sábado, 2 de mayo de 2020

La Vida y la Muerte después de la Vida la Muerte




La Vida y la Muerte después de la Vida la Muerte

La muerte no es el final
Muchos de nosotros nos preguntamos qué sucede después de morir. Algunos creen que dejamos de existir, mientras que otros creen en un cielo y un infierno. Las Escrituras nos dicen que vivíamos antes de venir a la tierra y que, debido a que Jesús venció la muerte, seguiremos viviendo después de morir.
Conocer el plan de Dios, y que la muerte es parte de él, nos ayuda a sentir consuelo y paz. Aunque lloramos por aquellos seres queridos que hemos perdido, hay esperanza; la muerte no es el final.


Cuando morimos, nuestro espíritu se separa de nuestro cuerpo. Aunque nuestro cuerpo muere, nuestro espíritu, que es la esencia de quienes somos, continúa viviendo. Nuestro espíritu va al mundo de los espíritus, que se divide en el paraíso espiritual y la prisión espiritual. Para esos espíritus que vivieron vidas rectas, el paraíso es un lugar de reposo. Los miembros de la familia que fallecieron antes que nosotros estarán ahí esperándonos.


El científico estadounidense Robert Lanza asegura que tiene pruebas definitivas para confirmar que la vida después de la muerte existe y que de hecho la muerte, por su parte, no existe de la manera en la que la percibimos.
Lanza opina que la respuesta a la pregunta '¿Qué hay más allá de la muerte?', sobre la que los filósofos llevan siglos reflexionado radica en la física cuántica, y en concreto en la nueva teoría del biocentrismo.
Según el científico, de la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest, en Carolina del Norte, la solución a esa cuestión eterna consiste en la idea de que el concepto de la muerte es un mero producto de nuestra conciencia.
El profesor señala que el biocentrismo explica que el universo solo existe debido a la conciencia de un individuo sobre él mismo.


Lo mismo sucede con los conceptos de espacio y tiempo, que Lanza describe como "meros instrumentos de la mente", publica el periódico británico 'The Independent'.
En un mensaje publicado en el sitio web del científico, Lanza explica que con esta teoría el concepto de la muerte como la conocemos "no existe en ningún sentido real", ya que no hay verdaderos límites según los cuales se pueda definir.
"Esencialmente, la idea de morir es algo que siempre se nos ha enseñado a aceptar, pero en realidad solo existe en nuestras mentes", opina Lanza. Asimismo, evidentemente, creemos en la muerte porque nos asociamos con nuestro cuerpo y sabemos que los cuerpos físicos mueren.
Nuestra manera clásica de pensar se basa en la creencia de que el mundo tiene una existencia objetiva independiente de un observador. Pero una larga lista de experimentos demuestra todo lo contrario.


El nuevo biocentrismo, la teoría elaborada por el científico, supone que la muerte no puede ser un evento terminal, tal y como la solemos considerar.
Lanza indica también que el biocentrismo es similar a la idea de universos paralelos, la hipótesis formulada por físicos teóricos según la cual hay un número infinito de universos y todo lo que podría suceder ocurre en alguno de ellos.
Para él, la muerte no existe en ningún sentido real en estos escenarios. Existen todos los universos posibles simultáneamente, independientemente de lo que ocurre en cualquiera de ellos, escribía Lanza en la revista 'Psychology Today'.


En términos de cómo afecta ese concepto a la vida después de la muerte, el profesor explica que, cuando morimos, nuestra vida se convierte en una "flor perenne que vuelve a florecer en el multiverso".
Agrega que "la vida es una aventura que trasciende nuestra forma lineal ordinaria de pensar; uando morimos, no lo hacemos según una matriz aleatoria, sino según la matriz ineludible de la vida".
Lanza subraya que "la muerte no existe en un mundo sin espacio ni tiempo. La inmortalidad no significa la existencia perpetua en el sistema temporal, sino que se encuentra completamente fuera del tiempo".


La vida después de la muerte
Dios ha hecho al hombre para que sea feliz en la Tierra y más tarde también en el Cielo. Este ensayo es una breve reflexión sobre la novedad que supone la doctrina cristiana ante la realidad de la muerte.


El sentido de novedad recorre todo el Evangelio, desde la Anunciación a la Virgen María hasta la Resurrección del Señor. El Nuevo Testamento habla de mil modos diversos de un nuevo comienzo para la humanidad. La misma palabra “evangelio” quiere decir justo eso: la “buena noticia”. Desde el arranque de su ministerio público, Cristo anuncia abiertamente la plenitud de los tiempos y la venida del Reino de Dios: el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio Mc 1, 15. Pero esto no significa que el Señor quiera cambiar todo. No es un revolucionario o un iluminado. De hecho, por ejemplo, para hablar de la indisolubilidad del matrimonio, toma como punto de partida lo que Dios estableció al crear a la mujer y al hombre Cfr. Mt 19, 3-9; Gn 2, 24. Por eso declaró: no penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud Mt 5, 17; y, en repetidas ocasiones, conminó a los discípulos a que cumplieran fielmente los mandamientos que Moisés había comunicado al pueblo de parte de Dios.


En la predicación del Señor hay, sin duda, un aire nuevo, liberador. Por una parte, la doctrina de Jesús desarrolla elementos ya presentes en el Antiguo Testamento, como son la rectitud de intención, el perdón, o la necesidad de amar a todos los hombres sin excepción, en particular a los pobres y a los pecadores. En Cristo se cumplen las antiguas promesas que Dios hizo a los profetas. Por otra parte, la llamada del Señor se dirige de modo radical y perentorio no a un pueblo, sino a todos los hombres, a los que llama uno a uno.
La novedad de la presencia y actuación de Jesucristo se percibe también de otro modo, desconcertante a primera vista: muchos hombres lo rechazan. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron Jn 1, 11, dice San Juan. Ese rechazo por parte de los hombres pone todavía más de relieve, si es posible, la incondicional entrega y caridad del Señor hacia la humanidad. Además, este rechazo lo llevó derechamente a su muerte en la Cruz, libremente abrazada, sacrificio único y definitivo, fuente salvífica para todos los hombres.


Pero Dios fue fiel a su promesa, y la potencia del mal no pudo apagar la entrega divina de Jesús, como manifestó la Resurrección. La fuerza salvífica que Dios introdujo en el mundo por la Encarnación de su Hijo, y sobre todo por su Resurrección, es la novedad absoluta, universal y permanente. Esto se aprecia desde el inicio de la predicación apostólica: con alegría desbordante, los apóstoles proclamaron por toda Judea, por el Imperio Romano y por el mundo entero que Jesús había resucitado; que el mundo podía cambiar, que cada mujer, cada hombre podían cambiar; que ya no estábamos sometidos a la ley del pecado y de la muerte eterna. Cristo, sentado a la derecha del Padre, dice: mira, hago nuevas todas las cosas Ap 21, 5. En Cristo, Dios ha tomado de un modo nuevo las riendas del mundo y de la historia humana para llevarlos a su realización plena. A pesar de todas la dificultades que los cristianos de la primera hora tuvieron, miraban al futuro con esperanza y optimismo. Y contagiaban sin cesar su fe entre todas las personas que tenían alrededor.


La muerte
En el mundo pagano era común considerar el futuro como una simple réplica del pasado. El cosmos existía desde siempre y, dentro de grandes mutaciones cíclicas, perduraría para siempre. Según el mito del eterno retorno, todo lo que tuvo lugar ayer, volvería en el futuro. En este contexto antropológico-religioso, el hombre sólo podía salvarse escapando de la materia, en una especie de éxtasis espiritual separado de la carne; o viviendo en este mundo, como decía San Pablo, sin meta ni esperanza Cfr. 1 Ts 4, 13; Ef 2, 12. En los primeros siglos del cristianismo, los paganos siguen una ética más o menos recta; creen en Dios o en los dioses y les dirigen un culto asiduo, en búsqueda de protección y consuelo; pero les falta la esperanza cierta de un futuro feliz. La muerte era un puro truncamiento, un sinsentido.


Por otra parte, la voluntad de vivir para siempre es profunda en el hombre, como manifiestan desde entonces los filósofos, los literatos, los artistas, los poetas y, de modo eminente, los que se aman. El hombre ansía perdurar; y tal deseo se manifiesta de múltiples modos: en los proyectos humanos, en la voluntad de tener hijos, en el deseo de influir sobre la vida de otras personas, de ser reconocido y recordado; en todo esto, se puede adivinar el deseo humano de eternidad. Hay quien piensa en la inmortalidad del alma; hay quien entiende la inmortalidad como reencarnación; hay, en fin, quien ante el hecho cierto de la muerte decide poner todos los medios para conseguir el bienestar material o el reconocimiento social: bienes que nunca serán suficientes, porque no sacian, porque no dependen sólo de la propia voluntad. En esto el cristiano es realista, pues sabe que la muerte es el término de todos los sueños vanos del hombre.


En medio del dilema de la muerte y de la inmortalidad, el cristiano tiene la certeza de que Dios le ha dado la vida creándolo a su imagen y semejanza Cfr. Gn 1, 27; sabe que cuando experimenta la angustia de la muerte que se acerca, Cristo actúa en él, convirtiendo sus penas y su muerte en fuerza corredentora. Y está seguro de que el mismo Jesús, al que ha servido, imitado y amado, le recibirá en el Cielo, llenándolo de gloria después de su muerte. La grande y gozosa verdad de la fe cristiana es que, por la fe en Cristo, el hombre puede superar con creces al último enemigo 1 Cor 15, 26, la muerte, abriéndose a la visión perpetua de Dios y a la resurrección del cuerpo al final de los tiempos, cuando todas las cosas se hayan cumplido en Cristo.


La vida no termina aquí; estamos seguros de que el sacrificio escondido y la entrega generosa tienen un sentido y un premio que, por la misericordia magnánima de Dios, van más allá de lo que el hombre podría esperar con las propias fuerzas. "Si alguna vez te intranquiliza el pensamiento de nuestra hermana la muerte, porque ¡te ves tan poca cosa!, anímate y considera: ¿qué será ese Cielo que nos espera, cuando toda la hermosura y la grandeza, toda la felicidad y el Amor infinitos de Dios se viertan en el pobre vaso de barro que es la criatura humana, y la sacien eternamente, siempre con la novedad de una dicha nueva"  San Josemaría, Surco, n. 891.


En el tiempo presente
Aunque es cierto que la novedad cristiana se refiere principalmente a la otra vida, al más allá, la Iglesia enseña que la novedad de la Resurrección de Cristo ya está presente, de algún modo, en la tierra. Por más que dure el universo tal como lo conocemos, estamos ya “en los últimos tiempos”, seguros de que el mundo ha sido redimido, pues Cristo ha derrotado el pecado, la muerte, al demonio.


El Reino de Dios está ya en medio de vosotros Lc 17, 21; en medio no sólo como una presencia externa, sino también como dentro del creyente, en el alma en gracia, con una presencia real, actual, eficaz, aunque todavía no del todo visible y completa. «La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, hasta nosotros cfr. 1 Cor 10, 11,y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente, ya que la Iglesia, aun en la tierra, se reviste de una verdadera, si bien imperfecta, santidad. Somos llamados hijos de Dios y lo somos de verdad cfr. 1 Jn 3, 1; pero todavía no hemos sido manifestados con Cristo en aquella gloria cfr. Col 3, 4, en la que seremos semejantes a Dios, porque lo veremos tal cual es cfr. 1 Jn 3, 2» Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 48.


La Iglesia es depositaria en la tierra de la presencia por adelantado del Reino de Dios; camina como peregrina en la tierra, pero todo el poder salvífico de Dios actúa ya de algún modo en el tiempo presente, por medio de la Palabra revelada y de los sacramentos, especialmente la Eucaristía; poder salvífico que se manifiesta también en la vida santa de los cristianos, que viven en el mundo, sin ser mundanos Cfr. Jn 17, 14. El cristiano es, ante el mundo y en el mundo, alter Christus, ipse Christus; otro Cristo, el mismo Cristo: se establece así una cierta polaridad en la vida de la Iglesia y de cada creyente, entre el momento presente ocasión de acoger la gracia y la plenitud final; tensión que tiene muchas consecuencias para la vida del cristiano y para la comprensión del mundo.


Su Santidad el Dalai Lama
En esta oportuna obra, Sogyal Rimpoché se centra en los modos de comprender el
verdadero significado de la vida, aceptar la muerte, asistir a los moribundos y ayudar a
los muertos. La muerte es una parte natural de la vida que todos deberemos afrontar
tarde o temprano. 
Según mi entendimiento, son dos las actitudes que podemos adoptar
ante ella mientras vivimos: o bien elegimos no pensar en ella, o bien podemos hacer
frente a la perspectiva de nuestra propia muerte y, reflexionando con claridad sobre ella,
tratar de reducir al mínimo el sufrimiento que puede producir. Sin embargo, con
ninguna de estas dos actitudes podemos llegar realmente a vencerla.


En mi condición de budista, contemplo la muerte como un proceso normal, una
realidad que acepto ha de ocurrir en tanto permanezca en esta existencia terrenal.
Sabiendo que no puedo eludirla, no veo que tenga sentido preocuparme por ella. Tiendo
a figurarme la muerte como un cambio de ropa cuando la que llevo está vieja y gastada,
no como un final definitivo. Pero la muerte es imprevisible: ignoramos cuándo o cómo
ocurrirá. Así pues, resulta sensato tomar ciertas precauciones antes de que se produzca
realmente.
Es evidente que a la mayoría de nosotros nos gustaría tener una muerte apacible,
pero también está claro que no podemos esperar una buena muerte si nuestra vida ha
estado llena de violencia, si nuestra mente ha estado agitada principalmente por
emociones como la ira, el apego o el miedo. Por lo tanto, si deseamos morir bien, hemos
de aprender a vivir bien, manteniendo la esperanza de una muerte apacible, debemos
cultivar la paz en nuestra mente y en nuestra manera de vivir.


Como podrán leer aquí, desde el punto de vista budista la experiencia real de la
muerte es muy importante. Aunque el cómo y el dónde vamos a renacer viene
generalmente determinado por fuerzas kármicas, nuestro estado mental en el momento
de la muerte puede influir en la calidad de nuestro próximo renacimiento. Así pues, y a
pesar de la gran variedad de karmas que hemos acumulado, si en el momento de la
muerte hacemos un esfuerzo especial para generar un estado mental virtuoso, podemos
fortalecer y activar un karma virtuoso y de este modo dar lugar a un feliz renacimiento.
El instante real de la muerte es también la ocasión en que pueden presentarse las
experiencias interiores más profundas y beneficiosas.


Mediante la repetida
familiarización con los procesos de la muerte por medio de la meditación, un meditador
experimentado puede aprovechar su muerte para alcanzar una gran realización
espiritual. Por eso los practicantes con experiencia emprenden prácticas meditativas en
el momento de morir. Una indicación de sus logros es que muchas veces su cuerpo no
empieza a descomponerse sino hasta mucho después de la muerte clínica.


No menos importante que prepararnos para nuestra propia muerte es ayudar a otros
a morir bien. Cuando nacemos, todos nos hallamos desvalidos e impotentes, y sin el
cuidado y el afecto que recibimos entonces no habríamos sobrevivido. Puesto que los
moribundos son igualmente incapaces de valerse por sí mismos, deberíamos aliviar su
malestar y su angustia y asistirlos en la medida de lo posible para que mueran con
serenidad. Aquí lo principal es evitar todo aquello que perturbe la mente de la persona
moribunda más de lo que va a estar. 


Que hay despues de la Vida
Muy a menudo, reflexionamos sobre la pregunta por excelencia: "Por qué hemos nacido" o "Qué significa la vida después de la muerte” o “Cuál es el propósito de la vida". Podemos tener nuestro propio punto de vista al respecto, pero éste suele no tener una perspectiva espiritual. Las dos razones genéricas por las  que nacemos son completar nuestra cuenta de toma y daca con diferentes personas, y progresar espiritualmente para realizar a Dios.


 Cuando nos fusionamos con Dios, nos liberamos del ciclo del nacimiento y la muerte. Pero, qué sucede después de la muerte si permanecemos en este ciclo. Existe un más allá Cuando estudiamos numerosos casos de reencarnaciones, observamos que en todos ellos existía un lapso de tiempo variable entre la muerte de una persona y su siguiente reencarnación en la Tierra. Los innumerables casos investigados de experiencias de vidas pasadas, señalan claramente que hay una vida después de la muerte. 


Entonces, dónde vamos después de la muerte mientras esperamos nuestra próxima reencarnación Existe sólo un plano o diferentes planos de existencia que pueden ser de naturaleza positiva o negativa, Cuáles son los factores que deciden a dónde vamos después de la muerte, El plano al que vamos en la vida después de la muerte depende de nuestro nivel espiritual, y nuestros méritos y deméritos En los siguientes artículos damos las respuestas a cada una de esas preguntas y otras más.


 Pablo Neruda
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú. Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las íes a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.


Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.


Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no pregunta de un asunto que desconoce o no responde cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.


Actualmente, en el mundo mueren por causa del envejecimiento alrededor de 150.000 personas cada día, día tras día. De esa enorme cantidad de muertes, las dos terceras partes se deben a enfermedades relacionadas con el envejecimiento. En los países más avanzados, el número es mucho mayor: cerca del 90 % de la gente muere debido al envejecimiento y a las principales enfermedades relacionadas como las dolencias neurodegenerativas, cardiovasculares o el cáncer. Se podrán evitar esas muertes, es posible parar el proceso del envejecimiento.Es posible vivir sanos y jóvenes hasta edades muy avanzadas.


La longevidad y la extensión de la vida, el aumento de la esperanza de vida, es uno de los temas esenciales de nuestra época. Quizás la persona que más ha contribuido a divulgar en el mundo hispano esta problemática, este desafío tecnológico y científico, ha sido el ingeniero del MIT José Luis Cordeiro, alumno de Marvin Minsky uno de los padres de la Inteligencia Artificial. Cordeiro fue profesor durante los años fundacionales de la Singularity University, es amigo personal y colaborador de Ray Kurzweil el más mediático experto en IA, por sus inventos y patentes considerado como el Edison de la era de las máquinas inteligentes. José Luis Cordeiro es también uno de los directores globales de Humanity, la asociación mundial transhumanista.


«La situación no es diferente en los humanos, pues tenemos células germinales y células madre pluripotentes que no envejecen, aunque el resto del cuerpo está formado por células somáticas que sí envejecen. El récord de longevidad humano comprobado es el de Jeanne Louise Calment, que nació el 21 de febrero de 1875 y falleció el 4 de agosto de 1997.


«Hoy sabemos que las células cancerosas pueden volverse biológicamente inmortales como resultado de mutaciones en células somáticas normales que sí envejecen. Actualmente se estudian las células madre cancerosas para encontrar indicios también sobre la inmortalidad biológica en células somáticas normales.
Este concepto de inmortalidad en términos celulares, trasladado a organismos completos lleva a la confusión, sobre todo al ser sacado fuera de contexto. Sería más conveniente hablar de amortalidad más que de inmortalidad. Ilegal es una cosa, legal otra y alegal otra.


El uso de este concepto sacado del contexto científico, y la promesa por parte de los autores de que se conseguirá la inmortalidad en breve plazo, es una de las afirmaciones que más confunde y molesta a muchos médicos que están, precisamente combatiendo a la muerte desde los quirófanos o sus consultas y laboratorios médicos.
Aunque los autores explican el por qué y recontextualizan el término, hay que decir que su uso y la popularización en titulares de este mensaje constituye el principal error, en términos de comunicación y divulgación, del libro. Cordeiro dice que el término amortalidad es difícil de entender en un texto divulgativo.


El miedo a la muerte es ancestral y universal, y el tener una Fe religiosa o filosófica logra sólo atenuar este miedo, con honrosas excepciones como la del Budismo Tibetano: sabemos que los Lamas se preparan toda la vida para una buena muerte.
Pienso que son dos los motivos principales de este temor: Uno, la separación con los seres que amamos y Dos, el cambio de un estado que creemos conocer a uno desconocido, que puede abarcar desde la nada, para los escépticos, a los diferentes planos en que creemos o queremos creer.

Hay otros miedos agregados al de la muerte propiamente tal, como el temor a morir sufriendo y el temor al castigo purgatorio, infierno, juicio que es agravado por las religiones dogmáticas y punitivas como la versión fundamentalista de la Iglesia Católica. No es extraño entonces que a la muerte la representemos como a una bruja con una guadaña, y que nos alejemos de todo lo que la representa.
Es lo que ocurría con los médicos y equipo médico en el tiempo que me gradué de la Escuela de Medicina. Recuerdo que me enseñaron a ocultarle a los pacientes terminales su diagnóstico y a suavizar su pronóstico, pensando que no podrían tolerar una realidad tan cruel. Esto ocurría en general en todos los hospitales del mundo, y también los parientes y amigos del desahuciado entraban en este montaje teatral.


Quien logró iniciar el cambio con su entusiasmo y vehemencia fue la psiquiatra Elizabeth Kübler Ross Suiza, 1926- USA, 2004. Ella fue capaz de percibir que los pacientes terminales hospitalizados se encontraban en total soledad, a menudo representando creer lo que sus médicos y parientes le decían: que mejorarían. Así, se les negaba el hablar de su enfermedad y sus deseos, muriendo lejos de la esperanza y la tranquilidad que da un buen acompañamiento.
Elizabeth comenzó a entrevistar a estos pacientes, y creó Seminarios para los alumnos de Medicina, y los integrantes del equipo médico, logrando con paciencia y perseverancia vencer las barreras que naturalmente se le impusieron. Destinada a la maravillosa misión de cambiar el paradigma, vivió ella misma situaciones límite que incluyeron una Experiencia Cercana a la Muerte.


En el huerto de los Olivos, unos  instantes antes de ser arrestado, temblando de miedo, Jesús se dirige al Padre diciéndole: "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya" Lucas 22, 42. Los herederos del pensamiento de san Anselmo 1033-1109 consideran que toda la misión de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte, fue aplacar la rabia del Padre contra la humanidad pecadora. Un clásico de los cantos de Navidad, "Oh, Santa Noche", resume este pensamiento: "Y de su padre aplacar la ira".


 Este canto insinua en el  incosciente colectivo, a través de los altavoces de las grandes superficies o de las corales de ciertas comunidades tradicionalistas, ¡que el Padre tenía cambios de humor! Es la voluntad del Padre lo que acepta Jesús en Getsemaní La redención de la humanidad, se inscribe en el restablecimiento de un equilibrio entre la ofensa del hombre y la.


Satisfacción conseguida por la muerte necesaria del Hijo por parte de un Padre sádico Este discurso está, por suerte, muy lejos del discurso teológico contemporáneo que se apoya en la libertad de Cristo, que podía libremente no morir. Para comprender el discurso de san Anselmo hay que entrar en las representaciones medievales del código de honor. Por lo tanto, la voluntad de Dios consiste en no imponer nunca su amor, sino en ofrecerlo sin amenaza, sin chantaje, sin esperar que tenga un retorno.


Después de la muerte de su viejo amigo, Albert Einstein dijo: "Ahora Besso se ha ido de este extraño mundo un poco por delante de mí. Eso no significa nada. La gente como nosotros sabe que la distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente." Nuevas pruebas continúan sugiriendo que Einstein tenía toda la razón al decir que la muerte no es más que una ilusión.




La escala estuvo conformada por 40 reactivos con un tipo de respuesta Likert de 5 puntos; se aplicó a 240 personas de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Los datos se analizaron mediante el Paquete Estadístico SPSS-Versión 20 obteniéndose así el poder discriminativo de cada elemento de prueba, la consistencia interna, el análisis factorial exploratorio y la correlación de Pearson.
 La escala final estaba formada por 34 reactivos distribuidos en 4 factores que arrojaron un alfa de Cronbach de 0.828. Los resultados revelan un instrumento válido y confiable, así como una herramienta útil para estudiar el fenómeno de las creencias acerca de la muerte y la vida después de la muerte.


Los procesos sociales se manifiestan en contextos culturales, históricos e institucionales, en los que las creencias Rodríguez, 2002 tienen un papel esencial en la conducta de los individuos.
 En este sentido, el desarrollo de la humanidad ha podido ocurrir gracias a la compleja construcción del sistemas de creencias que han dictado los modos de vida y de cohesión social de las civilizaciones a lo largo de la historia; cada contexto cultural ha formulado sus formas particulares de pensamiento y ha planteado diversas explicaciones sobre su realidad, sobre sí mismos, los otros, la naturaleza y el entorno.
El sistema de creencias de las personas y de los grupos humanos determina la forma en la que se asume la realidad, traduciéndose así como una disposición a actuar con base en los razonamientos que se han formado.


Las creencias vienen a ser estructuras relativamente estables que representan para el individuo lo que existe más allá de su percepción directa, y que hacen referencia a conceptos sobre las cosas, las personas, los eventos y los procesos de la realidad, cuya existencia es asumida Pepitone, 1991. 
También pueden ser consideradas como juicios de probabilidad subjetiva de la relación entre el objeto de la creencia y algún otro objeto, valor, concepto o atributo, y que se ocupan de la comprensión de la persona misma y de su mundo Fishbein y Ajzen, 1975.
 En este sentido, las creencias son interpretaciones que las personas dan a los acontecimientos, a través de las cuales se integra y organiza la información del mundo interior y exterior en estructuras sistemáticas que simplifican la realidad, permitiéndole así tomar decisiones respecto a los sucesos que ocurren Bachman, Osses y Schiefelbein, 2012; Dorantes, 2009.


concepción define la creencia como disposición, es decir, que la creencia conlleva a actuar con base en aquello que se cree que es verdadero, esto implica el tener una serie de expectativas formuladas a modo de hipótesis que regulan las acciones ante el mundo y las relaciones con el entorno.
Por lo tanto, las creencias operan como guías de conducta ante situaciones particulares, es decir, la creencia “dispone” al sujeto a responder de determinadas maneras y no de otras. La creencia es, entonces, un estado interno del sujeto que determina una estructura general de conducta, porque guía y orienta las acciones Villoro, 2008.


De este modo, las creencias al ser juicios y evaluaciones, dan como resultado proposiciones acerca de algún objeto que es aceptado como verdadero sin importar su veracidad, es decir, la creencia proporciona un grado mínimo de confianza acerca de los atributos de algún objeto con otros objetos; por lo tanto, no viene de la evidencia ambiental o conductual, sino que esta viene antes y le da significado Dorantes, 2009; Dilts, 2003; Arias, 1980.
Un aspecto importante de las creencias es que estas no pueden ser observadas o medidas directamente Llinares, 1995 debido a que refieren al aspecto de lo cognitivo Park, 2012. Por lo tanto, solo pueden ser asequibles mediante la expresión o manifestación externa de los pensamientos y las ideas, y que se realizan mediante una evaluación positiva o negativa de un objeto en una doble secuencia: 


primero se establece una relación de naturaleza probabilística entre un objeto y alguno de sus atributos; según el resultado de este primer paso ocurre el segundo que es la evaluación, esto es la connotación positiva o negativa del atributo. De esta forma, las creencias vienen a ser el componente cognitivo de las actitudes. Por lo tanto, la actitud no debe ser confundida con la creencia, por cuanto la primera es el estado interno evaluativo, mientras que la segunda es solo su vía de expresión Morales, 1999.


Al estar las creencias fuertemente ligadas a las actitudes, Burgoa 2007, menciona que estas tienen tres funciones principales: la primera de ellas es una función cognoscitiva las creencias actúan como medios para adquirir los conocimientos que permitirán interpretar al mundo en esquemas e ideologías, la segunda es una función emocional las creencias motivan la actividad de las personas para la satisfacción de sus necesidades y aspiraciones y la tercera es una función actitudinal o práctica las creencias dan origen y determinan las actitudes.


Muerte
El ser humano ha encontrado siempre interesante el tema de la muerte y la vida, ya que son procesos inherentes a su existencia misma. Particularmente, la muerte es un fenómeno enigmático y contradictorio a la vez, por ello es que el hombre ha intentado entenderla y formular explicaciones sobre lo que es a partir de lo que sabe sobre la vida Málishev, 2003; Anaya y Padilla, 2010.
Desde la perspectiva científica, la muerte es concebida como el término y el límite de la vida, en donde el organismo es incapaz de sostener su homeostasis, sobreviniendo así el daño definitivo y el cese de todas las funciones vitales
La muerte es un proceso que generalmente comienza con la disminución del aporte de oxigeno hacia el cerebro y que continúa con la muerte neuronal y posteriormente la muerte somática, es decir el cese total e irreversible de todos los órganos y sistemas del organismo, que son consecuencia de daño en la membrana celular y que facilitan la necrosis y la putrefacción.


Vida después de la muerte
Hablar de la vida después de la muerte implica exponer una de las creencias más difundidas y un elemento central en casi todas las religiones Micklem, 1953.
Para Ducasse 1961, la creencia en la vida después de la muerte tiene su origen en otra creencia, la cual es pensar que la vida propia y la de los demás tienen asegurado un mañana. Asimismo, los argumentos metafísicos de las religiones sobre la inmortalidad, y las supuestas comunicaciones con las personas que han muerto, ya sean a partir de “apariciones” espirituales o a través de los sueños.


Von 2009 propone que las religiones brindan a las personas la capacidad de comprender su universo, asegurándole también la evitación de la propia muerte mediante fundamentos existenciales del más allá, en donde el destino final sea visto con mayor optimismo y lo incierto de la muerte se transforme en algo más entendible.


De este modo, con estas creencias se satisface el deseo humano de dar sentido a la muerte, es decir, el cumplimiento de la inmortalidad y la trascendencia lleva a las personas a experimentar la realización de su persona mediante la certeza de una existencia eterna Comité para el Jubileo del Año 2000, 1996 y su unión espiritual con Dios Basualto, 2012.
En términos generales, se han presentado las dos grandes posturas sobre la muerte y la vida después de la muerte, una de ellas es la que presenta la ciencia, mientras que otra es la de la religión. 


Cada una de estas posturas constituye planteamientos filosóficos, teológicos, antropológicos o psicológicos, ya que se presentan en contexto determinados de convivencia social que dan cohesión a los diferentes grupos humanos, orientando así su comportamiento.


Por ello, el estudio sistemático de las creencias permite conocer la forma en que los individuos interpretan la realidad y la organizan, así como la forma en que orientan su comportamiento. Por ello, surge la necesidad de construir una escala que permita conocer las creencias acerca de la muerte y la vida después de la muerte.


La Vida y la Muerte después de la Vida la Muerte




1 comentario:

  1. Vida después de la Muerte

    Su Santidad el Dalai Lama
    En esta oportuna obra, Sogyal Rimpoché se centra en los modos de comprender el
    verdadero significado de la vida, aceptar la muerte, asistir a los moribundos y ayudar a
    los muertos. La muerte es una parte natural de la vida que todos deberemos afrontar
    tarde o temprano.


    Según mi entendimiento, son dos las actitudes que podemos adoptar
    ante ella mientras vivimos: o bien elegimos no pensar en ella, o bien podemos hacer
    frente a la perspectiva de nuestra propia muerte y, reflexionando con claridad sobre ella,
    tratar de reducir al mínimo el sufrimiento que puede producir. Sin embargo, con
    ninguna de estas dos actitudes podemos llegar realmente a vencerla.

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