalado en la catedral de Estrasburgo por un maestro cuyo nombre no se conserva, en el año 1352.


En el siglo XIX, Thomas Edison había demostrado las posibilidades de las «fábricas de inventos» con sus laboratorios de Menlo Park.
Grandes empresas, como General Electric y Du Pont, siguieron su ejemplo y los inventos se fueron convirtiendo en el coto de estas grandes empresas, que disponían de los recursos necesarios para lograr adelantos fundamentales y eran capaces de contratar equipos enteros de científicos para que trabajaran sobre un problema.
Aun así, los genios solitarios todavía podían realizar innovaciones de vital importancia.
Los recursos económicos por sí solos no eran suficientes para conseguir resultados, como pudo comprobar el departamento de guerra de Estados Unidos cuando subvencionó los intentos de S.P. Langley para construir un aeroplano.
El Aerodrome de Langley no pudo volar en 1903, el mismo año en que los hermanos Wright consiguieron el vuelo con motor.
A medida que aumentaba el grado de especialización de la ciencia y la tecnología, las probabilidades de que un inventor hiciera un descubrimiento totalmente nuevo en solitario fueron disminuyendo.


El control de calidad y las posibilidades de comercialización se transformaron en ingredientes cada vez más importantes del éxito.
Aun cuando los inventores solitarios pudieran tener éxito durante un tiempo, las grandes empresas los desplazaban en cuanto se establecía un mercado para su producto.
Así le sucedió a John Logie Baird, cuyo sistema mecánico de televisión resultó técnicamente inadecuado y fue sustituido por los sistemas electrónicos desarrollados por RCA y EMI.
Sin embargo, si un inventor daba en el clavo tecnológico y se hacía con las patentes adecuadas para proteger su invento, tenía la posibilidad de fundar una nueva empresa y repetir los éxitos de Marconi y Edison.


En 1937, el norteamericano John Chester Carlson patentó el principio de la fotocopiadora, y el fruto de su trabajo fue la Xerox Corporation.
Parte del éxito de Carlson se debió a que estableció contactos con una empresa que buscaba un nuevo producto y que estaba dispuesta a suministrar los recursos necesarios para transformar las ideas de Carlson en la fotocopiadora Xerox.
Del mismo modo, Edwin Land inventó la cámara Polaroid en los años 40 y fundó la empresa del mismo nombre Sin embargo, las patentes servían de muy poco si no existía un mercado real o potencial para el invento.
El auge de la industria electrónica creó nuevas oportunidades para los inventores.
El adelanto más importante fue el transistor, producido por John Bardeen, Walter Brattain y William Shockley en los laboratorios Bell, en 1947.


El invento hizo posible la miniaturización en electrónica y el microchip. La disponibilidad de chips especializados posibilitó la creación de nuevos productos.
De esta forma, los inventores consiguieron explotar mercados que las grandes empresas habían descuidado.


En los años 70, uno de estos mercados fue el del ordenador personal. Una serie de pequeñas empresas de ordenadores personales florecieron entonces en el «Silicon Valley» de California.
La más conocida es tal vez Apple Computers, fundada por Stephen Wozniak y Steven Jobs. Apple llegó a dominar el mercado de los ordenadores domésticos y se convirtió en una empresa multinacional.


Los Grandes inventos de la Ciencia de Nuestro Mundo





El Mundo en que Vivimos: El Horóscopo de Mariela la Pitonisa

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