lunes, 11 de mayo de 2020

Los Cuatro Elementos de la Vida en la Madre Tierra




Los Cuatro Elementos de la Vida en la Madre Tierra

La vida y los cuatro elementos

Empédocles de Agrigento ciudad isleña de Sicilia fue un filósofo, poeta, médico y líder político defensor de la democracia. Introdujo en Atenas el interés por la filosofía gracias a su amistad con Pericles, un político en la edad de oro de esta ciudad siglo V a.C. Empédocles es conocido por formalizar la teoría de los cuatro elementos, según la cual el mundo está constituido por cuatro seres inmodificables siguiendo la teoría del “ser” de Parménides.


Estos cuatro famosos elementos son: tierra, agua, aire y fuego, y representan la búsqueda del hombre por saber de qué está hecho lo que vemos y sentimos. Algo similar ocurre con los cinco elementos chinos madera, fuego, tierra, metal y agua e incluso con las tres gunas del hinduísmo bondad, energía e ignorancia, a pesar de ser inmateriales.


Desde el punto de vista científico, lo interesante de esta teoría de los cuatro elementos es que plantea lo que sería una primera tabla periódica de elementos químicos. Ahora sabemos que hasta el agua está compuesta de elementos más simples H2O. 


Pero curiosamente, los cuatro elementos estaban definiendo lo que luego se definiría como los cuatro estados físicos de la materia: sólido tierra, líquido agua, gaseoso aire y plasmático fuego. El estado plasmático es el más raro y es similar al estado gaseoso pero con determinada proporción de partículas cargadas eléctricamente. Encontramos el estado plasmático en las estrellas y en las nebulosas, pero también en los rayos de una tormenta, en los tubos fluorescentes, en las luces de neón y también en el mismo fuego, pero sólo a altas temperaturas. Hay otros estados, pero no se dan de forma natural en nuestro entorno.


Estirando más aún la teoría de los cuatro elementos, encontramos que también es una metáfora de lo esencial para la vida en el planeta Tierra(planeta que, por cierto, toma el nombre de uno de los cuatro elementos. Así, la vida en la Tierra necesita:
tierra para hacer crecer los vegetales con algunos elementos principales, como calcio, nitrógeno, fósfor,
agua para regar e hidratar la vida;
aire para respirar y fotosintetizar;  y
luz representada por el fuego,porque la luz y el aire son los elementos básicos de la fotosíntesis, la hermosa fórmula básica de la vida.


Seguro que Empédocles no imaginó las vueltas que le daríamos a su errónea teoría de los cuatro elementos, pero lo cierto es que los necesitamos para vivir y los queremos limpios. Hay demasiada contaminación en el suelo, en el aire y en el agua. De su buena conservación depende nuestra salud lee estos datos impresionantes


Así pues, o invertimos en evitar la contaminación, o tendremos que invertir en médicos y hospitales. Pero lo mejor de todo es que más que invertir dinero, basta con exigir primero que se cumplan las leyes en España no se cumplen cuando no interesa y a continuación mejorar las leyes ambientales y poner una fiscalidad verde que incentive aquello que beneficia a todos, es decir, lo “ecológico”. 


FUEGO:  Pasión, energía, fuerza, claridad, voluntad, iniciativa e impaciencia.
Es el elemento que reacciona rápidamente, con entusiasmo, el que está siempre viendo posibilidades, es impetuoso e invade espacios. El fuego avanza y seduce a otros a avanzar con él.


 TIERRA: Firmeza, estabilidad, tenacidad, búsqueda de lo concreto, paciencia, cautela y seguridad.
Es el elemento de la fuerza, de la resistencia a los cambios, inflexible, este elemento permite echar y mantenernos estables en relaciones, ideas, proyectos y fijar límites.


AIRE: Libertad, ideas,  cambio, desapego, perspectiva,  curiosidad y necesidad de socializar.
Es el elemento de la fluidez, de la liviandad, cambia de dirección en cualquier momento. Nos permite cambiar de opinión. Es posible el sueño y el soñar. No tiene límites claros de acción y pensamiento.


 AGUA: Flexibilidad, adaptabilidad, fluidez, intimidad, necesidad de vincularse emocionalmente.
Es el elemento del entendimiento, es decir, del escuchar, de ser receptivo, de la empatía, es el elemento que cede, que se adapta, retrocede y acepta.


 Dicen varias corrientes de pensamiento que todas las personas tenemos estas cuatro cualidades, en unas ocasiones predomina una y en otras predomina otra. Uno de los retos más interesantes de los profesionales del ¨coaching¨ es ayudar a las personas a definir cuál es su elemento dominante y a dejar paso a los demás, ya que en el centro de ellos está el equilibrio y la armonía.


la vida y los cuatro elementos

Los 4 elementos 

Las tradiciones antiguas de América, mantenían hacia los 4 elementos fundamentales: la Tierra, el Agua, el Fuego y el Aire. Nuestros antepasados eran conscientes de la estrecha relación y dependencia que guarda la vida del hombre con estos 4 elementos.


Tierra

La Tierra es lo que confiere solidez, da estabilidad, endurece y aísla, tanto en  lo físico, lo psíquico y lo espiritual. A semejanza de la Tierra, las madres humanas y animales tienen la capacidad de convertir su propio cuerpo en alimento para sus hijos. En la tierra yacen los huesos y la carne de nuestros antepasados, y como estamos hechos de Tierra, nuestros antepasados viven también en nosotros.


 “En el vientre paciente y fructífero de nuestra Madre, la Tierra, se esconden los embriones de plantas y hombres”, Y la tierra es, además, legítima dadora de conocimiento, pues ha estado aquí mucho antes del aparecimiento del alma humana, y como es más vieja, posee una experiencia mucho mayor que la del hombre. El hombre posee en su cuerpo elemento tierra los minerales.

El elemento tierra es el de la nutrición, de la seguridad, la protección, la estabilidad y la disciplina. Trabajar con la tierra implica tener paciencia para esperar tranquilamente el momento en el que las cosas surjan. Los bosques, las selvas, las playas o los desiertos no se formaron en un día; el crecimiento requiere de tiempo, constancia y perseverancia.


Cuando armonizamos el elemento tierra en nuestro interior estamos creando un espacio fértil, pacífico, seguro y nutrición en nuestra alma. Es un oasis en medio de la confusión, la rapidez y las exigencias de la vida actual; un lugar al cual poder acudir cada vez que necesitemos un poco de seguridad, alimento y estabilidad.


Agua

El Agua  tiene el poder de unir, amalgamar y también el de disolver. Enseña fluidez y también adaptabilidad, es decir, la capacidad plástica de tomar cualquier forma . El Agua que nos enseña a ser transparentes, que es símbolo de vida y generación, que limpia y purifica. Todavía hoy en día, muchas ceremonias indígenas en nuestro continente, empiezan con un lavatorio ritual, una bella tradición piel roja donde se puede apreciar la vital presencia de este elemento para estos pueblos:


“Todos los días, el indio piel roja descendía a las riberas del río que generalmente estaba muy cerca de su poblado o campamento. En él se purificaba bañándose, acto con que higienizaba tanto su cuerpo como su alma. Después, una vez cumplido este rito socio religioso, quedaba en paz, en silencio, apartado del bullicio de la tribu, en éxtasis y meditando. Normalmente acudía sólo al río. Y si le acompañaba alguno de su clan o de su propia familia, o su propia esposa, jamás debían llegar juntos a las aguas, porque cada alma debía permanecer sola en su comunión matinal con el sol y la tierra, perfumada y regenerada el alma por el gran silencio de la noche.” el cuerpo es un porcentaje alto de agua.


Es el elemento de los sentimientos, las emociones, el amor, los sueños, el inconsciente y el poder de la intuición. Habla del corazón mismo del ser humano; de los deseos y temores ocultos en el fondo del lago. Trabajar con el agua es atreverse a sumergirnos y descubrir lo que hay en el fondo de nuestro corazón. Es dejarnos llevar por la intuición y percibir los sutiles cambios de la naturaleza.
El elemento agua está relacionado con la inspiración espiritual, con la meditación, los estados de trance y la imaginación creativa.


Aire
Está en tercer lugar el Aire, que es lo que expande, difunde y relaciona. Está presente en el aliento del hombre y del animal, ese aliento por el cual  relatan muchas de las tradiciones religiosas de la Tierra  el Creador infunde vida en sus criaturas. El Aire es, por tanto, señal inequívoca de la presencia de la vida en el hombre, y cuando la vida lo abandona, se extingue también la presencia del Aire, del aliento. Además, el Aire es el vehículo de la luz.
El aire se relaciona esencialmente con tres factores: el hálito vital creador la palabra, el viento de la tempestad, que muchas mitologías vinculan a la idea de creación; y, tercero, el espacio, como ámbito de movimiento y de producción de procesos vitales.


En el simbolismo elemental se asocian al aire: la luz, el vuelo, la ligereza, el perfume, el olor…
El elemento aire es el encargado del pensamiento y la palabra; nos inspira y aconseja y agudiza nuestra mente. Los grandes descubrimientos, los inventos y las creaciones musicales se inspiran en este elemento. Su manera de contacto con el humano y el mundo físico es a traves de los vientos, las fragancias y las notas musicales. Evocan en nosotros recuerdos ancestrales y nos llevan a encontrar nuevas realidades. Todo cuanto existe tuvo que ser pensado primero para cobrar vida posteriormente en el plano físico.


El aire es el elemento de las ideas, la elocuencia, el movimiento dirigido hacia metas claras, la comunicación verbal y escrita. Cuando despertamos a los seres elementales del aire en nuestro interior, estamos creando un espacio para escuchar y ser escuchados; es el eco en la cima de una montaña que nos revitaliza e inspira con su aire fresco.


Fuego
El Fuego es lo que dinamiza, transforma y libera. El fuego que está siempre relacionado con el concepto de purificación, energía primaria, vida, calor, civilización en el sentido más amplio de Conocimiento Superior.
El Fuego que es el Sol mismo y que preside desde el centro muchos de los círculos ceremoniales y rituales nocturnos de todas las tradiciones. 


El Fuego tiene el poder de reunir una familia, porque tú enciendes un fuego, y enseguida el fuego convoca a tus amigos. En el ser humano elemento fuego, la sangre que circula por la venas, los intestinos, la evacuacion.
El fuego va asociado a la idea de calor corporal como signo de salud y vida. En la mayoría de los pueblos primitivos, el fuego es un demiurgo, hijo del sol y su representante en la Tierra de ahí que se asocie con rayos y relámpagos por una parte y por otra con el oro.


El elemento fuego nos trae la fuerza, la valentía, el coraje y la pasión por la vida. Es la energía en acción que nos motiva a levantarnos cada mañana y comenzar a trabajar. El fuego interior nos impulsa a buscar nuevos caminos, a enfrentar nuevos retos y correr riesgos.
Cuando trabajamos con el fuego nos sentimos vigorosos, entusiastas, optimistas y creativos. La danza activa al elemento fuego, nos conecta con la alegría de vivir y con la fuerza interna. El fuego puede convertirse en una experiencia avallasadora, arrebatada y desenfrenada.


El fuego modifica el estado de la materia, lo transmuta. Se expresa mediante el movimiento, la actividad, pero también se refiere a la facultad espiritual, “La chispa divina”, el “calor humano”, vitalidad y entusiasmo. Trata de la energía existencial y sexual. En exceso puede quemar.


La naturaleza inesperada del fuego nos impulsa a guiarnos por nuestros instintos, actuar sin pensar y lanzarnos a la a ventura sin medir las consecuencias.

Armonizar el fuego interior, crea un fuego sagrado que nos calienta, reconforta y reanima a continuar la jornada cuanto estemos exhaustos. El fuego interior se convertirá en una antorcha que nos guía y nos llene de valor y coraje cuando nos sintamos temerosos y confundidos.


La vida en la Tierra y los cuatro elementos


sábado, 9 de mayo de 2020

El Apocalipsis nuestro Tiempo el fin del Mundo




El Apocalipsis nuestro Tiempo el fin del Mundo
Historia del Apocalipsis el fin del Mundo

Quién no ha escuchado, desde la propagación del coronavirus, que ha llegado el final de todo. Todos muertos, el virus acabará con todos; es el final. Las narraciones del final forman parte de nuestra historia y, sin duda, nosotros mismos nos encontramos ahora produciendo documentos culturales acerca de la caída apocalíptica y la aniquilación de la vida, que legaremos a nuestros descendientes. 

A este respecto, creemos que resulta de interés regresar a la gran referencia en el estudio de las ficciones apocalípticas, el ensayo de Frank Kermode titulado El sentido de un final 2000, ed. Gedisa, que parte de la vinculación entre la narración y el mito.
Las narraciones apocalípticas que escuchamos  todos los días desde la irrupción del coronavirus requieren de acuerdos sobre el comienzo y el final del mundo, lo que dota de sentido a la vida. El final que nos narramos, por tanto, refleja nítidamente nuestras preocupaciones presentes.



Estudiando la historia del género apocalíptico, el crítico británico señala que la teología podía insistir en la caída al mismo tiempo que afirmaba que esta no podía ser predicha por el hombre. Kermode entiende que la estructura apocalíptica depende del mito de la Transición definido en el siglo XII por Joaquín de Fiore, quien se basó en la Trinidad para dividir la historia en tres partes, trasformando el presente en un periodo de transición en un mundo dirigido a la caída; esto conllevaría que los hombres tuviera la sensación de vivir en un momento de transición decisivo. 


“Antes del Fin existe un periodo que no pertenece exactamente al Fin ni al saeculum que lo precede sino que posee sus propias características. Este periodo de Transición no parece haber sido definido hasta finales del siglo XII, pero la definición alcanzada entonces la de Joaquín de Fiore ha dado pruebas de ser sumamente durable. Su origen se encuentra en el reinado de tres años y medio de la Bestia que, en las Revelaciones, precede los Últimos Días. 



La última transición debía comenzar en 1260, fecha obtenida mediante la multiplicación de cuarenta y dos por treinta, el número de años en cada generación entre Abraham y Cristo. Entonces se consideraba que esta cifra correspondía al advenimiento del Anticristo” pág 23. Pero las profecías de que en tal fecha, o en tal otra, se produciría la aniquilación de la vida humana sobre la tierra, iban siempre acompañadas de burlas al deseo de que irrumpiera el final.



La Iglesia se mostraba muy hostil hacia las interpretaciones de la Revelación que pudieran contradecir la lectura ortodoxa. Sin embargo, la profecía histórica de los joaquinistas logró expandirse en ámbitos no ortodoxos a partir del siglo XIII, y esto a pesar de que se la condenó en 1260. Así, la profecía histórica se entiende desde la estructura tripartita definida por Joaquín de Fiore, que dividía la historia en tres; pasado, transición presente y un futuro apocalíptico predicho en cierta fecha.



Aunque en las ficciones apocalípticas contemporáneas podemos detectar una estructura similar a la establecida por Joaquín de Fiore, sin embargo, hay una diferencia fundamental respecto a la concepción del presente; mientras que en la profecía de los joaquinistas el presente es un tiempo de transición hacia el advenimiento del Anticristo, en la conciencia del final de las narraciones contemporáneas se concibe al presente como una temporalidad siempre en crisis, entre el instante presente y la propia muerte del sujeto. 



Es decir, el final apocalíptico ya no está proyectado hacia el futuro en una fecha concreta, sino que se percibe como inmanente a nuestra propia percepción del presente; por tanto, el final ya no es una profecía histórica, sino que pasa a ser un conflicto individual.



En la ficción apocalíptica contemporánea el conflicto del final pasa a ser individual, no remitiendo expresamente a las fuentes bíblicas; además, a diferencia de los textos tradicionales, sí expresa el mito del fin de siglo. Sin embargo, Kermode entiende el mito de fin de siglo como expresión narrativa de la angustia moderna. 



“La angustia reflejada por el fin de siècle es perpetua, y los hombres no esperan el final de cada siglo para reflejarla; cualquier fecha es útil. Y desde luego sentimos el sentido de un final. No ha disminuido y es tan endémica en lo que llamamos modernidad como lo es utopismo apocalíptico en la revolución política. Cuando vivimos con el ánimo impregnado de crisis final, ciertas pautas o maneras de asumirla se muestran nítidamente.” 



Pero, más allá de que pudiera mostrarse que ese mito de fin de siglo era una respuesta imaginaria a las contradicciones sociales de la modernidad, desvelando así la angustia como respuesta ideológica de unas clases burguesas temerosas e individualistas, lo que nos interesa aquí es señalar brevemente lo más interesante de la estructura de las narraciones apocalípticas, a saber, que estas no niegan la utopía, sino que únicamente la condicionan.


 Para que la utopía sea posible, siguiendo el pensamiento apocalíptico, antes debe llegar la catástrofe; esa es la condición. Para ilustrar esto recurriremos a la novela más popular de Ballard; El imperio del sol 2012, ed. Alianza. Recluido en el estadio deportivo, Jim advertirá el resplandor que a los lectores se nos aparece como siniestro, fantasmal, mortífero producido por la bomba atómica que acababa de lanzar el ejército norteamericano, como una señal de que el fin se acerca y que por tanto su liberación y la de sus padres se encuentra ya muy cerca. “Bombas atómicas.Malo para los japoneses, pero bueno para ti, muchacho. Y para tus padres.” 



Si recurrimos a la historia del género apocalíptico, es porque pretendemos señalar que no debemos confundir la distopía y la decadencia con la esperanza de renovación que podemos leer, siguiendo a Kermode, en las ficciones apocalípticas. Estas incorporan tanto la catástrofe como la posibilidad del recomenzar de todas las cosas, incorporando el final del mundo y la inauguración del reinado de Cristo en la tierra, la caída y el levantamiento, el final y el recomienzo. En los discursos apocalípticos, la esperanza se encuentra de una forma diferente a la utopía, pues requiere del cumplimiento de una proposición previa; el final apocalíptico. Pero que la esperanza esté condicionada no quiere decir que no podamos encontrar sus huellas.



Es en este sentido que afirmamos que la decadencia del mundo, su destrucción, aparece como esperanza de renovación en los discursos apocalípticos del coronavirus, en tanto que esa pandemia está sirviendo para demostrar que no todo está perdido en relación al futuro de la vida sobre la tierra, pues el virus está gripando las economías de diversos países, demostrando la validez de las ideas acerca de la necesidad del decrecimiento, de manera que el descenso de los flujos de producción.



Transporte, consumo, o turismo, está logrando actualmente atenuar el impulso destructivo del capital, incluso limpiar parcialmente la atmósfera del planeta; es en este preciso punto que podemos comprender de manera más nítida el pensamiento del autor apocalíptico que puede ser nuestro propio vecino, que nos ha dicho que el final de todos llega con el coronavirus, a saber, que sólo cuando llega el final podemos alumbrar un nuevo comienzo


A través de la historia mundial mucho se ha dicho sobre los cuatro jinetes, las siete trompetas del Apocalipsis, de la llegada del anticristo y la gran batalla final entre el bien y el mal, un conjunto de señales que nos indicarán que el fin del mundo llegó. Sin embargo, aún existen muchas dudas a cerca de la fecha exacta en el que esto podría suceder, por lo que científicos y estudiosos de la biblia siguen investigando sobre este posible suceso. Así que por el momento, sólo nos queda hacer un recuento sobre cuáles son las señales del Apocalipsis de las que tanto de habla. 
Uno de los temas más mencionados dentro de las señales de Apocalipsis es la de la llegada de un falso Jesucristo -Satán haciéndose pasar por el mesías-. Este falso Jesucristo logrará engañar a toda la sociedad y los gobiernos, sin embargo, el verdadero Dios llegará para hacerle frente en una batalla que durará cerca de 5 meses y en la que una tercera parte de la población mundial desaparecera.



Debido al maltrato del ser humano con la naturaleza y el desgaste extremo de sus recursos naturales, la humanidad comenzará a sufrir las consecuencias. Terremotos, huracanes, falta de comida a causa de las guerras son algunos de los efectos que anunciarán la llegada del fin del mundo. 
Los virus y las pandemias no son algo nuevo en nuestra historia, pues basta recordar la peste negra durante el siglo XIV, la cual logró matar a cerca de 100 millones de habitantes. De acuerdo con los signos del Apocalipsis está será otra de las señales que marquen la llegad del fin de una era. 



Según los relatos bíblicos, se hace referencia a un objeto que logrará la destrucción de la tierra, el cual estará acompañado de un gran terremoto a nivel mundial. Aunque esta teoría nunca ha sido desechada por los científicos, pues la amenaza de la caída de un asteroide a la tierra siempre está presente. 
La biblia hace referencia a un conflicto armado en contra de Israel, la tierra prometida, el cual podría ser liderado por Irán respaldado por Rusia. Aunque también se habla de un conflicto entre naciones como Gaza, Líbano, Iraq o Corea del Norte, la cual estaría guiada por un poder nuclear. 



Otra de la señales del Apocalipsis señala que Jerusalén regresará a manos Judías, pero al pronunciar a Israel como una nación libre, se podría decir que esta profecía ya se realizó. Y en el caso de una llamarada como señal del fin de la humanidad, se cree que la furia de Dios será tan grande que convertirá al sol en una gran llamarada que acabará con la humanidad. 
Esta señal está relacionada con los efectos del calentamiento global y con el único evento registrado en 1859, cuando la radiación solar fue tan intensa que las líneas del telégrafo colapsaron, por lo que podría volver a presentarse un fenómeno similar.


El Apocalipsis
Cuando escuchamos hablar del apocalipsis, inmediatamente lo asociamos con el fin del mundo, pero en nuestro planeta tan convulsionado, cualquier suceso natural de gran trascendencia nos hace pensar que el final está muy cerca.
La humanidad ha experimentado enfermedades, hambruna y muerte, provocadas por guerras o el uso de armas químicas, que han sido producto del egoísmo y la sed de poder del hombre, que cada vez se aleja más del camino de Dios.
Lo cierto de todo, es que Dios con el apocalipsis buscará limpiar y purificar a la civilización global de sus pecados, para finalmente salvarla.



El apocalipsis constituye el último libro del Nuevo Testamento, que fue escrito por el apóstol San Juan, entre los años 94 y 96, tras las revelaciones que recibió de Jesucristo en relación al final de los tiempos.
El Apocalipsis de San Juan tiene un contenido histórico ya que se refiere a personajes y hechos de aquel tiempo, transcendental porque presenta la lucha entre el bien y el mal, y un contenido profético debido a que devela algunos acontecimientos que sucederán en un futuro.
La simbología usada en las revelaciones buscaba animar a los creyentes cristianos perseguidos por el Imperio Romano, a que solo ellos pudieran interpretarla, es por esto, que su compresión tiende a dificultarse, y la iglesia la usa muy poco en términos populares.



Aquellos que toman en cuenta los símbolos para descifrar el fin del mundo, el anticristo y el regreso de Jesucristo.
Quienes atribuyen el significado de la escritura sólo como un hecho meramente histórico
Otros que realizan predicciones en relación al destino de la humanidad.
Y los que opinan que las visiones no son proféticas sino más bien tienen un sentido moral.
A ciencia cierta, no se sabe ni el día ni la hora del fin de los tiempos, ya que las revelaciones sólo dan signos, existiendo dentro del libro partes muy claras pero otras que son indescifrables.



Jesucristo le ordena a San Juan hacer una manifestación para siete iglesias del Asia Menor.
Mensaje de Jesucristo a las siete congregaciones indicando el destino de los tiempos hasta el fin del mundo.
La visión de Dios desde su trono celestial.
Las revelaciones del destino de la humanidad los siete sellos y los cuatro jinetes, las siete trompetas y el comienzo de la tragedia, las siete señales y la bestia, los siete cáliz y el juicio a los pecadores, el anticristo, los mil años y el juicio final.
La eterna bienaventuranza: el nuevo cielo y la nueva tierra
En el apocalipsis se unen muchos eventos espirituales con sucesos históricos de esos tiempos, para formar finalmente una sola profecía que promulga el devenir de la humanidad.


Historia del Apocalipsis el fin del Mundo

El Mundo en que Vivimos: El Horóscopo de Mariela la Pitonisa

El Mundo en que Vivimos: El Horóscopo de Mariela la Pitonisa :  El Horóscopo de Mariela la Pitonisa   El Horóscopo de Mariela la Pitonisa ...