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jueves, 26 de marzo de 2020
Vida y Obra de Francisco Goya
Francisco Goya (Francisco José de Goya y Lucientes; Fuendetodos, España, 1746 - Burdeos, Francia, 1828) Pintor y grabador español. Goya fue el artista europeo más importante de su tiempo y el que ejerció mayor influencia en la evolución posterior de la pintura, ya que sus últimas obras se consideran precursoras del impresionismo.
Goya aprendió de su padre el oficio de dorador, pero, decidido a dedicarse a la pintura, se trasladó a Madrid para formarse junto a Francisco Bayeu, con cuya hermana se casó en 1775, año de su establecimiento definitivo en Madrid.
Bayeu le proporcionó trabajo en la Real Fábrica de Tapices, para la que realizó sesenta y tres cartones, en su mayor parte con escenas idílicas y de la vida diaria, plasmadas con colores claros y vivos e impregnadas de alegría y romanticismo.
Simultáneamente, Goya empezó a pintar retratos y obras religiosas que le dieron un gran prestigio, hasta el punto de que en 1785 ingresó en la Academia de San Fernando y en 1789 fue nombrado pintor de corte por Carlos IV.
Diez años más tarde, en 1799, pintó para el soberano el famoso retrato La familia de Carlos IV, que se considera una de sus obras maestras. Es un retrato oficial, formal en apariencia, pero en el que el autor se permite cierta ironía al plasmar a los personajes con un realismo crítico.
Goya trabajó como retratista no sólo para la familia real, sino también para la aristocracia madrileña, y de hecho entre estos retratos se encuentran algunas de sus obras más valoradas, como La condesa de Chinchón o las famosas La maja vestida y La maja desnuda; sobre estas últimas dice la leyenda popular que representan a la duquesa de Alba, quien habría mantenido con el artista una relación de tintes escandalosos.
En los retratos de Goya destaca, en líneas generales, su atento estudio de las posturas y las expresiones, así como los contrastes de luces y sombras que realzan la figura del protagonista.
Hacia 1799, el pintor concluyó una de sus grandes series de grabados, Los caprichos, ochenta y dos aguafuertes que constituyen una crítica feroz de la sociedad civil y religiosa de la época.
En esta serie aparecen ya algunos personajes extraños y macabros que acabarán protagonizando obras posteriores del maestro. Por esos mismos años, Goya se ocupó de la decoración al fresco de la ermita de San Antonio de la Florida, donde realizó una obra de gran impacto escenográfico.
En 1808, la invasión de España por las tropas napoleónicas colocó al artista en una situación delicada, ya que mantuvo su puesto de pintor de corte con José Bonaparte. Pese a todo, no se privó de plasmar los horrores de la guerra en obras como El 2 de mayo y Los fusilamientos del 3 de mayo, que reflejan los dramáticos acontecimientos de aquellas fechas en Madrid.
Además, en los sesenta y seis grabados de Los desastres de la guerra (1810-1814), dio testimonio de las atrocidades cometidas por los dos bandos y acentuó visualmente la crueldad de la guerra como protesta contra ella, lanzada a la posteridad desde la impotencia.
Los fusilamientos del 3 de mayo Por haber trabajado para José Bonaparte, el artista cayó en desgracia tras la restauración de Fernando VII, y en 1815 se retiró de la vida pública. En 1819 experimentó una recaída en la misteriosa enfermedad que en 1792 lo había dejado completamente sordo.
Ello, unido a su nueva vida en soledad en la Quinta del Sordo, casa solariega que había comprado poco antes, debió de contribuir a la exacerbación imaginativa de que el artista dio muestras en la decoración de su nueva vivienda: catorce murales de gran tamaño con predominio de los tonos marrones, grises y negros, sobre temas macabros y terroríficos.
Estas obras, conocidas en la actualidad como Pinturas negras, han contribuido con el paso de los años a la consolidación del reconocimiento del genio de Goya, tanto por su originalidad temática como por su técnica pictórica de pincelada amplia y suelta. El pintor se trasladó en 1824 a Burdeos, donde residió hasta su muerte sin dejar de cultivar la pintura y el grabado.
La lechera de Burdeos y algunos retratos ilustran la evolución del genio hacia una concepción de los valores plásticos que anuncia el impresionismo.
Su obra, fecunda y versátil, de gran libertad técnica y brillantez de ejecución, no ha dejado de acrecentar la importancia de su figura hasta nuestros días.
Vida y Obra de Francisco Goya
Vida y Obra de Diego Velázquez
Diego Velázquez Maestro sin par del arte pictórico, el sevillano Diego Velázquez adornó su carácter con una discreción, reserva y serenidad tal que, si bien mucho se puede decir y se ha dicho sobre su obra, poco se sabe y probablemente nunca se sabrá más sobre su psicología. Joven disciplinado y concienzudo, no debieron de gustarle demasiado las bofetadas con que salpimentaba sus enseñanzas el maestro pintor Herrera el Viejo, con quien al parecer pasó una breve temporada, antes de adscribirse, a los doce años, al taller de ese modesto pintor y excelente persona que fuera Francisco Pacheco. De él provienen las primeras noticias, al tiempo que los primeros encomios, del que sería el mayor pintor barroco español y, sin duda, uno de los más grandes artistas del mundo en cualquier edad.
La mirada melancólica Diego Velázquez fue hijo primogénito de un hidalgo no demasiado rico perteneciente a una familia oriunda de Portugal, tal vez de Oporto, aunque ya nacido en Sevilla, llamado Juan Rodríguez, y de Jerónima Velázquez, también mujer de abolengo pero escasa de patrimonio. En el día de su bautismo, Juan echó las campanas al vuelo (previo pago de una módica suma al sacristán), convidó luego a los allegados a clarete y a tortas de San Juan de Alfarache y entretuvo a la chiquillería vitoreante con monedas de poco monto que arrojó por la ventana. No le había de defraudar este dispendio y estos festejos el vástago recién llegado, que se mostró dócil a los deseos paternos durante su infancia e ingresó en el taller de Francisco Pacheco sin rechistar.
El muchacho dio pruebas precocísimas de su maña como dibujante, y aprendía tan vertiginosamente el sutil arte de los colores que el bueno de Pacheco no osó torcer su genio y lo condujo con suavidad por donde la inspiración del joven lo llevaba. Entre maestro y discípulo se estrechó desde entonces una firme amistad basada en la admiración y en el razonable orgullo de Pacheco y en la gratitud del despierto muchacho. Estos lazos terminaron de anudarse cuando el viejo pintor se determinó a otorgar la mano de su hija Juana a su aventajado alumno de diecinueve años. Sobre las razones que le decidieron a favorecer este matrimonio escribe Pacheco: "Después de cinco años de educación y enseñanza le casé con mi hija, movido por su virtud, limpieza, y buenas partes, y de las esperanzas de su natural y grande ingenio. Y porque es mayor la honra de maestro que la de suegro, ha sido justo estorbar el atrevimiento de alguno que se quiere atribuir esta gloria, quitándome la corona de mis postreros años. No tengo por mengua aventajarse el maestro al discípulo, ni perdió Leonardo de Vinci por tener a Rafael por discípulo, ni Jorge de Castelfranco a Tiziano, ni Platón a Aristóteles, pues no le quitó el nombre de divino."
A la conquista de la corte Pronto se le hizo pequeña Sevilla a Velázquez e intentó ganar una colocación en la corte, donde se había instalado recientemente Felipe IV, rey de pocas luces diplomáticas aunque muy aficionado a las artes y que con el tiempo llegaría a sentir por el pintor una gran devoción y hasta una rara necesidad de su compañía. En su primer viaje a Madrid no tuvo suerte, pues tenía menester de muchas recomendaciones para acceder a palacio y se volvió a su tierra natal sin haber cosechado el menor éxito. Hubiera sido una verdadera lástima que su protector y suegro no le hubiese encarecido y animado a intentarlo de nuevo al año siguiente, porque de otro modo el prometedor Diego hubiera quedado confinado en un ambiente excesivamente provinciano, ajeno a los nuevos aires que circulaban por los ambientes cosmopolitas de las cortes de Europa.
En Sevilla, durante lo que se ha dado en llamar, con artificio erudito de historiador, su primera época (aunque la obra de Velázquez es el resultado de una búsqueda incesante), su estilo sigue al de los manieristas y los estudiosos del arte veneciano, como Juan de Roelas, pero adoptando los claroscuros impresionantes de Caravaggio, si bien esta última influencia ha sido discutida. No obstante, Velázquez se decantará pronto por un realismo barroco, audaz y estremecido, grave y lleno de contrastes, seguido igualmente por Francisco de Zurbarán o Alonso Cano. Dicho realismo, en su vertiente más popular, había sido frecuentado por la literatura de la época, y ese mismo aire de novela picaresca aparece en los Almuerzos que guardan los museos de Leningrado y Budapest, así como en Tres músicos, donde, sin embargo, desaparece el humor para concentrarse el tema en la descripción de la maltrecha dignidad de sus protagonistas.
Más curioso es aún cómo, también por aquella época, utiliza los encargos de asuntos religiosos para arrimar el ascua a su sardina y, dejando en un fondo remoto el episodio que da título al cuadro, pasan a un primer plano de la representación rudos personajes del pueblo y minuciosos bodegones donde se acumulan los objetos de la pobre vida cotidiana. Es el caso de Cristo en casa de Marta y María, cuadro en el que adquiere plena relevancia la cocina y sus habitantes, el pescado, las vasijas, los elementos más humildes.
Diego Velázquez Maestro sin par del arte pictórico, el sevillano Diego Velázquez adornó su carácter con una discreción, reserva y serenidad tal que, si bien mucho se puede decir y se ha dicho sobre su obra, poco se sabe y probablemente nunca se sabrá más sobre su psicología. Joven disciplinado y concienzudo, no debieron de gustarle demasiado las bofetadas con que salpimentaba sus enseñanzas el maestro pintor Herrera el Viejo, con quien al parecer pasó una breve temporada, antes de adscribirse, a los doce años, al taller de ese modesto pintor y excelente persona que fuera Francisco Pacheco. De él provienen las primeras noticias, al tiempo que los primeros encomios, del que sería el mayor pintor barroco español y, sin duda, uno de los más grandes artistas del mundo en cualquier edad.
La mirada melancólica Diego Velázquez fue hijo primogénito de un hidalgo no demasiado rico perteneciente a una familia oriunda de Portugal, tal vez de Oporto, aunque ya nacido en Sevilla, llamado Juan Rodríguez, y de Jerónima Velázquez, también mujer de abolengo pero escasa de patrimonio. En el día de su bautismo, Juan echó las campanas al vuelo (previo pago de una módica suma al sacristán), convidó luego a los allegados a clarete y a tortas de San Juan de Alfarache y entretuvo a la chiquillería vitoreante con monedas de poco monto que arrojó por la ventana. No le había de defraudar este dispendio y estos festejos el vástago recién llegado, que se mostró dócil a los deseos paternos durante su infancia e ingresó en el taller de Francisco Pacheco sin rechistar.
El muchacho dio pruebas precocísimas de su maña como dibujante, y aprendía tan vertiginosamente el sutil arte de los colores que el bueno de Pacheco no osó torcer su genio y lo condujo con suavidad por donde la inspiración del joven lo llevaba. Entre maestro y discípulo se estrechó desde entonces una firme amistad basada en la admiración y en el razonable orgullo de Pacheco y en la gratitud del despierto muchacho. Estos lazos terminaron de anudarse cuando el viejo pintor se determinó a otorgar la mano de su hija Juana a su aventajado alumno de diecinueve años.
Sobre las razones que le decidieron a favorecer este matrimonio escribe Pacheco: "Después de cinco años de educación y enseñanza le casé con mi hija, movido por su virtud, limpieza, y buenas partes, y de las esperanzas de su natural y grande ingenio. Y porque es mayor la honra de maestro que la de suegro, ha sido justo estorbar el atrevimiento de alguno que se quiere atribuir esta gloria, quitándome la corona de mis postreros años. No tengo por mengua aventajarse el maestro al discípulo, ni perdió Leonardo de Vinci por tener a Rafael por discípulo, ni Jorge de Castelfranco a Tiziano, ni Platón a Aristóteles, pues no le quitó el nombre de divino."
A la conquista de la corte Pronto se le hizo pequeña Sevilla a Velázquez e intentó ganar una colocación en la corte, donde se había instalado recientemente Felipe IV, rey de pocas luces diplomáticas aunque muy aficionado a las artes y que con el tiempo llegaría a sentir por el pintor una gran devoción y hasta una rara necesidad de su compañía. En su primer viaje a Madrid no tuvo suerte, pues tenía menester de muchas recomendaciones para acceder a palacio y se volvió a su tierra natal sin haber cosechado el menor éxito. Hubiera sido una verdadera lástima que su protector y suegro no le hubiese encarecido y animado a intentarlo de nuevo al año siguiente, porque de otro modo el prometedor Diego hubiera quedado confinado en un ambiente excesivamente provinciano, ajeno a los nuevos aires que circulaban por los ambientes cosmopolitas de las cortes de Europa.
Tres músicos En Sevilla, durante lo que se ha dado en llamar, con artificio erudito de historiador, su primera época (aunque la obra de Velázquez es el resultado de una búsqueda incesante), su estilo sigue al de los manieristas y los estudiosos del arte veneciano, como Juan de Roelas, pero adoptando los claroscuros impresionantes de Caravaggio, si bien esta última influencia ha sido discutida. No obstante, Velázquez se decantará pronto por un realismo barroco, audaz y estremecido, grave y lleno de contrastes, seguido igualmente por Francisco de Zurbarán o Alonso Cano. Dicho realismo, en su vertiente más popular, había sido frecuentado por la literatura de la época, y ese mismo aire de novela picaresca aparece en los Almuerzos que guardan los museos de Leningrado y Budapest, así como en Tres músicos, donde, sin embargo, desaparece el humor para concentrarse el tema en la descripción de la maltrecha dignidad de sus protagonistas.
Más curioso es aún cómo, también por aquella época, utiliza los encargos de asuntos religiosos para arrimar el ascua a su sardina y, dejando en un fondo remoto el episodio que da título al cuadro, pasan a un primer plano de la representación rudos personajes del pueblo y minuciosos bodegones donde se acumulan los objetos de la pobre vida cotidiana. Es el caso de Cristo en casa de Marta y María, cuadro en el que adquiere plena relevancia la cocina y sus habitantes, el pescado, las vasijas, los elementos más humildes.
El Museo del Prado guarda igualmente pinturas del período sevillano, como el espléndido lienzo La adoración de los Reyes Magos, fechado en 1619 (poco después de su matrimonio y de que Juana le diese descendencia), y donde se ha querido ver, sobre todo en los rasgos infantiles del Niño Jesús, un homenaje a su familia y un hálito de la felicidad del flamante padre. Es seguro, por lo demás, que los Reyes Magos son auténticos retratos, no idealizaciones más o menos convencionales, y en ello se revela también la verdadera vocación de quien sería el más grande retratista de su tiempo.
En su segunda intentona en Madrid, ya convenientemente pertrechado de avales, recibió Velázquez las mercedes y favores del conde-duque de Olivares, quien le consiguió su gran oportunidad al recomendarle para que hiciera un retrato del nuevo monarca. Felipe IV quedó tan complacido por esta obra que inmediatamente lo nombró pintor de la corte, obligando a Velázquez a trasladar su residencia a la capital y a vivir en el Palacio Real. En sus primeros años madrileños, el artista fue sustituyendo sus característicos tonos terrosos por una insólita gama de grises que con el tiempo sería su recurso más admirable y un vivo exponente de su genio sutil.
La impresión del paisaje Hacia 1629 pinta Velázquez su primer gran cuadro de tema mitológico, llamado Los borrachos porque el asunto dedicado a Baco se convierte en sus manos en una estampa de las francachelas populares de la época; al año siguiente llega a Madrid Rubens, con quien mantuvo una buena y leal amistad; Rubens le recomienda que no deje de visitar Italia, donde su arte podrá depurarse y ennoblecerse. Empeñado desde entonces en ello, consigue, tras mucho insistir, licencia del rey y, saliendo del puerto de Barcelona, desembarca en Génova en 1629. Visita Verona, Ferrara, Loreto, Bolonia, Nápoles y Roma, sin apenas pintar nada, pero estudiándolo todo, memorizando gamas de colores, audaces composiciones, raras atmósferas, luces insólitas.
Los borrachos o El triunfo de Baco (1629) Probablemente entonces, aunque hay quien sostiene que fue en su segundo viaje a Roma, pinta las maravillosas Vistas del jardín de la Villa Médicis en Roma. En estos deliciosos parajes vivió el español gracias a la recomendación de su embajador y allí, al aire libre, tomó sus apuntes geniales. Son, en realidad, paisajes románticos, melancólicos, intemporales, casi impresionistas por su libertad de trazo, pese a ser en más de dos siglos anteriores a los cuadros de ese estilo, y quizás aún más perfectos en la captura del instante luminoso huidizo, del aire limpio y quieto apresado por la tupida vegetación y la escenográfica arquitectura. Y lo más asombroso es que estas imágenes que hoy conserva el Museo del Prado, inolvidables cuando se han visto una sola vez, fueron pintadas como al desgaire, como ejercicio ocioso y gratuito, sobre pequeños lienzos que no alcanzan el medio metro de alto y poco menos de ancho, pero que resumen, con impecable evidencia, la suprema sabiduría alcanzada en aquellos años por Velázquez.
Bien es cierto que, a su regreso a España, realizó obras de mayor envergadura y empaque, como La rendición de Breda, también conocida por Las lanzas, pero en esta pintura de compromiso, terminada en 1635 para el Salón de los Reinos en el recién inaugurado Palacio del Buen Retiro, también conmueve más lo anecdótico que la pomposa rememoración del pasado triunfo de un predecesor de Felipe IV.
La rendición de Breda o Las lanzas (1635) Durante los años treinta y cuarenta del siglo fue Velázquez el pintor no sólo de su abúlico rey, sino de las "sabandijas de palacio", de los bufones como El Bobo de Coria, Diego de Acedo el Primo y el Niño de Vallecas, y después de su segundo viaje a Italia para comprar obras de arte en nombre de Su Majestad, su paleta produjo tres obras maestras insuperables y sumamente conocidas.
La Venus del espejo, conservada en la National Gallery de Londres, es célebre por ser uno de los pocos desnudos de autor español de la época que se han conservado, aunque se le supongan hasta tres más al pintor sevillano, para el cual tal vez sirviera de modelo la escandalosa y bella actriz Damiana, amante del alocado marqués de Heliche. Para la realización de Las Hilanderas, radicada actualmente en el Museo del Prado, Velázquez plantó su caballete en la Fábrica de Tapices de la calle de Santa Isabel de Madrid. La representación del momento irrepetible de las mujeres alrededor de la rueca giratoria hizo pronto olvidar que se trataba de un tema mitológico (la fábula de Palas y Aracne), creyéndose desde antiguo que se trataba de un cuadro de género.
Las Meninas De entre los retratos que realizó de la familia real, hay uno que goza de inmensa fama, y se ha convertido en el paradigma de la obra del pintor: Velázquez y la familia real o Las Meninas. Este cuadro, que ha dado lugar a multitud de interpretaciones, tiene como marco espacial la habitación más importante del apartamento del palacio Real en el que vivía el pintor. En la obra aparece el mismo Velázquez frente al caballete con la cruz de la Orden de Santiago, aunque la distinción fue añadida después de su muerte por orden del rey, ya que Velázquez todavía no la había recibido cuando pintó el cuadro. En el fondo de la habitación, un espejo refleja la imagen del rey y de la reina; en el centro aparece la infanta Margarita acompañada por dos doncellas reales, y a la derecha del cuadro, en primer plano, figuran la enana Mari-Bárbola y el enano Nicolás de Pertusato, que intenta despertar con el pie a un mastín tumbado en el suelo. Detrás de este grupo hay dos figuras y finalmente, al lado de la escalera, vemos al mayordomo de la reina.
Detalle de Las Meninas (1656) La composición es de una gran complejidad y constituye un extraordinario ejemplo de pintura de una pintura: los reyes se representan indirectamente, vistos a través de un espejo, mientras que por lo que respecta a los protagonistas de la obra, la infanta y sus acompañantes, no se sabe si son el tema del cuadro en que está trabajando Velázquez o bien si están mirando pintar al artista.
Por último, el espectador se siente incluido en el espacio del cuadro, ya que el espejo con las imágenes de los reyes le hace suponer que los monarcas están contemplando la misma escena que él pero a sus espaldas. Dicho de otro modo, el espectador ocupa ilusoriamente el lugar de los retratados, el lugar de los reyes, y este hecho ha dado pábulo a incesantes especulaciones. Desde el punto de vista de la factura, es una obra de prodigiosa ejecución, incluso dentro de la pintura del artista. Las pinceladas son como toques de luz que modelan los vestidos y los cuerpos, dotándolos de una gran vivacidad. Por empeño personal de Felipe IV, Velázquez recibiría, un año antes de morir en Madrid el 6 de agosto de 1660, la preciada distinción de caballero de la Orden de Santiago, un honor no concedido nunca ni antes ni después a pintor alguno. Y aunque, al demoler la iglesia, nadie recordaba que sus restos.
Habían sido sepultados en la Parroquia de San Juan Bautista, cuando en 1990 se organizó una magna retrospectiva de su obra en el Museo del Prado, miles y miles de personas llegadas de todos los puntos cardinales afluyeron incesantemente para reír el gesto idiota del bufón Calabacillas, admirar la pincelada que plasma el vestido de una infanta, interrogar la estampa ecuestre del conde duque de Olivares y respirar el aire penumbroso del siglo XVII aquietado e inmortalizado en los cuadros de Velázquez.
Vida y Obra de Diego Velázquez
martes, 24 de marzo de 2020
Vida y Obra de Gabriel García Márquez
La Literatura y Biografía de Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez
(1927/03/06 - 2014/04/17)
Gabriel García Márquez
Escritor colombiano
Obras: Cien años de soledad, Crónica de una muerte anunciada, El coronel no tiene quien le escriba...
Géneros: Novela, cuento, crónica, reportaje...
Premios: Nobel de Literatura (1982)...
Padres: Luisa Santiaga Márquez y de Gabriel Eligio García
Cónyuge: Mercedes Barcha Pardo
Hijos: Rodrigo y Gonzalo
Nombre: Gabriel José de la Concordia García Márquez
García Márquez nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia.
Hijo de Luisa Santiaga Márquez y de Gabriel Eligio García, radiotelegrafista y boticario del pueblo. Tuvo quince hermanos.
Siendo muy niño fue dejado al cuidado de sus abuelos maternos, el Coronel Nicolás Márquez Iguarán y Tranquilina Iguarán Cortés. Reconoció que su madre es quien descubre los personajes de sus novelas a través de sus recuerdos. Al no haber vivido cerca de su padre, le fue difícil tratarlo con confianza en la adolescencia.
Curso estudios en el Colegio San José de Barranquilla. Después de terminar la secundaria comenzó a escribir una novela que en un principio titula La casa. Por esta época empezó a leer a Franz Kafka y a James Joyce. Viajó a Cartagena donde ingresó en la facultad de Derecho. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Bogotá.
García Márquez publicó en El Espectador su primer cuento, La tercera resignación. Dejó la carrera del derecho y se inicio en el periodismo.
Trabajó como redactor durante 1946 en el diario el Universal, un periódico de Cartagena de Indias. Publicó Eva está dentro de su gato, Tubal-Caín forja una estrella, La otra costilla de la muerte en El Espectador.
Más adelante trabaja para El Heraldo en Barranquilla entre 1948 y 1952, y en El Espectador en Bogotá a partir de 1952. Entre 1959 y 1961, estuvo escribiendo para la agencia cubana de noticias, La Prensa, en Colombia, en La Habana y en Nueva York.
Sus ideales izquierdistas le hicieron oponerse al dictador Laureano Gómez y a su sucesor, el general Gustavo Rojas Pinilla, teniendo problemas que le llevaron al exilio voluntario en México y España entre 1960 y 1970.
Obras
Fue en México, durante su exilio, donde empezó a escribir su obra maestra, la novela Cien Años de Soledad, en un estilo que demuestra la influencia del famoso escritor estadounidense William Faulkner. El escritor colombiano llevó a su esposa a vivir con su familia y él permaneció 18 meses casi sin salir de una habitación a la que llamaba "la Cueva de la Mafia", en su departamento.
Las deudas se acumulaban y para resistir económicamente este largo período vendió su automóvil y casi todas sus pertenencias, incluyendo los electrodomésticos y enseres de la casa. Por esta obra percibió un anticipo de apenas 500 dólares y la tirada inicial fue de 8.000 ejemplares.
La novela relata la historia épica de la familia Buendía y sus generaciones en la comunidad ficticia de Macondo. Cien Años de Soledad se convirtió en una obra literaria clásica mundial y de la literatura moderna de Hispanoamérica. Se tradujo a la mayor parte de los idiomas y lenguajes literarios vendiéndose más copias de esta novela que de cualquier otro autor latinoamericano contemporáneo.
Autor también de El otoño del patriarca 1975, que trata sobre el poder y la corrupción políticos, Crónica de una muerte anunciada 1981, novela en la que narró la historia de un asesinato en una pequeña ciudad latinoamericana,
El amor en los tiempos del cólera 1985, una historia de amor que desarrollo también en Latinoamérica, El general en su laberinto 1989, narración ficticia de los últimos días de Simón Bolívar, y Noticia de un secuestro 1996, reportaje novelado sobre el narcoterrorismo colombiano.
García Márquez también escribió cuentos como: La increíble y triste historia de Eréndira y de su abuela la desalmada 1972 Doce cuentos peregrinos 1992.
En 2002, publicó el libro de memorias Vivir para contarla, el primero de los tres volúmenes de sus memorias.
En octubre de 2004 se lanzó Memorias de mis putas tristes, la historia de un anciano que hace el amor por última vez a sus 90 años y recuerda a todas las mujeres con las que se relacionó.
En 1982, le otorgaron el Premio Nobel de Literatura y fue formalmente invitado por el gobierno colombiano a regresar a su país.
Su obra fue muy reconocida públicamente: en 1961 recibió el Premio Esso, en 1977; fue homenajeado en el XIII Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana en 1971, declarado "Doctor Honoris Causa" por la Universidad de Columbia, en Nueva York; en 1972, obtuvo el Premio Rómulo Gallegos por su obra La Cándida Eréndira y su abuela desalmada. En 1981, el gobierno francés le concedió la condecoración "Legión de Honor" en el grado de Gran Comendador. Asistió a la posesión de su amigo y Presidente de la República, François Mitterrand. En 1992, fue nombrado jurado del Festival de Cine de Cannes.
En 1958, se casó con Mercedes Barcha. Tuvieron dos hijos, Rodrigo y Gonzalo.
En 1999 le fue diagnosticado un cáncer linfático.
García Márquez falleció el jueves 17 de abril de 2014, a la edad de 87 años, en México DF. Ocho días antes había dejado el hospital donde estuvo ingresado durante una semana por una infección pulmonar. Poco después se supo que, en realidad, no era un problema pulmonar sino un agravamiento del cáncer que lo aquejaba y que se había extendido por pulmón, ganglios e hígado y que estaba recibiendo cuidados paliativos en su casa.
Obras
La hojarasca (1955)
El coronel no tiene quien le escriba(1961)
La mala hora(1962)
Los funerales de la Mamá Grande(1962)
Cien años de soledad(1967)
La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada(1972)