martes, 29 de octubre de 2019

El Árbol de las Bendiciones y la Fraternidad


El Árbol de las Bendiciones y la Fraternidad


La vida de los fieles se vea armonía y acuerdo entre la justicia de Dios y la obediencia de ellos; y de este modo, ratifiquen la adopción por la cual han sido admitidos en el número de sus hijos. Y aunque la Ley de Dios contiene en sí aquella novedad de vida mediante la cual queda restaurada en nosotros la imagen de Dios; sin embargo como nuestra lentitud y pereza tienen necesidad de muchos estímulos y empujones para ser más diligente, resultará útil deducir de pasajes diversos de la Escritura un orden y modo de regular adecuadamente nuestra vida, para que los que desean sinceramente enmendarse, no se engañen lamentablemente en su intento. 


Ahora bien, al proponer formar la vida de un cristiano, no ignoro que me meto en un tema demasiado vasto y complejo, que por su extensión podría llenar un libro voluminoso, si quisiera tratarlo como merece. Porque bien vemos lo prolijas que son las exhortaciones de los doctores antiguos, cuando se limitan a tratar de alguna virtud en particular. Y no porque pequen de habladores; sino porque en cualquier virtud que uno se proponga alabar y recomendar es tal la abundancia de materia, que le parecerá que no ha tratado bien de ella, si no dice muchas cosas en su alabanza.



Sin embargo, mi intención no es desarrollar de tal manera la instrucción de vida, que trate de cada una de las virtudes en particular, y hacer un panegírico de cada una de ellas. Esto puede verse en los libros de otros, principalmente en las homilías o sermones populares de los doctores antiguos. A mí me basta con exponer un cierto orden y método mediante el cual el cristiano sea dirigido y encaminado al verdadero blanco de ordenar convenientemente su vida. Me contentaré, pues, con señalar en pocas palabras una regla general, a la cual él pueda reducir todas sus acciones. Quizás en otra ocasión trate más por extenso este tema; o puede que lo deje para otros, por no ser yo tan apto para realizarlo.


 A mí, por disposición natural, me gusta la brevedad; y puede que si me propusiera extenderme más, no consiguiera hacerlo debidamente. Aun cuando el modo de enseñar por extenso fuese más plausible, difícilmente dejaría yo de exponer los temas con brevedad, como lo hago. Además la obra que tengo entre manos exige que con la mayor brevedad posible expongamos una doctrina sencilla y clara.
Así como en filosofía hay ciertos fines de rectitud y honestidad de los cuales se deducen las obligaciones y deberes particulares de cada virtud, igualmente la Escritura tiene su manera de proceder en este punto; e incluso afirmo que el orden de la Escritura es más excelente y cierto, que el de los filósofos. La única diferencia es que los filósofos, como eran muy  ambiciosos, afectaron a propósito al disponer esta materia, una exquisita perspicuidad y claridad para demostrar la sutileza de su ingenio. Por el contrario, el Espíritu de Dios, como, enseñaba sin afectación alguna, no siempre ni tan estrictamente ha guardado orden ni método; sin embargo, cuando lo emplea nos demuestra que no lo, debemos menospreciar.


Él siempre nos recomienda en primer lugar la integridad como parte principal de su culto, queriendo significar con esa palabra una pura sinceridad de corazón sin mezcla alguna de engaño y de ficción; a lo cual se opone la doblez de corazón; como si dijese, qué el principio espiritual de la rectitud de vida es aplicar el afecto interior del corazón a servir a Dios sin ficción alguna en santidad y en justicia.
 Mas, como mientras vivimos en la cárcel terrena de nuestro cuerpo, ninguno de nosotros tiene fuerzas suficientes, ni tan buena disposición, que realice esta carrera con la ligereza que debe, y más bien, la mayor parte es tan débil y tan sin fuerzas, que va vacilando y como cojeando y apenas avanza, caminemos cada uno según nuestras pequeñas posibi1idades y no dejemos de proseguir el camino que hemos comenzado. Nadie avanzará tan pobremente, que por lo menos no gane algo de terreno cada día.


Porque, mostradme, si podéis, un hombre que gratuitamente se muestre bondadoso con sus semejantes, si no ha renunciado a sí mismo, conforme al mandamiento del Señor. Pues todos los que no han tenido este afecto han practicado la virtud par lo menos para ser alabados. Y entre les filósofos, los que más insistieron en que la virtud ha de ser apetecida por sí misma, se llenaron de tanta arrogancia, que bien se ve que desearon tanto la virtud para tener motivo de ensoberbecerse.
 Y tan lejos está, Dios de darse por satisfecho con esos ambiciosos que, según suele decirse, beben los vientos para ser honradas y estimados del pueblo, o con los orgullosos que presumen de sí mismos, que afirma que los primeros ya han recibido su salario en esta vida, y los segundos están más lejos del reino de los cielos que los publicanos y las rameras.


Bajo el nombre de impiedad no solamente incluye las supersticiones, sino también cuanto es contrario al verdadero temor de Dios. Por deseos mundanos no entiende otra cosa sino los afectos de la carne. De esta manera nos manda que nos despojemos de lo que en nosotros es natural por lo que se refiere a ambas partes de la Ley, y que renunciemos a cuanto nuestra razón y voluntad nos dictan.
 Por lo demás,  reduce todas nuestras acciones a tres miembros o partes: sobriedad, justicia y piedad.


LA PRIMERA, que es la sobriedad, sin duda significa tanto castidad y  templanza, como un puro y moderado uso de los bienes temporales, y la paciencia en la pobreza.
LA SEGUNDA, o sea la justicia, comprende todos los deberes y obligaciones de la equidad, por la que a cada uno se da lo que es suyo.
La piedad, que viene en tercer lugar, nos purifica de todas las manchas del mundo y nos une con Dios en verdadera santidad.



Cuando estas tres virtudes están ligadas entre sí con un lazo indisoluble, constituyen la perfección completa. Pero como no hay cosa más difícil que no hacer caso de nuestra carne y dominar nuestros apetitos, o por mejor decir, negarlos del todo, y dedicarnos a servir a Dios y a nuestro prójimo y a meditar en una vida angélica, mientras vivimos en esta tierra, san Pablo, para librar a nuestro entendimiento de todos los lazos, nos trae a la memoria la esperanza de la inmortalidad. 


Bienaventurada, advirtiéndonos que no combatimos en vano; porque así como Cristo se mostró una vez Redentor nuestro, de la misma manera se mostrará en el último día el fruto y la utilidad de la salvación que nos consiguió. De esta manera disipa todos los halagos y embaucamientos, que suelen oscurecer nuestra vista para que no levantemos los ojos de nuestro entendimiento, como conviene, a contemplar la gloria celestial. Y además nos enseña que debemos pasar por el mundo como peregrinos, a fin de no perder la herencia del cielo. 
En muchas familias se acostumbra colocar el árbol navideño en un lugar visible de la casa y adornarlo con luces, estrellas y regalos, pero ¿qué significado cristiano tiene hacer esto? Entérate aquí del mensaje que encierra y cómo bendecirlo en familia.



EL ÁRBOL mismo nos trae a la memoria el árbol del Paraíso  de cuyo fruto comieron Adán y Eva desobedeciendo a Dios. El árbol entonces nos recuerda el origen de nuestra desgracia: el pecado. Y nos recuerda que el niño que va a nacer de Santa María es el Mesías prometido que viene a traernos el don de la reconciliación.


LAS LUCES nos recuerdan que el Señor Jesús es la luz del mundo que ilumina nuestras vidas, sacándonos de las tinieblas del pecado y guiándonos en nuestro peregrinar hacia la Casa del Padre.


LA ESTRELLA. Así como en Belén hace dos mil un años una estrella se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño Jesús, sirviendo de guía a los Reyes Magos  hoy una estrella corona el árbol recordando que el acontecimiento del nacimiento de Jesús ha traído la verdadera alegría a nuestras vidas.


LOS REGALOS colocados a los pies del árbol simbolizan aquellos dones con los que los reyes magos adoraron al Niño Dios. Además, nos recuerdan que tanto amó Dios Padre al mundo que le entregó le regaló a su único Hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.


Oremos.
Bendito seas, Señor y Padre nuestro,
que nos concedes recordar con fe
en estos días de Navidad
los misterios del nacimiento del Señor Jesús.
Concédenos, a quienes hemos adornado este árbol
y lo hemos embellecido con luces
con la ilusión de celebrar
la Navidad del nuevo milenio,
que podamos vivir también a la luz de los ejemplos
de la vida plena de tu Hijo
y ser enriquecidos con las virtudes
que resplandecen en su santa infancia.
Gloria a Él por los siglos de los siglos.



Génesis 1:11
“Después dijo Dios: «Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol que dé fruto según su especie, cuya semilla esté en él, sobre la tierra». Y fue así”.
El Génesis sólo utiliza unas pocas palabras y un lenguaje simple para describir la creación de los árboles.  Eso no parece justo, considerando la importancia, variedad y complejidad de las cosas más grandes y de vida más larga sobre la tierra.


Las más grandes Secoyas en el norte de California pesan más que seis ballenas azules.  Los árboles de eucalipto australiano más altos y secoyas son tan altos como un edificio de 30 pisos.  Algunos de los pinos erizos en el oeste americano tienen 4.000 años de edad.
Los árboles hacen más que proveernos con materiales de construcción, alimento y medicina.  Como otras plantas verdes, los árboles toman los residuos del dióxido de carbono producido por los animales y los humanos y lo tornan en oxígeno. 
Como una bonificación, los árboles producen azúcar.  La fibra celulosa que llamamos madera tiene en realidad  miles de moléculas de azúcar conectadas en largas cadenas.   En años recientes los científicos también han aprendido que los árboles se comunican entre sí.


Éstos refrescan el aire y bombean suficiente humedad en el aire para transformar un clima seco como el desierto.  Si no fuera por el hongo micorriza, los árboles batallarían a través de sus raíces por el control de la humedad y recursos del suelo.  Sin embargo, cuando este hongo está presente en los sistemas de raíz, los árboles conectarán raíces entre sí y compartirán el agua y los nutrientes.


La simple declaración de las Escrituras de que Dios creó los árboles se extiende en volúmenes de información mientras aprendemos más de ellos.  ¡Esto es como la ciencia echa en fe – esto es, mientras nuestra investigación por conocer lo que Dios ha hecho – sirve para glorificar a nuestro Creador!
Amado Señor, mientras que Tu Palabra es lo suficientemente simple para ser entendida por un niño, también es lo suficientemente exacta para impresionar al científico. Te pido que Tu Palabra sea accesible de esta forma para todos. Amén.

 

Una joven pareja cuyo negocio había fracasado, y tenían muy poco dinero para gastar en Navidad. Iban a tener que mudarse de su casa después del Año Nuevo. Pero no querían que eso les estropeara las fiestas. Así que decidieron dar una fiesta. Cuando llegaron los invitados, vieron un cedro decorado con un tira de luces y pequeños papeles enrollados y atados a las ramas con cinta.
“¡Bienvenidos a nuestro árbol de la bendición”! dijeron, radiantes. “A pesar de los tiempo difíciles, Dios nos ha bendecido de muchas maneras así que decidimos dedicarle nuestro árbol a Él. Cada pedazo de papel describe una bendición que Él nos ha dado este año”.


Desde entonces, esta pareja ha enfrentado más pruebas, pero han elegido mantenerse centrados en el Señor. A menudo enfatizan que la Navidad con el “árbol de la bendición” fue una de las más bellas que tuvieron porque pudieron testificar tal y como lo hizo María: “Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador… Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso” Lucas 1:47-49


 El origen del árbol de Navidad
Su origen se remonta a las obras de misterio del tiempo medieval en Europa, particularmente en Alemania. Bandas de trovadores y actores viajaban de ciudad en ciudad presentando parodias acerca de diversas verdades de la fe.
Una de tantas escenificaba el pecado de Adán y Eva en el Jardín del Edén y la caída de la humanidad, un momento oscuro en la historia para coincidir con la oscuridad del solsticio de invierno.



La obra tenía un Árbol del Paraíso, el árbol de la vida, un pino verde decorado con manzanas, la fruta prohibida.
Con el tiempo, para añadirle esperanza a tal evento depresivo, el árbol fue también decorado con trozos de pan o galletas: el pecado vino de comer las manzanas; la gracia viene de recibir la Eucaristía.
Eventualmente, la popularidad de aquellas obras de misterio se evaporaron, pero la tradición del árbol permaneció sin el enfoque previo en el pecado de Adán y Eva.
Los adornos del árbol evolucionaron de manzanas, a manzanas y naranjos, y de éstos a objetos redondos de colores brillantes y finalmente a las luces de Navidad que vemos hoy en día; y las galletas evolucionaron a galletas en forma de estrellas, ángeles, y animales hasta los adornos de Navidad que actualmente usamos.


 La ubicación
La ubicación más antigua y tradicional del árbol de Navidad es dentro del hogar familiar. Es común también ahora tener uno o más árboles dentro de las Iglesias donde contribuyen a la solemnidad de la fiesta y añaden alegría a la Buena Nueva de la Natividad.
Los árboles no deben nunca obstruir la vista del altar, del atril o de la silla del celebrante.
 Tiempo adecuado para su uso
De acuerdo al Bendicional: ritual de bendiciones, el árbol de Navidad se instala antes de Navidad y puede permanecer en su lugar hasta la solemnidad de la Epifanía (No. 1571, Book of Blessings).
Muchos prefieren tener el árbol de Navidad expuesto durante toda la temporada de Adviento-Navidad comenzando el primer domingo de Adviento y continuando hasta el Bautismo del Señor.


Árbol de Navidad
El Árbol de Navidad dentro del hogar familiar es pequeño y joven comparado con los árboles que han crecido en las afueras, lo que es un símbolo del Cristo niño que cuando nació era un pequeño jovencito.
La base amplia del árbol se va reduciendo paulatinamente como apuntando hacia arriba dirigiendo la atención hacia el cielo de donde vino el niño Dios (Jn 3,13b; 6,38) y de donde regresará (Lc 24,51; Ef 1,20; 1 Pe 3,22).
Las ramas siempre verdes representan la eternidad: el amor eterno de Dios; y Jesús, la palabra eterna (Jn 1,1); un ser eterno, “aquel que es, que era y que ha de venir” (Ap 1,8); y el que trae el regalo de la salvación eterna (Heb 5,9).


Las brillantes luces de Navidad representan a Jesús, la Luz del Mundo (Jn 1,4-5.9; 8,12; 12,46)
5.- El ritual de Bendición
El Árbol de Navidad puede ser bendecido durante el Adviento, en la Noche Buena, o en el día de Navidad.
Cuando se bendice el árbol en casa, la bendición debe ser ofrecida por el padre u otro miembro familiar. La bendición puede ser también incorporada a la oración de la mañana o de la tarde, o ser parte de la Liturgia de la Palabra.


El árbol es iluminado después que se ha completado la oración de bendición.
Se puede leer una lectura de las Escrituras antes de la oración de bendición, y para esto se ofrecen tres opciones: Tito 3:4-7; Génesis 2:4-9; o Isaías 9:1-6. El Salmo 96 puede ser utilizado como Salmo Responsorial. El himno “¡Oh ven!, ¡Oh ven, Emanuel!” puede ser cantado.


Abraham
Este antiguo hombre en cuestión es Abraham . El relato en la Biblia es tan antiguo que no hay mucha evidencia externa para refutar o confirmar los hechos. Pero sí existen algunas evidencias. 
Entre las 17.000 tablillas de Ebla descubiertas en 1975 – 1976 en el norte de Siria, fechados a 4200 años, se habla de Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim, y Zoar como «ciudades de la llanura», los mismos nombres y frases descriptivas utilizadas en Génesis 13: 2 y Génesis 14: 2 – que son los lugares donde Abraham hizo su ‘campamento’. Así que tenemos razones preliminares para tomar estos reportes seriamente.


La promesa a Abraham
El relato bíblico de Abraham comienza con Dios haciéndole las siguientes promesas:
»Haré de ti una nación grande, y te bendeciré;
haré famoso tu nombre, y serás una bendición.
3 Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan;
¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!» (Génesis 12: 2-3) NVI
 cumpliendo que el nombre de Abraham sería Grande.
La mayoría de nosotros hoy en día se pregunta si hay un Dios y si realmente él se reveló a través de la Biblia o no. Y aquí tenemos ante nosotros esta promesa, que se puede verificar. Este relato muestra a Dios prometiendo directamente a Abraham que «hará famoso su nombre’. Nos encontramos en el siglo 21 y vemos que el nombre de Abraham / Abram es uno de los nombres históricos más reconocidos a nivel mundial. 


Esta promesa se ha hecho literal, histórica y verificablemente realidad. La copia más antigua del Génesis es la de los Rollos del Mar Muerto que datan del 200 al 100 A.C. Esto significa que esta promesa se ha puesto por escrito desde entonces. Sin embargo, en ese entonces la persona y el nombre de Abraham no eran muy conocidos, sólo la minoría de los judíos, que seguían la Torá, lo conocían. Así podemos ver que el cumplimiento se ha producido sólo después de que fue escrito, no antes. Este no es un caso de un «cumplimiento» realizado después del hecho.
 por medio de su gran nación
Lo que es igualmente sorprendente es que Abraham realmente no hizo nada digno de resaltar en su vida o el tipo de cosas que normalmente hace que el nombre de una persona sea «grande». No escribió nada extraordinario (como la Ilíada de Homero / la Odisea o el Código de Hammurabi), no gobernó un imperio (como los faraones de Egipto), él no condujo a un ejército con impresionantes campañas militares (como Aníbal o Alejandro Magno), tampoco inventó nada.


 No hizo nada excepto acampar y engendrar linajes. Si usted hubiera sido un hombre de apuestas viviendo en los días de Abraham, usted habría apostado por los reyes, generales, guerreros, o los poetas de la corte creyendo que ellos serían nombres grandes en la historia. Pero sus nombres están olvidados, mientras que el hombre que apenas logró tener algunos hijos en el desierto es un nombre muy conocido en todo el mundo.
 Su nombre es grande sólo porque la nación (es) que él engendró mantuvo su historia viva, y entonces los individuos y las naciones que vinieron de él se hicieron grandes. Esto es exactamente lo que se le prometió en Génesis 12 («Haré de ti una nación grande… haré famoso tu nombre»).


 No puedo pensar en nadie más en toda la historia que fuera tan grande tan sólo por los descendientes que dejó más que por los logros que realizó en su vida.
a través de la voluntad del que hizo la Promesa.
Y hasta el día de hoy el grupo de personas que desciende de Abraham – los judíos – nunca fueron realmente la nación con la que típicamente se asocia a la grandeza. No construyeron grandes estructuras arquitectónicas como las pirámides de Egipto, no escribieron la filosofía como los griegos o administraron como los romanos   todo lo que hicieron fue hecho en el contexto de imperios de potencia mundial que extendían sus fronteras a través del extraordinario poder militar.


 La grandeza del pueblo judío es sobre todo debido a la Ley y el Libro en el que nacieron; debido a algunos notables individuos que vinieron de su nación; y de que han sobrevivido durante estos miles de años como un grupo de personas únicas y un tanto diferentes. Su grandeza no se debe realmente a lo que hicieron, sino más bien a lo que se les hizo a ellos y a través de ellos. Ahora mira a la Causa que iba a conducir esta promesa.
 Allí, en blanco y negro, se dice en varias ocasiones «Yo lo haré…» La única forma en que su grandeza ha jugado un papel preponderante en la historia encaja una vez más a través de esta notable declaración, que iba a ser Dios el que haría que esto sucediera en lugar de alguna habilidad innata, conquista o poder de esta «gran nación». 


La atención que todo el mundo hoy en día presta a las noticias sobre Israel es un ejemplo de ello. ¿Escuchas con regularidad noticias sobre Hungría, Noruega, Nueva Guinea, Bolivia o la República Centroafricana   todos estos son países de similar tamaño con Israel?
No hay nada innato en la historia o en los acontecimientos humanos que podría causar el desarrollo de esta antigua promesa exactamente como se la declaró a este antiguo hombre quien confió en que la promesa elegiría un ‘camino menos transitado’. Piense qué tan probable era que esta promesa fallara de alguna manera. Pero en vez de eso se desarrolló y continúa desarrollándose, a pesar de que fue declarada miles de años atrás. El hecho es que se basó en el único poder y autoridad del que hizo la Promesa y es precisamente por eso que ocurrió.


El camino nos cura. El camino nos cambia. La invitación a caminar, como peregrino, vendrá de quienes han recorrido el camino, de quienes lo han vivido personalmente y a la vez han caminado en grupo. Es una experiencia única, contagiosa y dichosa: es necesario decirla y comunicarla a los demás. Y no la vivirá quien se queda sentado al borde del camino.


Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.


 Poemas y Oraciones 

Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano Sol,
el cual es día y por el cual nos alumbras.
Y él es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor, por la hermana Luna y las Estrellas,
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.
Loado seas, mi Señor, por el hermano Viento,
y por el Aire y el Nublado y el Sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por la hermana Agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.


Loado seas, mi Señor, por el hermano Fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre Tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.
Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,
y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las soporten en paz,
porque por ti, Altísimo, coronados serán.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad,
porque la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
dadle gracias y servidle con gran humildad.


¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado, como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.


Lo que Vos queráis, Señor;
sea lo que Vos queráis.
Si queréis que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
sea lo que Vos queráis.
Si queréis que, entre los cardos,
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
sea lo que Vos queráis.
Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
gracias por todo y por nada;
sea lo que Vos queráis.
Lo que Vos queráis, Señor;
sea lo que Vos queráis.

Señor, el día empieza. Como siempre,
postrados a tus pies, la luz del día
queremos esperar. Eres la fuerza
que tenemos los débiles, nosotros.

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Padre nuestro,
que en los cielos estás, haz a los hombres
iguales: que ninguno se avergüence
de los demás; que todos al que gime
den consuelo; que todos, al que sufre
del hambre la tortura, le regalen
en rica mesa de manteles blancos
con blanco pan y generoso vino;
que no luchen jamás; que nunca emerjan,
entre las áureas mieses de la historia,
sangrientas amapolas, las batallas.
Luz, Señor, que ilumine las campiñas
y las ciudades; que a los hombres todos,
en sus destellos mágicos, envuelva
luz inmortal; Señor, luz de los cielos,
fuente de amor y causa de la vida.



Oh Buen Jesús, yo creo firmemente
que por mi bien estás en el altar,
que das tu cuerpo y sangre juntamente,
al alma fiel en celestial manjar.
Indigno soy, confieso avergonzado,
de recibir la santa comunión;
Jesús, que ves mi nada y mi pecado,
prepara tú mi pobre corazón.
Pequé, Señor; ingrato te he vendido;
infiel te fui, confieso mi maldad.
Contrito ya, perdón, Señor, te pido;
eres mi Dios, apelo a tu bondad.
Espero en ti, piadoso Jesús mío;
oigo tu voz, que dice: «Ven a mí».
Porque eres fiel, por eso en ti confío;
todo, Señor, espérolo de ti.
¡Oh buen Jesús, Pastor fino y amante!
Mi corazón se abrasa en santo ardor;
si te olvidé, hoy juro que, constante,
he de vivir tan sólo de tu amor.
Dulce maná de celestial comida,
gozo y salud del que te come bien,
ven sin tardar, mi Dios, mi Luz, mi Vida;
desciende a mí, hasta mi pecho ven.


Desde que mi voluntad
está a la vuestra rendida,
conozco yo la medida
de la mejor libertad.
Venid, Señor, y tomad
las riendas de mi albedrío;
de vuestra mano me fío
y a vuestra mano me entrego,
que es poco lo que me niego
si yo soy vuestro y vos mío.
A fuerza de amor humano
me abraso en amor divino.
La santidad es camino
que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano
para cobrar el favor;
me di en salud y en dolor
a todos, y de tal suerte
que me ha encontrado la muerte
sin nada más que el amor.


¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!
Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas atrevido,
al mismo precio que me habéis comprado.
Besos de paz os di para ofenderos,
pero si fugitivos de su dueño
hierran cuando los hallan los esclavos,
hoy que vuelvo con lágrimas a veros
clavadme Vos a Vos en vuestro leño
y tendréisme seguro con tres clavos.


¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?
Nunca los blasones
fueron lenitivo para la tristeza
de nuestras pasiones.
¡No me des corona, Señor, de grandeza!
¿Altivez? ¿Honores? Torres ilusorias
que el tiempo derrumba.
Es coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.
¡No me des siquiera coronas mortuorias!
No pido el laurel que nimba al talento
ni las voluptuosas
guirnaldas de lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!
¡No me des coronas que se lleva el viento!
Yo quiero la joya de penas divinas
que rasga las sienes.
Es para las almas que Tú predestinas.
Sólo Tú la tienes.
¡Si me das corona, dámela de espinas!


Vengo ante ti, mi Señor,
reconociendo mi culpa;
con la fe puesta en tu amor,
que tú me das como a un hijo.
Te abro mi corazón,
y te ofrezco mi miseria;
despojado de mis cosas
quiero llenarme de ti
Que tu espíritu, Señor,
abrase todo mi ser.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.
Puesto en tus manos, Señor,
siento que soy pobre y débil;
mas Tú me quieres así,
yo te bendigo y te alabo.
Padre, en mi debilidad,
Tú me das la fortaleza,
amas al hombre sencillo,
le das tu paz y perdón.
Que tu espíritu, Señor,
abrase todo mi ser.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.
Hazme dócil a tu voz,
transforma mi vida entera.


Buenos días, Señor, a ti el primero
encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
tú eres la luz y el sol de mi jornada.
Buenos días, Señor, contigo quiero
andar por la vereda:
tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
tú, la esperanza firme que me queda.
Buenos días, Señor, a ti te busco,
levanto a ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora:
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.
Buenos días, Señor resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!


Como el niño que no sabe dormirse
sin cogerse a la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre tus manos al caer la tarde.
Como el niño que sabe que alguien vela
su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura,
sabiendo que eres tú quien nos aguarda.
Tú endulzarás mi última amargura,
tú aliviarás el último cansancio,
tú cuidarás los sueños de la noche,
tú borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente
la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
tú me darás una mañana viva.


Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el Rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.


y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura,
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame a ser contigo pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar ...



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