jueves, 23 de abril de 2020

La Vida y Obra de Michelangelo Merisi Da Caravaggio




La Vida y Obra de Michelangelo Merisi Da Caravaggio

Caravaggio, cuyo nombre real era Michelangelo Merisi Milán, 1571  Porto Ercole, 1610, artista pintor italiano,  uno de los exponentes más destacados de la escuela naturalista que surgió en Italia como oposición a la corriente manierista triunfante durante el siglo XVI. En sus cuadros, tanto profanos como religiosos, no utilizó otro modelo más que la cruda realidad sin someter a los personajes a proceso alguno de idealización.


Esta forma de tratar las composiciones religiosas atrajo la atención de la Contrarreforma por su carácter devocional que facilitaba la identificación de los fieles con los modelos de santidad, aunque, en algún caso, la excesiva vulgaridad de aquellos le valió algún problema con la Iglesia. Fue asimismo muy importante su utilización del claroscuro para imprimir dramatismo a sus obras.


Caravaggio pintor italiano
Su nombre real era Michelangelo Merisi, nació el 28 de septiembre de 1571, fue un pintor italiano,  de gustos auténticamente plebeyos, siempre listo para reñir, siempre dispuesto a crear obras maestras. Una mente perturbada de donde salía también la luz. . . Una vida extraordinaria, aventurera. . . La diosa fortuna le brindó sus sonrisas y él las rechazó: no le gustaban sus modales.


No lejos de la vetusta y placentera ciudad de Bérgamo, escondida entre los árboles, está la aldea de Caravaggio. Los habitantes de toda esa comarca saben emocionarse ante la belleza; entre ellos encontramos numerosos mecenas y también importantes centros donde se rinde culto al arte. Grandes artistas nacieron en ella y fueron luego a Milán, Venecia, Roma, para perfeccionarse con ilustres profesores y llegar, a su vez, a ser maestros.


Uno de ellos Miguel Ángel Merisi, que primero fue a Milán y luego a Roma en busca de fortuna estaba dotado de un talento tan original y vigoroso que los romanos, para distinguirlo mejor de Miguel Ángel Buonarroti, o bien- para definir aún más su pintura tan deliciosamente impregnada de vida popular, lo designaron con el nombre de su ciudad natal. Por eso el mundo entero lo conoció y lo conoce aún con el nombre de  Caravaggio.


Nació Miguel Ángel Merisi en el año 1571. Su padre, Fermo Merisi, era arquitecto y le enseñó a dibujar desde pequeño. El niño empezó a cubrir de frescos todas las paredes que encontraba. ¿Cuál fue la señal que reveló al padre la vocación de su hijo? Es difícil asegurar la autenticidad de lo que diremos, pero es agradable creer en la leyenda. Dice ésta que, muy niño aún, Miguel Ángel era capaz de dibujar personas de tamaño natural, cuya semejanza con el modelo era asombrosa. Sorprendido el padre de su precoz talento, no titubeó en enviarlo a Milán para que allí conociera los secretos de la pintura.


Hombre de vida airada, Michelangelo Merisi estudió inicialmente en Milán con el manierista Peterzano, contra cuya estética reaccionó ásperamente. Autodidacto en lo sucesivo, su pintura suscitó violentos rechazos. Mas a pesar de las críticas de los artistas, el público apreció sus telas rugosas, erizadas de pastosidades y dominadas por lo que a partir de él se ha llamado tenebrismo.


Sea lo que fuere, lo cierto es que el jovencito entró en calidad de discípulo en el estudio de Peterzano. Tenía entonces once años. Era un adolescente turbulento, fuerte, de ojos oscuros, que siempre había vivido en contacto con la naturaleza.


Amaba el juego, la lucha, era aplomado en sus réplicas y hablaba con voz enérgica. En ese tiempo la pintura de moda era amanerada, rebuscada. Se veían personajes en posturas artificiales, vírgenes y santos enredados en vestimentas demasiado amplias, y los fondos de las telas aparecían siempre sobrecargados de flores y frutas.


Esas imágenes se parecían más a comediantes que a personajes sagrados. En el estudio de Peterzano se cultivaban esas tendencias y los discípulos se esforzaban en asimilar el estilo del maestro.


Pero Miguel Ángel Merisi, rebelde en su vida, lo era también en el arte. Nunca se sometió a los llamados buenos modales, que entonces tenían fuerza de ley. Sin perder tiempo en prosternarse frente a los lienzos de su maestro, buscaba, entre los hombres de la calle y las tabernas, los modelos de su gusto, de ademanes y expresiones naturales.


Le encantaba promover desórdenes en el taller y molestar con bromas pesadas a los clientes de Peterzano. Incitaba a sus compañeros a la indisciplina y enfrentaba a su maestro con ese descaro, tan espontáneo, que conservó toda la vida.
Vivió cuatro años en Milán. Concluido su compromiso con Peterzano, inició la búsqueda de nuevos horizontes. No disponía de mucho dinero, tal vez el justo para poder comer modestamente una vez al día, pero estaba seguro de lo que deseaba y tenía, a pesar de su alma vagabunda, una gran fuerza de voluntad y un irresistible anhelo de producir obras maestras.


Dirigió sus pasos a Roma, donde los primeros tiempos de su estada fueron muy duros. Enfermó de paludismo y lo cuidaron en el hospital de la Caridad, mas no llegó a sanar completamente. Algunos de sus autorretratos pintados en esos años, lo presentan pálido y demacrado por la fiebre. La miseria no contribuía a acelerar su convalecencia.


Se estableció en Roma hasta que, obligado a huir por haberse visto envuelto en una sangrienta reyerta, se refugió en Napóles 1606. Recorrió el sur del país perseguido por la justicia hasta que pasó a Malta 1607, donde fue recibido en la orden de San Juan. Encarcelado un año más tarde por ofensas a un caballero de la orden, logró huir a Sicilia y de alli a Milán.


Caravaggio no habitó jamás en los barrios aristocráticos, donde los artistas de la época instalaban pintorescos y lujosos talleres, y adonde la gente de la nobleza concurría encantada para encargar su retrato. Vivió siempre entre los pobres, quienes compartieron con él su escasa comida y su albergue, incluyéndolo también en sus riñas y sus luchas.


Sin embargo, días mejores se avecinaban. Cuando los romanos se dieron cuenta de lo bien que pintaba y dibujaba, comenzó a ganar dinero. El cardenal Del Monte fue uno de los primeros que, al mirar uno de sus cuadros, Los tramposos, valoró la precisión y el vigor de los personajes, que parecían vivientes. Adquirió la tela y llevó al pintor a su palacio. El cuadro ocupó un lugar de honor, y su autor, colmado de atenciones y cuidados, ataviado con ropa nueva de pies a cabeza, fue presentado a todos los ilustres amigos que el cardenal recibía en palacio.


Entre dos riñas, entre dos comidas: una en la mesa del cardenal, otra en alguna taberna, ya vestido como un señor y escoltado por un paje, ya llevando un jubón roto y en compañía de Cuervo, su perro negro, Caravaggio buscaba todas las oportunidades para pintar y los encargos afluían.


No podemos afirmar que hiciera un solo gesto para asir la fortuna, ni grandes esfuerzos para conservarla.A los poderosos rendía la pleitesía suficiente para no convertirlos en enemigos; pero pintaba mucho mejor cuando estaba inspirado que cuando lo movía el afán de lucro. Satisfacía a sus clientes Solamente cuando los gustos de éstos no chocaban con los suyos propios. La gente de sociedad, acostumbrada a los refinamientos de los pintores en boga, se escandalizaba al ver las caras plebeyas de los santos y las vírgenes de Caravaggio.


Su San Jerónimo de músculos poderosos, su San Mateo sentado descuidadamente entre jugadores vulgares, y esa Madona echada en la cama, con los miembros aún deformados por los últimos sufrimientos de la agonía, le valieron críticas violentas de sus contemporáneos. Sin embargo, entonces como ahora, tuvo sus admiradores.


Se apreciaba su espontaneidad en la interpretación de los hechos, en la evocación de los personajes, así como su sinceridad y profundidad, pues su luz penetraba muy hondo en las almas. Sabía expresar el amor de los hombres hacia Dios y el amor de Dios hacia los hombres. Pero sin refinamientos, sin empalagar, huyendo de lo rebuscado.


A despecho de lo que podían pensar los atildados señores de la época, Caravaggio tuvo numerosos defensores y encontró amigos y discípulos entre los jóvenes pintores romanos, y los halló más adelante en Nápoles, en España y en los Países Bajos.


Si nosotros fuésemos pintores y tuviéramos que retratar a Caravaggio, lo haríamos con un pincel en una mano y un puñal en la otra. Porque sus cuadros fueron tan numerosos como sus peleas.
Después de haber dado muerte a un hombre y para no caer bajo el rigor de la justicia, tuvo que huir de Roma y refugiarse en Nápoles, donde felizmente su arte le había valido una fama mayor que la de sus fechorías. Tenía entonces 35 años, pero aparentaba mucho más, ya que las consecuencias del paludismo, la agitada vida y el temor a la justicia habían quebrantado su salud.


En Napoles no alteró sus costumbres: nuevos cuadros y nuevas riñas. ¿Buscaba, tal vez, reproduciendo con todo el vigor de su genio La flagelación, La Última Cena, El entierro de Santa Lucía, redimirse a los ojos de Dios? Esas manos, que tantas veces habían golpeado a sus semejantes, dieron al mundo obras místicas que se cuentan entre las más bellas de todos los tiempos.


De Nápoles pasó a Malta, que estaba en poder de los Caballeros de San Juan desde hacía 75 años. Fue recibido con grandes honores, y el gran maestre de la orden, Alof de Wignacourt, le encargó su retrato, actualmente en el museo del Louvre, y una Degollación de San Juan Bautista destinada a la catedral de Malta.


Pero la calma había durado mucho tiempo. Riñó con un caballero de la orden y fue encarcelado por mandato del gran maestre. Logró evadirse y huyó a Sicilia. Sus últimos años fueron los más dolorosos. Acorralado por la justicia, cuya sombra creía ver constantemente, mirado con desconfianza por aquéllos que aún le amaban, pero que veían ya en él los signos precursores de la locura, roído por la duda y la angustia, joven todavía pero envejecido por tantas pruebas, recibió un golpe fatal. 


En 1609, cuando subía a bordo de una falúa que lo conduciría a Génova, la policía lo confundió con otra persona y lo detuvo. Mientras lo interrogaba y comprobaba su error, la falúa emprendió viaje llevando todos sus bienes. Desesperado, Caravaggio, bajo los implacables rayos del sol, corrió a lo largo de la playa, tratando de alcanzar el barco. Sus fuerzas lo traicionaron y se desplomó en la arena, murio un 18 de julio de 1610.


La Caída de San Pablo: El pintor barroco italiano Caravaggio es autor de numerosas obras de temática religiosa y dramático realismo de carácter tenebrista. Una de las peculiaridades de la Conversión de san Pablo es que el motivo central de la composición es el cuerpo del caballo en lugar de la figura del santo. Fue pintada en 1601 y se encuentra en la capilla Cerasi de Santa Maria del Popolo de Roma Italia.


Narciso Junto a la Fuente: Nos encontramos ante una de las últimas obras que realizó el pintor italiano Michelangelo Merisi da Caravaggio en su segunda etapa.
La Crucifixión de San Pedro es un óleo sobre lienzo realizado por el artista italiano Caravaggio en 1601. La obra es de estilo Barroco.
Salomé recibe la cabeza de San Juan Bautista, obra de Michelangelo Merisi, más conocido como el Caravaggio, creador del tenebrismo, estilo caracterizado por el contraste entre luces y sombras.


Caravaggio era un hombre pendenciero, violento y amigo de los excesos. Llegó a Roma en 1600 en una situación de extrema necesidad, pero en la ciudad logró rehacerse hasta consagrarse como uno de los mejores pintores del Barroco. Desde esa fecha y hasta 1606, año en que se vio obligado a huir a Nápoles tras asesinar a Ranuccio Tomassoni, Caravaggio dejó en la ciudad algunas de las obras pictóricas más importantes del siglo XVII.


Entre ellas se encuentran David con la cabeza de Goliat y Niño con un cesto de frutas, actualmente en la Galería Borghese; La buenaventura, en los Museos Capitolinos; Descanso en la huida a Egipto, en el Palacio Doria Pamphili y Judith y Holofernes, en la Galería Nacional de Arte Antiguo.


Las pinturas fueron el primer encargo de relevancia que recibió Caravaggio al llegar a la ciudad. El efecto que causaron en los pintores de la época provocó que comenzasen a imitar el tenebrismo y la exuberancia del milanos. A pesar de ello, no todos recibieron las obras con la misma admiración.


Uno de los lienzos, el que representa a San Mateo y el ángel, fue rechazado por el cardenal Del Monte, persona que había realizado el encargo siguiendo las órdenes dejadas a su muerte por Matteo Contarelli, propietario de la capilla.


Las razones esgrimidas eran, sencillamente, que el santo aparecía con las piernas desnudas y sucias. Tampoco gustó que el ángel, que se apoyaba en el hombro del anciano, tuviera excesiva cercanía con el evangelista. El hecho de que le cogiese la mano para ayudarle a escribir el texto sagrado en lugar de inspirárselo fue la gota que colmó el vaso.


El lienzo, sustituido por el que se muestra actualmente en la capilla, fue adquirido por el banquero Vincenzo Giustiniani. Sus herederos lo vendieron al Kaiser Friederich Museum de Berlín. Sin embargo, el cuadro parecía estar destinado a su desaparición y así fue. Tras la caída de la ciudad en la Segunda Guerra Mundial, la primera versión de San Mateo y el ángel fue destruido y sólo se conservan algunas reproducciones fotográficas.


La humanización de los personajes sagrados a través de detalles como la suciedad fue una constante en los cuadros de Caravaggio. También una de las razones por las que sería duramente criticado. Así sucedió con La virgen de Loreto, lienzo que se muestra en la basílica de San Agustín.


La mujer que sirvió de modelo para la virgen era una prostituta llamada Lena. Ante ella se postran dos peregrinos, uno de los cuales tiene los pies sucios y maltratados. En 1604, fecha de realización de la obra, en plena Contrarreforma, ambos detalles fueron muy mal recibidos. Algunos no dudaron en calificar el cuadro de herejía.


La Conversión de San Pablo y la Crucifixión de San Pedro, se encuentran en la Iglesia de Santa María de Pueblaen Roma. Ambos trabajos son segundas versiones realizadas en 1601 tras haber sido rechazadas por aquellos que los encargaron. Entre las quejas de los clientes estaba, por ejemplo, que San Pablo aparecía excesivamente pequeño en comparación con el caballo. Esa primera versión de la conversión fue adquirida por la familia Odescalchi Balbi. La primera versión de la crucifixión, lamentablemente, se perdió.


Ambas piezas son una apoteosis del claroscuro, la torsión de los cuerpos, la complejidad en la composición y el escorzo. Especialmente la de San Pedro, que muestra al santo en el momento de cumplir su último deseo: ser crucificado boca abajo por haber negado a Cristo tres veces. Una actitud extrema, tremendamente barroca.


La Vida y Obra de Michelangelo Merisi Da Caravaggio


1 comentario:

  1. La Vida y Obra de Michelangelo Merisi Da Caravaggio

    Caravaggio, cuyo nombre real era Michelangelo Merisi Milán, 1571 Porto Ercole, 1610, artista pintor italiano, uno de los exponentes más destacados de la escuela naturalista que surgió en Italia como oposición a la corriente manierista triunfante durante el siglo XVI. En sus cuadros, tanto profanos como religiosos, no utilizó otro modelo más que la cruda realidad sin someter a los personajes a proceso alguno de idealización.

    Esta forma de tratar las composiciones religiosas atrajo la atención de la Contrarreforma por su carácter devocional que facilitaba la identificación de los fieles con los modelos de santidad, aunque, en algún caso, la excesiva vulgaridad de aquellos le valió algún problema con la Iglesia. Fue asimismo muy importante su utilización del claroscuro para imprimir dramatismo a sus obras.

    Caravaggio pintor italiano
    Su nombre real era Michelangelo Merisi, nació el 28 de septiembre de 1571, fue un pintor italiano, de gustos auténticamente plebeyos, siempre listo para reñir, siempre dispuesto a crear obras maestras. Una mente perturbada de donde salía también la luz. . . Una vida extraordinaria, aventurera. . . La diosa fortuna le brindó sus sonrisas y él las rechazó: no le gustaban sus modales.

    No lejos de la vetusta y placentera ciudad de Bérgamo, escondida entre los árboles, está la aldea de Caravaggio. Los habitantes de toda esa comarca saben emocionarse ante la belleza; entre ellos encontramos numerosos mecenas y también importantes centros donde se rinde culto al arte. Grandes artistas nacieron en ella y fueron luego a Milán, Venecia, Roma, para perfeccionarse con ilustres profesores y llegar, a su vez, a ser maestros.

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